jueves, 21 de abril de 2016

LLORANDO A MARES



Estimado Dr:
Guardo hacia usted, una especial consideración no solo por lo atinado de sus recomendaciones, recetas y/o remedios; sobre todo, por la certeza con la que descubre la dolencia, enfermedad o estado de sus asiduos consultores que ya deben formar legiones de pacientes tratados, palpados y sanados. Bien, pero el motivo esencial de mi consulta se debe a un hecho inusual y por demás extraño (?) recientemente acaecido  al final de tres choques al muere cometidos exprofeso con materiales de similares condiciones: edad, peso, recorrido y demás requisitos que nos asegure varios finishes en total empate técnico.

Todo iba de lo mas bien, incluyendo las esperadas particularidades de cada material de turno. Así, por ejemplo, señal ineludible de “venirse”; mientras que para una era morderme el cuello y los hombros; para otra era el clavarme las 20 uñas en el reverso dejándome el lomo como alfombra de tigre; para aquella era taclearme fuera de la cama de agua, pegar una serie de ululantes alaridos que ya los quisiera tener la Compañía de Bomberos; hasta el caso peculiar de la última: se dejaba arrastrar en un mar de convulsiones, para luego abrir locamente sus ojazos y querer treparse por las 4 paredes.

En mi caso, casi siempre quedaba cual estatua esgrimiendo una envidiable sonrisa de plena de satisfacción, la lengua se me secaba un poquito, pero sabía que mis ojos se humedecían levemente por el solo hecho de sentirme un macho complaciente. Bueno, usted dirá y dónde está lo novedoso, raro o problemático? Aquí voy, mis encuentros se han seguido repitiendo uno tras otro consiguiendo resultados satisfactorios en mis compañeras a mas no poder, pero, pero, pero…he terminado llorando!

Usted dirá: es natural terminar el clinch y, en algunos casos, puede aparecer el “llanto sexual” (sobre todo en el renglón femenil), pero lo mío acabó en una verdadera fuente de lamentos; a tal punto que parecía tener un grifo suelto en cada ojo y los sollozos que pegaba me elevaban continuamente hasta el techo, asustando a la dama de turno, al punto tal que ya no quieren saber nada del baboso ni del llorón de miércoles… ¿qué hago, doctorcito? Me pongo en sus manos pues quiero curarme de esta situación que espero sea pasajera; caso contrario, creo que es para ponerse a llorar…!
Nando del Mar, Aguadulce

Bien, estimado Nando: empezaré señalando que, hoy en día, nada es imposible, raro o que pueda escapar a situaciones comunes de normalidad. En este caso, sí, efectivamente hay “un llanto sexual” propio del bando femenino, sin que esto quiera decir que es exclusivo y excluyente. No. Los machos, en determinados casos también podemos acusar brotes de llanto debidos a extremos emotivos: demasiada melancolía o situaciones de enorme goce y placer.

Entonces, mi estimado amigo, lo suyo no es o debe ser preocupante porque es normal que ocurra; por el contrario, debería dar gracias a la vida que le está otorgando bondades amatorias muy deseadas y buscadas que complazcan a ambos amantes. Sin embargo, si las mismas situaciones son recurrentes y ocasionan un final de bomba lacrimógena produciendo no solo un mar de lágrimas, sino un mar de sollozos que despiertan no solo sustos continuos, puesto que ya está camino a convertirse en comentarios generalizados entre su océano de íntimas amigas, pronto se pondrían ocasionar alejamiento del macho cumplidor y, lo peor, la preocupación de las fieles costillas no solo va ser por quedar empapadas hasta las uñas después de cada encuentro, sino, porque sus sollozos pueden devenir en graves lamentaciones que van a concitar la presencia inmediata de los wachimanes del barrio; los que podrían consolarlo a punta de palo.

Así que… macho, macho… trata de aguantar, demorar y retener lo más que puedas tu arribo a la meta… que poco a poco vas a recobrar desempeños iniciales.
                                                                                     




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