lunes, 12 de septiembre de 2016

SOLO ES CUESTIÓN DE RECHAZO


Ser discapacitado hoy en día ya no resulta tan grave ni desesperante como lo era algún tiempo atrás para quienes lo padecían, al extremo de pensar –si sobrevivían- en quitarse la vida por carecer de una extremidad y por tan leve motivo, querer despedirse de este cochino mundo diciendo adiós con la única mano disponible; mientras que con la coja, tratar de soltar una piedra de 50 kilos directamente sobre su cabeza en un intento francamente imposible; salvo que pudiera contar con la ayuda inmediata y voluntaria de cualquiera de sus tres esposas o del más envidioso de sus incondicionales amigos; aunque también estaba la colectividad organizada, desesperada por ganar el sorteo para arrojarlo, parte por parte, desde lo más alto del Taijeto, en la cultural Grecia.
Inclusive hoy, los benditos repuestos huelen a sarcasmo, pues hay múltiples casos en los cuales suelen faltar todos miembros y la delicadeza de las prótesis colocadas son tan eficientes que pueden sacar un pelo de la sopa y de otras partes menos púdicas, (en este caso es más fácil), solo que los acoplados en ambos brazos parecieran estar siempre con los cubiertos listos para una opípara cena.
Pero, como dicen los congresistas “vamos al asunto”… Resulta que mi compadre Salomón, cariñosamente llamado San Lomón, era uno de ellos; es decir que lo de era, era; porque su discapacidad era de lo más sencilla, solo le faltaba una de sus manos, la derecha para ser más preciso.
Él había luchado desde adolescente para no constituirse en una carga para su familia y la sociedad. Pero, cosas de la vida, cuando empezó a conquistar “flacas” comenzaron sus problemas... y la hora de la hora de tener “un chape con patada  a la luna”, desaparecían sus conquistas, pues las costillas se le resbalaban por un costado y el pata se quedaba tirando cintura por tres meses.
A los 20 cumplidos, la vaina le resultaba insostenible, irrefrenable e inaguantable, pues solo había podido conseguir “amores de favor” o algunas chicas fáciles por algún sencillo. Sus amigos le habíamos aconsejado ir donde un médico famoso en trasplantes y medicina reconstructiva.
-¿Y es muy cara la operación?... ¿Uno queda bien?... ¿Ustedes creen que podré hacerlo con ello?
-¡Claro pue, woncito! No te preocupes de la plata… nosotros tu causas, hacemos una vacota, 10 adobadas y 20 polladas y se murió el payaso! Anímate, won, que ya te vemos dándonos la mano y chapando a la flacas como un pulpo!
Después de seis meses organizando rifas y haciendo una colecta en el barrio, reunimos el monto necesario para la operación y el trasplante. Lo difícil estaba en conseguir “el donante”, ya que ´a los muertitos voluntarios´ solo les dejaban la mano izquierda; la otra, era negocio de las clínicas locales y foráneas.
-¡No importa, con tal que tenga mis dos manos… si yo me las arreglo con una! ¡Que esa zurda, a falta de mi derecha, me la coloquen nomás!
-Tas tú won? ¿Y si te sale chueco?...  ¡nos vas a echar la culpa! Espera un poco…
-Ya no aguanto más… aunque sea una de mono… pero ya!
Y nos dedicamos a buscar una mano diestra y disponible que guardase relación con nuestro patín: edad, peso, color y antecedentes. Por fin, después de otros tres meses la conseguimos.
Toda la mancha estuvo en la operación. La misma que resultó un éxito y nuestro causa bailaba sobre una pata de contento y agradecido.
Pero aquí venía lo más difícil: soportar el largo período de recuperación y adiestramiento para que el implante pudiera ser controlado a cabalidad, dado que dicho órgano dispone de la mayor cantidad de terminaciones nerviosas, así como de vasos sanguíneos, amén de la cuestión sensitiva y perceptiva.  Pasaron otros seis meses y nuestro esperado pata salió vivito y coleando. Todo él hecho una pascua de felicidad.
-Hola, “Cervantes”…¿Y ya la manejas OK?  Intervino el Chancho Briceño y advirtió: a ver… ¡dame la mano!
-¡Cuidado, cojudo! Suave nomá! ¡Que se la puedes sacar… y otra vez nosotros tendremos que hacer 500 parrilladas!
Y después de celebrar nuestro triunfo colectivo no lo volvimos a ver al queridísimo Manco de Lepanto. Al cabo de un año, se juntó la cuerda o collera y surgieron los comentarios:
-Oe, won, lo has vuelto a ver al “Cerva”
-Dicen que ahora maneja la derecha como la PM…
-Que va a ser químico farmacéutico, se comenta…jo, jo!
-No, médico cirujano! Je,je.
-No. Choches, la firme… ta´jodido! El injerto provenía de un homo…
-¿Y cuál es la moña?
-No puede ni acercarse a la flacas. ¡Ahora el rechazo es de la mano!  






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