viernes, 3 de febrero de 2017

UNA SERENATA EN PLENO S XXI

                             

Estoy totalmente convencido que tu maldito mutismo, llevado al 100%, resulta realmente inapropiado, incomprensible e imbécil –por decir lo mínimo-, ya que a consecuencia de ello he quedado bruto, idiota y casi loco; tal como chofer de taxi-moto después de haberle caído un gigantesco huayco preparado por su mujer y su querida suegra. Pues, desde hace exactamente doce horas con 28 minutos y 15 segundos, después de no tener vestigio tuyo que permita vislumbrar alguna respuesta a tu extraña desaparición física o peor, a tu cese absoluto de tono directo, indirecto o virtual que me indique que sigues con la conexión activa; acabo de reiniciar otro intento de chateo para poder reiniciar nuestras relaciones… virtuales; pero la completa frialdad de tu tartamudez electrónica en la que te mantienes, solo me contesta bip, bip, bip… puede dejar su mensaje después del tono… tu, ru rú; tu, ru, rú… Dejándome doblemente estúpido y metido en la más absoluta oscuridad de esta brutal inexistencia celular.
Le verdad, te lo juro, que hasta hoy he tratado de romperme la mitra tratando de establecer mil y una hipótesis por meterme en tu cabecita y así poder navegar en tu espacio infinito juvenil, enamorado y perramente desdichado (supongo que así lo calificas), dado el silencio total en el que te has encerrado y ese osco ambiente tuyo me resulta terriblemente convulsionado e imposible después de haberlo intentado penetrar por 20 veces y ya estoy que pierdo la razón y la sinrazón, obsesionado por coger tu minúscula neurona, que juguetona,  se pasea como un huevo de hormiga rebotando en un estadio de fútbol vacío y totalmente a oscuras; es más, solo he creído escuchar reiteradamente un estribillo por todos los rincones: ¡Ese maldito es el culpable! ¡Ese maldito es el culpable! ¡Ese maldito es el culpable! Hasta agotarme junto con mi batería… Por todo esto, concluyo esta búsqueda -Misión Imposible VII- Señalando que tendría tres posibles causas:
1ra. Aquella quinta vez que nos encontraste –tomados de la mano- con tu prima Lolita, solo fue por pura casualidad. Ella se había tropezado en una piedrecilla y fue a caer directamente en mis brazos; Loly, tan agradecida y atenta, como nunca, me abrazó muy efusivamente y después de un apasionado beso tuvo que cogerme la mano porque yo no conocía el sendero que estábamos atravesando por entre los maizales de su abuelo; además, ya te he explicado por 10 veces y no crees que hasta ahora me resulta imposible encontrar el correcto camino a casa y por esa causa, tengamos que demorarnos hasta por seis horas extras para poder ubicarla;
2da. Queriendo mostrar las bondades de mi nuevo Cel EPX18 en su versión reciente y la más sofisticada del mercado, me tomé unos cuantos selfies con cada uno de mis causas simulando encontrarnos en una playa nudista, sin pensar que ella, Lolita, lo tomó prestado por unos segundos y luego viralizó aquella toma donde estábamos haciendo un concurso de tiro al blanco con nuestros fluidos, para determinar cuál de nosotros lograba disparar completamente su  amarillento orín por un pequeño orificio de la pared contigua, sin imaginar que el mencionado agujerito de porquería iba a dar directamente sobre la cara de tu viejo. Además, aquellos inconfesables selfies sobre mis otras bondades corporales, tampoco eran causa necesaria para que te escandalices, ni que tampoco tu mamá sufriera ese desmayo y cayera “patas arriba” en plena misa del domingo pasado; menos, que el Padre Carlos perdiera el copón haciendo volar todas las hostias, al tropezar con el altar mayor, por tratar de ver la misma foto en el celular que apretado mostraba el puño de tu vieja;
3ra. Supongo, que aquello fue por venganza que lo hiciste: pues generalmente, un selfie, según tengo entendido, es para tomarse fotos faciales estando en situaciones muy especiales: simpatía, admiración; sorpresa o miedo… Pero lo que no entiendo es porqué tuviste que colgar en Facebook aquella toma que, a primera vista, resultaba una tarántula peluda entre dos troncos; por lo tanto, así vista, parecía un error fotográfico o colgada de cabeza. Sin embargo, con un poco más de observación y detenimiento se podía descubrir… Oh, Oh, maravilla… que aquella infernal pose correspondía indudablemente a una mujer; que, además, dicha postura era inusual y muy comprometida… porque mostraba la cosa al aire. No había bombachas y yo tuve la desgracia de ponerle como texto: me parece muy conocida…la desgraciada. Con ello solo buscaba tratar de generar una sonrisa en la remitente; sin imaginar, en lo mínimo, que te causaría (?) tanta desazón y enojo… ¿Acaso quieres que cuelgue una rectificación que diga… ¡El presente selfie no pertenece a Maricucha Ortiz del Palo!... Porque mañana mismo la cuelgo y con eso acabaría tu enojo… ¿O no?






No hay comentarios.:

Publicar un comentario