Doctor Chiro T. Fast: Tal vez sea una cuestión de
edad, pero a mis 45 abriles, creo que tengo todo el derecho de opinar, razonar
y dudar de todo aquello que se presente como un hecho consumado, como que los
años vividos son una garantía de total conocimiento y peor, tratándose de
cuestiones íntimas. Pues hoy tengo la dicha de contar con un amor de 17 añitos
que me está quitando todo aquello que se llama voluntad. Por ella, puedo volver
la noche en día; conseguir horas de 180 minutos o de arribar a la meta 5 veces
seguidas hasta arrastrándome, pero con el pendón en alto. Todo porque su loca
pasión y, sobre todo el desenfreno mostrado, me ha tornado en su sexsombie a
tiempo completo y dedicación exclusiva.
Por todo esto, yo debería saltando de presa en presa
como un mono alfa. Sin embargo, el hecho de verla gozar más y más en cada
clinch ya me huele a trafa; últimamente, trata de expresar su jadeante gozo
metiéndole un sinfín de saltos salvajes me dejan quincuapléjico; pero lo más
llamativo resulta el convulsionar toda ella disparando ululantes gritos cual
ambulancia descontrolada. Sin embargo, todo ello me parece una mentira
escondida en su pícaro comportamiento por tenerme metido permanentemente entre
sus piernas, digo, entre sus deseos; pues para ello, además, torna sus ojitos a
media caña dejando escapar continuos suspiros que me están matando a pausas.
Doctor, ¿cómo estar seguro de ello? Por favor, si pudiera ayudarme a tener
pleno convencimiento.
Feliciano Carnero, El Faro,
La Libertad
Querido amigo: realmente usted debe estar Feliciano al poder disfrutar
–a pleno cachete- de tantos atributos en una sola pensión y que, además, la
tiene como su complemento ideal en el arte del Kama Sutra. Por solo este hecho,
debería sentirse el mortal más afortunado de este incontrolable vergel…pero,
por todo lo humano que somos, también resulta comprensible las dudas que nacen
a pesar de tenerlo todo. Bien, ahora respondiendo a su consulta sobre la manera
de comprobar su existencia o la simulación de aquellos orgasmos declarados a
los cuatro vientos por la joven autora de sus increíbles hazañas sexuales; al
respecto concluyo; existen tres posibilidades: 1. Que ella disponga de un
registro amatorio de muchos tomos y con versados amantes; 2. Sea una loba
sumamente perspicaz con grandes dotes histriónicas, capaz de convencer hasta
los mismos resortes del colchón; 3. Que domine un conjunto de destrezas
psicofísicas (calentamientos, poses y contorsiones) que acompañen maquinalmente
cada alarido montado en plena cresta de la ola, justo en el momento previo, al
esperado y no esperado muere. Por lo tanto, que hay ejemplares con tales
argumentos, los hay obviamente; y que a estas alturas de la brega, usted
también sabrá que otra seña indicadora del calentamiento efectivo es la subida
del termostato que se calienta a punto de quemar ambas herramientas, que si el
combate durase un minuto más, habría conato de incendio y todo el nidito de
amor puede quedar hecho cenizas; que por lo mismo, tanto sus mejillas como las
chichis pintan una aureola de roja pasión; se acorta la respiración a ritmo de
fuelle acelerado a mil pujos por hora y, finalmente, se puede percibir una
serie de contracciones pélvicas, semejando un par de afiladas cuchillas Bormix
que producen descargas de 20 000 voltios, haciendo que el sujeto de la
cabalgadura no quede tan sujeto y sienta que estuvo a un palmo de arribar al
cielo, pero gozando extremadamente desde las profundidades de un dulce y
maldito infierno.
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