jueves, 1 de septiembre de 2016

LAS CHICAS FANTASMAS DE BS.AS.


Era el penúltimo día de aquel fugaz pero irrepetible viaje de promoción a tierras gauchas –tanto así que nuestras diarias desapariciones, se nos escapaban en una milésima de suspiro- y nuestros celosos mastines: Mrs. Rocoto, Eleana O´Leary y El Chancho Martínez “volaban hasta nuestros huecos”, pues no querían perdernos de vista ni por un brevísimo instante. No sabíamos cómo lo hacían, pero allí estaban, expectantes, junto a nuestros “secretas escapadas” y completamente enterados de nuestro menor desliz varonil como… tirar contra –en parejas- después que ellos personalmente tomaban la lista en cada cama además de comprobar que ya estábamos camino a caer en los brazos de Morfeo puesto que ya andábamos metidos en los piyamas de rigor; sin embargo, y para no dar sospecha alguna, al día siguiente estábamos sentados a la mesa en primer lugar para no dar opción a regaños o amenazas como aquella de… mañana mismo te regresas…! Así, pues, no cabía ni mencionar las ´evidentes´ escapatorias nocturnas, imposibles de ser comprobadas. Tan solo se cruzaban miradas recelosas cual hirientes flechas que solo acusaban una mayor seriedad; por lo tanto, en la noche anterior, tampoco quisieron acceder ante nuestras improvisadas súplicas a punto de desbordar cinco incontenibles mares de lágrimas, tratando de buscar el ansiado permiso para regresar al hotel a las 12 y media de la noche (?).
Dos semanas después, ya en el cole, recién pudimos enterarnos que el Payasito Recabarren nos había delatado, contándoles que nuestra verdadera intención era pegarnos otra escapada, mucho más larga, para poder gozar de una real y completa noche en una “Boite”… acompañados de ricas y poderosos damitas ches. Efectivamente, para cubrir aquel largo trayecto de ida y vuelta se consumía el poco tiempo disponible y lo que se necesitaba era otro tanto y más para llegar hasta las ´últimas consecuencias´.
Desde hacía meses antes del inolvidable viaje y durante los recreos, las deliciosas anécdotas, contadas una y otra vez con una exquisita malicia adolescente causaban una efervescencia tal que aquellas “experiencias personales” relatadas con pelos y señales por el gran Alberto, quien se preciaba conocer medio mundo –sobre todo el de los mejores centros nocturnos, eran la predilección de todo nuestro grupo y pedíamos en unánime coro sean repetidas en los cortos espacios destinados para nuestro refrigerio; además, su realismo era tan vívido, cargado de gestos y acciones corporales que nos hacía poner de punta hasta los cabellos y relamer los dedos hasta morirnos de ganas por vivir dichos “placeres mundanos” junto a esos monumentos de placer y solícita atención… a la brevedad posible!
-  No nos podemos perder este viaje… maricones de mierda! Es el deshueve! Sobre todo… para los cartuchos como el Negro Víctor, quien todavía no conoce lo que es acostarse con una hembra de la PM… sobre todo si son chilenas… pero él solo lo hace con María Palma; sino, vean sus palmas… A ver… Negro de mierda, muestra el detalle…!
-Y tú, don huevas, ¿por qué prefieres quedarte dormido sobre tu moto… casi todas las noches?
-Miren, miren!... y déjense de huevadas… lo importante es que vayamos juntos los cinco. Aquí no hay que no tengo bolsa de viaje, ni que eso donde vamos a ir es un lugar muy malo… porque te puedes contagiar… Solo cuando vas a un bulín de mala muerte… te quemas y te cagas! … Aunque sea, se tienen que tirar la plata de la pensión y asunto arreglado… si no me avisan y yo soluciono el problem! ¿Ya, cagones?
Esa noche, a las nueve en punto, nos miraban como bichos raros porque, uno por uno, nos fuimos despidiendo, señalando, además, que estábamos muy cansados y nos íbamos directamente al sobre. Esperamos que nos tomasen la lista y pronto ya estábamos “roncando como unos troncos”. A la media hora volvieron a comprobar nuestra asistencia y apagaron la luz de nuestro cuarto. Once y treinta empezó el desfile:
-¡Chato, Flaco… suave, uno por uno; ya saben… por la esquina detrás de la piscina… que ya hemos dejado lista la escalera…sin hacer ruido… vamos!
Los cinco cruzamos hasta la esquina opuesta del hotel amparados por la soledad y la oscuridad de las sombras y pronto no hallamos camino a la Boite Cindirella. Allí, encontramos poca resistencia en la entrada, un billete de $20 fue la solución e ingresamos al local después de recorrer un breve pasadizo lleno de plantas con reflejos intermitentes: verdes y rojos. Desde el fondo venían unas contagiosas melodías que iban in crescendo conforme avanzaban nuestros nerviosos pasos camino a la anhelada entrada empujados por los desesperados deseos que aumentaban nuestras ansias por estar departiendo con las alucinantes hembras tantas veces soñadas.
-¿Dónde van, pibes?
-Queremos una mesa… junto a la pista!
-Primero, che, esto no es un jardín de infantes… así que tenés que volver por…
-Aquí tienes $20 americanos… y consíguenos la mesa!
-Esto es una miseria!... solo son $ 4 por pibe… que sean $50… y es suya… esa de la esquina!
Pronto, nos arrellanamos en las banquetas semicirculares, nos miramos todos y no sabíamos qué hacer.
-No se preocupen, muchachos; aquí está el papi! –Hey, maitre! ¡Que vengan cinco chicas!
-Primero hay que consumir… señores! ¿Señores?, bueno, señores! …¿qué se sirven… mientrasss…?
-Una botella de Whisky…
-Señor… les aconsejo que sean… mejor… cinco copitas de gin, cuba libre o vodka…
-Mejor, ¡que vengan las chicas y junto con ellas, pedimos!
-Ok!
-Hola, nenes! ¿Qué hacés por aquí? Por supuesto que… querés divertirte… ¿no?, pues habéis venido al sitio perfecto! Pero, para conocernos mejor… ¿Qué les parece… un par de botellitas de whisky… ¿no es cierto?
-¡Claro, por supuesto!... ¡Sus deseos son órdenes… siempre y cuando… empecemos por la primera!
-No se desesperen… ¡que nosotras tres, somos capaces de acabar con ustedes! Ji, ji, ji.
Se colocaron intercaladas y se nos acercaron, muy pero muy próximas; cruzaron las piernas y…
-¿Quieren ver la mercadería? ¡No se cohíban… chicos peruanos… Toquen, toquen… más al fondo… a la derecha! Ja, ja, ji, ji, y… ¡dejen de temblar… que no los vamos a comer!
-Claro que sí; ¡enteritos… pues, dado son debutantes…creo!
No había pasado ni media hora cuando reparamos que la bebida se había terminado. Ellas, muy atentas llamaron: -¡Facu, Facundito… trae otra más! ¡Que… aquí los señores tienen mucha sed!… y mucha guita…
-Pero, ¡primero… la cuenta!
-¡No hay problema! ¿Cuánto es el daño?
-¡Quinientos cincuenta dólares americanos… fuera de las propinas para las pebetas!
Sacamos hasta lo último que traíamos en nuestras billeteras y solo reunimos trescientos quince malditos dólares. ¿Qué hacer? Allí quedaron nuestros cinco relojes más dos de nuestras chamarras de cuero recién estrenadas. Hacía un viento de la PM. Callados tratando de esconder las manos en los vacíos bolsillos caminábamos sin rumbo por la larga calzada desdibujada por la húmeda y vaporosa madrugada. Avanzábamos lentamente cabizbajos y encerrados en un desconocido mutismo rogando que alguien se apiade de nosotros y nos pegue una “jaladita” hasta el lejano hotel, donde dos amargados tutores ya estaban a punto de llamar a la policía, porque ya era más de las cinco de la madrugada y recién comprobaron la verdad de aquellas insinuaciones que se hacían hasta en esa última mañana de nuestro viaje.






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