Estimado Dr:
Guardo hacia usted, una especial
consideración no solo por lo atinado de sus recomendaciones, recetas y/o
remedios; sobre todo, por la certeza con la que descubre la dolencia,
enfermedad o estado de sus asiduos consultores que ya deben formar legiones de pacientes
tratados, palpados y sanados. Bien, pero el motivo esencial de mi consulta se
debe a un hecho inusual y por demás extraño (?) recientemente acaecido al final de tres choques al muere cometidos
exprofeso con materiales de similares condiciones: edad, peso, recorrido y
demás requisitos que nos asegure varios finishes en total empate técnico.
Todo iba de lo mas bien, incluyendo
las esperadas particularidades de cada material de turno. Así, por ejemplo,
señal ineludible de “venirse”; mientras que para una era morderme el cuello y los hombros;
para otra era el clavarme las 20 uñas en el reverso dejándome el lomo como
alfombra de tigre; para aquella era taclearme fuera de la cama de agua, pegar
una serie de ululantes alaridos que ya los quisiera tener la Compañía de Bomberos;
hasta el caso peculiar de la última: se dejaba arrastrar en un mar de
convulsiones, para luego abrir locamente sus ojazos y querer treparse por las 4
paredes.
En mi caso, casi siempre quedaba
cual estatua esgrimiendo una envidiable sonrisa de plena de satisfacción, la
lengua se me secaba un poquito, pero sabía que mis ojos se humedecían levemente
por el solo hecho de sentirme un macho complaciente. Bueno, usted dirá y dónde
está lo novedoso, raro o problemático? Aquí voy, mis encuentros se han seguido
repitiendo uno tras otro consiguiendo resultados satisfactorios en mis
compañeras a mas no poder, pero, pero, pero…he terminado llorando!
Usted dirá: es natural terminar el
clinch y, en algunos casos, puede aparecer el “llanto sexual” (sobre todo en el
renglón femenil), pero lo mío acabó en una verdadera fuente de lamentos; a tal
punto que parecía tener un grifo suelto en cada ojo y los sollozos que pegaba
me elevaban continuamente hasta el techo, asustando a la dama de turno, al
punto tal que ya no quieren saber nada del baboso ni del llorón de miércoles…
¿qué hago, doctorcito? Me pongo en sus manos pues quiero curarme de esta
situación que espero sea pasajera; caso contrario, creo que es para ponerse a
llorar…!
Nando
del Mar, Aguadulce
Bien, estimado Nando: empezaré
señalando que, hoy en día, nada es imposible, raro o que pueda escapar a
situaciones comunes de normalidad. En este caso, sí, efectivamente hay “un
llanto sexual” propio del bando femenino, sin que esto quiera decir que es
exclusivo y excluyente. No. Los machos, en determinados casos también podemos
acusar brotes de llanto debidos a extremos emotivos: demasiada melancolía o
situaciones de enorme goce y placer.
Entonces, mi estimado amigo, lo
suyo no es o debe ser preocupante porque es normal que ocurra; por el
contrario, debería dar gracias a la vida que le está otorgando bondades
amatorias muy deseadas y buscadas que complazcan a ambos amantes. Sin embargo,
si las mismas situaciones son recurrentes y ocasionan un final de bomba
lacrimógena produciendo no solo un mar de lágrimas, sino un mar de sollozos que
despiertan no solo sustos continuos, puesto que ya está camino a convertirse en
comentarios generalizados entre su océano de íntimas amigas, pronto se pondrían
ocasionar alejamiento del macho cumplidor y, lo peor, la preocupación de las
fieles costillas no solo va ser por quedar empapadas hasta las uñas después de
cada encuentro, sino, porque sus sollozos pueden devenir en graves
lamentaciones que van a concitar la presencia inmediata de los wachimanes del
barrio; los que podrían consolarlo a punta de palo.
Así que… macho, macho… trata de
aguantar, demorar y retener lo más que puedas tu arribo a la meta… que poco a
poco vas a recobrar desempeños iniciales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario