La noche anterior el guía había
sido muy claroen sus indicaciones para visitar, por la mañana siguiente, las
tres principales y perfectas pirámides, las mismas que parecían estar a tiro de
piedra con respecto a la cercana ubicación de nuestro hotel.
-Siñoras toristas… mañana bor la
mañana baso a recogerlos a las 8:30… llevar ropas ligeras borque il disierto
istá muy galiente y vueden haber dismayos… yala yala… meshi, meshi. Amigos toristas…
bor favor, no me lagan esbirar tudo il mañanas nel lobby; quien no istá
brebarado a esa hora quedarse sin visitar la tumba de Tutankamon hasta il
mañana dil mañana!
Después de un opíparo desayuno,
el cual incluía desde un anhelado jugo de naranja bien heladito, hasta
innúmeras ensaladas de frutas, de verduras o de granos nutrientes; al mismo
tiempo se ofrecían inmensas ollas rectangulares que guardaban infinidad de humeantes
platos hechos en base de condimentadas carnes, cientos de pastas y miles de
embutidos. Todo esto se remataba con otra infinita variedad de postres
milenarios a cual mejor usanza de etapas faraónicas. Llenos hasta el hartazgo y
con los buches inflados cual pelícanos repletos, salimos tambaleantes hasta un
minibús con destino a las espectaculares Keops, Kefrén y Mikerinos.
Llegando hasta nuestro destino y
ya en pleno desierto, la caminata era por demás agobiante a pesar de subir por un
trayecto relativamente corto. Como es usual en todo sitio turístico los comerciantes
estaban a la caza de futuros clientes
gritando desaforadamente:
-Morning… my friends… buon
giorno…amici; ah… bonos diyas, amigous… ¿de México o de Colombia? Baisanitus…
aquí máis baratu 10 fotos bor 20 dólares… bueden ser hasta 12 fotos… quí dice…
amigos… Ou brefieres con camello incloído? Camello bueno… su siñoras lo castiga
si se pourta mal! Abrovecha amigous! Quince minutus in camello bueno y bonito… mira que le cayes muy bueno al
“Omán”, sestá riyendo contigo y mira, mira, hasta te mira el ojo… Sube pois
amigu!
-A ver, toros aquí! Bor toros los
dioses del Nilo, no berder el grupo… aquí berderse. Berderse la entrada a la
Cámara Brincipal de la Keops… yala, yala? Meshi, meshi! Aquí tener los tickets…
bonerse en fila india bara boder agacharse en ciertos basajes… mijor tomarse de
la mano bara no detenerse en las muchas entradas y chocar con cualquiera de las
favoritas del Faraón… que osteres siñores toristas podéis acabar shendo favoritas
en el Valle de los Mortos!
Trepamos o mejor dicho gateamos
como 20 metros, que parecieron cien, por un virtual sendero escalonado surcado
exprofeso en plena piedra caliza para crear una atmósfera de misterio e
incredulidad, mas también parecía haberse quemado alguna esencia aromática para
darle un mayor efecto dramático a la tenebrosa travesía conducente hasta los
aposentos mortuorios del gran rey de reyes, el poderoso Tutankamón. Íbamos
avanzando lentamente cuando, de pronto, la estrecha senda se tornó más oscura y
su techo bajó ostensiblemente obligando a todo el mundo agacharse para exigir
una reverencia obligada en el sitio sagrado. Paulatinamente el aire se fue
enrareciendo aún más y pronto quedé desligado de la fila. Un creciente sopor invadía todo mi ser y aquel
sudor subía muy helado cual negra cobra que me turbaba desde el final de mis
uñas hasta quedar en la más completa orfandad, obnubilado aún más por el
gigantesco manto de la nada.
-¿Quién eres tú desdichado infiel
y qué diablos hacéis en mis aposentos reales?
-¿Cuá… cuá… cuáles aposentos
reales? Si todo esto es una sala funeraria… pues allí está ese sarcófago de oro
sobre esa blanquísima y gigantesca base de mármol y esa es una capilla
funeraria a todo dar… pero ¿qué hago yo aquí si estoy vivo?
-Ministro de qué provincia sois…
y cómo os atrevéis a venir así, envuelto en esa túnica de dos piezas y la
inferior partida en otras dos? ¿Acaso
sois Anubis disfrazado de extranjero para conducirme hasta el Valle de los
Muertos?
-No. Naranjas! Es decir, mi
estimado Tut, yo estoy más asombrado que vos. Vengo del SXXI y no sé cómo
diablos podemos conversar y entendernos; tampoco el poder explicar, si estoy
vivo qué hago en este lugar y lo peor… cómo hago para salir de este tremendo
lío que me he metido. No, no soy Anubis, ni Toth, ni Amon Rha; mucho menos un
escarabajo de Menphis, pues creo ser de Thebas… un simple mortal tebano…
-Bueno, pues, entonces si
vosotros seguís insistiendo que sois del otro bando, solo os queda escoger: ¿o sois
eunuco de uno de mis harenes… es borque
yastaréis agujereado o me haréis compañía en mi travesía hacia los confines de
la eternidad… allí donde nos aguarda la única amiga imperecedera: la
inmortalidad!
De pronto, nuevamente se hizo la
luz y una imagen conocida se perfilaba en el confuso círculo multicolor de
rostros amigables que me rodeaba: era el guía, que sudando a cántaros, trataba
de reanimarme a como dé lugar:
-Siñor torista, mi estimado
faraón beruviano… ¿Cómo ocurrirte meter en sagrado sarcófago sin avisar a
nadie? ¿Bara qué llevar consigo una vela encendida? Tú tener muy en cuenta bara
la bróxima vez que trates de embezar tu viaje final y como bruebas de gratitud eternas,
deberás ser brebarado íntegramente en las ceremonias necrológicas brobias del
embalsamado y no con las expulsiones nefrológicas que querías recibir de aquel
camello macho super gigante, y que apenas le tocaste sus partes íntimas os
aplicó una batada de mula en bleno hocico que te la ha brivado bor 24 horas y
ya estabas a bunto de sacarte entrañas y bañarte en esencias de sándalo y
meterte mucha pero mucha mirra por ambos extremos. Yala, yala; meshi, meshi.
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