Aquellas punzadas iniciales que
se daban de manera esporádica no fueron tomadas en cuenta y aún más, pasaban
ciertamente inadvertidas porque se pronunciaban de vez en cuando; haciendo que
la rutinaria existencia siguiera deambulando por las calles de todos los días.
Meses después, su presencia iba en aumento y la cosa (las dos principales
bisagras de las piernas, por siaca), empezaban a gritar su descontento,
tornándose en pequeños alaridos nocturnos que despertaban a los vecinos de las
casas contiguas.
-Pichón, creo que es tiempo que
pares la cuchara… y bajes los 130 kilotes que transportas; es como si mi súper
tráiler de 30 llantas, tuviera amortiguadores de bicicleta; aparte, y lo más
grave, los vecinos de las cuatro manzanas aledañas nos hemos juntado y… estamos
elevando un memorial al municipio por tu contaminación sonora y es que… tu
cojera, tu muleta de fierro y los aullidos nocturnos…
-¡¿Pero esos animales de m… no
entienden que estoy quebrao?!... que no tengo otra muleta…que la de mi abuelo y
que antes de dormir me tiro 10 gramos de morfina, mezclados con otros tantos de
marihuana, más cinco diazepanes y sin embargo, toda la maldita noche estoy
lúcido y alumbrando como un farol y el dolor de las rodillas me desespera, me
hace llorar y bramar; pidiendo al cielo que me corten las patas… ¡Que falta de
consideración de esos jijunas!
-¿Y por qué no acudes al
hospital?
-¡Ya he intentado 10 veces
seguidas y no hay cita en traumatología! Inclusive me he valido de la Negra
Lucha… tu hermanita, para que me dé una cita…
-¡Qué cosa! Está bien que seamos
como hermanos… pero eso de sacarle una cita a la negra… primero pasas sobre mi…
-Calma, calma, broder… ¿Acaso no
sabes que ella siempre da citas a todo el barrio?
-¡No voy a permitir que te
expreses así… cojo de miércoles! ¿Crees que mi hermanita es una…?
-Más bien, creo que tú no sabes
en qué trabaja tu hermana…
-Ella es una honrada trabajadora
y sabe cumplir bien con sus obligaciones…
-Dime: ¿acaso sabes dónde va por
las noches?
-¡De esta no sales vivo, cojudo!
¡Te voy a igualar con la otra pata… y hasta los vecinos me lo van a saber
agradecer!
-Ella, la Negra Soledad, tiene
turnos de noche en el hospital… y solo quise valerme de ella…
-¡Eso es otra cosa!...Sorry,
Cojín, No sabía lo de mi hermanita, perdona; ahora… yo mismo voy a conseguirte
la bendita cita… Vuelvo por la tardecita, chau Cojín.
Pasaron tres días con sus tres
espeluznantes noches y los aullidos se iban incrementando tanto como la
desesperación de haber desaparecido completamente las raciones de la morfina,
así como de los otros calmantes. Me levanté con mucho esfuerzo. Tomé la pesada
muleta metálica y bajé desde del cuarto piso con una sola fijación: conseguir
la maldita cita a como dé lugar.
Cada que pisaba con aquel pie
metálico parecía dejar un hueco en la vereda; el dolor se acentuaba en ambas
rodillas y el pañuelo que tenía en la boca estaba convirtiéndose en un manojo
de hilachas. Las cuadras eran interminables y la redada de los tombos de
tránsito había hecho desaparecer, al toque, todos los taxis en mi largo
trayecto. Me acercaba al nosocomio de miércoles y un hálito de esperanza
inundaba mis pulmones, metiéndoles un poco de satisfacción. Ya iba a penetrar
en el recinto cuando un grupo de mandiles blancos apareció de la nada y al
unísono me dijeron: ¡No hay atención, estamos en huelga indefinida!
¡Plop!
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