Dear daddy: cómo
poder olvidar la imposición de tus tiernos hábitos marcados a sangre y fuego
desde que adquirí el uso de razón a los 10 años hasta cumplir los 30; pero a
pesar de todo, sigues siendo mi requerido apito. Me dueles hasta la funda del
bolsillo, sobre todo, ahora que estás a punto de sucumbir bajo los veleidosos
encantos fabricados por esa vieja arpía filipina que te tiene como un perro flaco,
achacoso y recontra chupado; impedido de volver con mamita, a pesar de nuestras
súplicas cada fin de mes. Ella, metida en su inconsolable decepción monetaria,
la llevó a tomar medidas extraordinarias: para empezar, dejar de zamparse dos
platos de Chupe de Camarón, tres de rocoto relleno con pastel de papa y cinco
platos de Queso Helado; además una chatita de Anís Nájar o Anisado para asentar
sus “Frugales desayunos”. Luego, en un acto desesperado, aceptó ingerir solo un
plato de cada vianda; pero las cajas de toffees y mazapanes seguían desfilando
por docenas hasta muy entrada la noche. La cosa parecía mejorar… su sobrepeso,
sin embargo, una vez que le llegaron los papeles del divorcio, junto con
algunos ejemplares de primeras planas europeas, asegurando el casamiento de la
nueva parejita mediática, tomó una decisión mortal: cambiar la comida por la
bebida y pronto el Señorío Nájar no tenía dotación alcohólica ni para el
mercado local.
Daddy, el caso
mío también es muy desesperante. Los borradores que .presenté a las editoriales
que me recomendaste, más rápido que inmediatamente, apenas los recibieron, me
los devolvieron precisando una serie interminable de observaciones y además
calificándolos de mediocres, triviales; propios de un aficionado… todo porque
dejaste de ser mi numen y tutor literario, quien me proporcionaba las pautas suficientes
para transcribirlas y pronto convertirlas en artículos, papers y comentarios
para las más prestigiosas editoriales de Europa y América. Ya ves, Daddy, la
gran falta que nos haces. Aprovecho de esta misiva apara chismearte, de mi
hermano Álvaro, sigue viviendo su vida de bohemia en Bohemia y siempre pegado a
las faldas de mamita; en cambio, de mi hermana Morgana, no hay que confundirse
porque con su aparatito siempre se las arregla para vivir de sus exposiciones. Ella
quería hacer una bienal en París, sobre la base de nuestro álbum familiar y sus
mejores tomas, donde parecemos una familia real y verdadera, para, quizás, tener
alguna razón de recuperación a la salud de mamita, pero les recomendamos
escuchar el bolero Ya es muy Tarde.
Al respecto, a
mamita, hubo necesidad de ponerle una camisa de fuerza entre seis, para
internarla en un nosocomio y así tener la vaga posibilidad de recuperar su
salud mental, pero le saló el indio, rompió la camisa a dentelladas y sus
enfermeros tuvieron que ser vacunados contra la rabia (por precaución) y, gracias
a Dios, solo uno de ellos hoy dispone de brazo mecánico; los otros cinco, se
recuperan en la Clínica San Juan de Dios. Luego de ello, en una extraordinaria
Junta de Familia –acéfala of course, por culpa tuya- decidí buscarle un refugio
para su completa y total recuperación. El lugar elegido fue la Clínica de
Atención Mental Moisés Heresi. De solo enterarse la doña, me durmió de un solo
combo y amanecí en dicho centro de rehabilitación, amarrado al catre y con un
bozal que me mantuvo out of order por una semana. De casualidad, nuestro primo
Pancho, quien estaba haciendo sus prácticas pre profesionales, se compadeció de
mi estado catatónico y me sacó solapa en su maletera. Por esa misma experiencia
tenida, te puedo decir que la cosa no es tan grave. Total, te duermen todo el
día con sesiones de inyectables programadas en diversos turnos y la comida es
de primera, a pesar que muchos de sus pacientes no logran diferenciar entre un
lomo al plato o una sopa de menudencia; ellos, durante sus espacios de salida
al patio… o te miran fijamente como una atacante Cobra hasta hipnotizarte o,
por el contrario, divagan cual Napoleones sedados en su espacio infinito de la
nada. La maldita agresividad solo está en contados casos que “gozan” de
horarios diversos y apenas ven un macho o una hembra… pierden “la cordura” y se
requiere de los 20 auxiliares para bajar su extrema dureza, mediante cariñosas
sesiones de ablandamiento (armados con bates de béisbol), tres baños de asiento
en una piscina de puro hielo; además de inyectarles una serie completa de tranquilizantes
para elefante, cada hora y por 8 días.
My dear daddy,
mis motivos deben pasar a segundo plano. ¡No te preocupes! Pero sí, hay una
prioridad que la solicito en nombre de tus tres hijos verdaderos (te recuerdo
que los Iglesias & Cía.) no son tuyos y aquí se comenta que les has
regalado castillos, mansiones y museos… Y mi madre, al enterarse, está por
meterse en el Convento de Santa Catalina… dice que allí va a encontrar curas. Por
favor, Daddy, ¡no te cases! Te reitero, tal vez próximamente te requiera para
una orientación literaria… ¡Pero despierta!... Ten en cuenta que solo te están
haciendo vivir la última ficción del boom latinoamericano, pintada en lo real-maravilloso
y crees estar pasándolo de lo más bien; solo que, a estas alturas, el género en
mención, resulta extemporáneo y lo peor de todo que este argumento (para ti,
único, irrepetible y merecido) está siendo escrito por una mano que te ha
tomado de las orejas, haciéndote creer que es la mejor de tus novelas… aquella
novela negra que te faltaba escribir.
PD: mándame los
5 borradores que ya no tengo sencillo ni para las estampillas.
Tu hijo que te
extraña: Gonzalito
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