Estimado Dr. Ch. Fast: a estas alturas del partido y con más horas de vuelo que Mike Jagger en cuanto a levantes me refiero, he podido darme cuenta que, el ser humano en general y, el macho en especial, todavía se cree el único espécimen con derecho al premio, sin importarle que la sacrificada hembra se quede en ayuno permanente, teniendo que recurrir a los mil artilugios del SexShop. Y esta bestia, hasta hoy, solo se preocupa – o se ocupa- de coger, servir o montar la mayor cantidad de hembras para asegurar primacía, liderazgo o el supuesto penacho de garañón. ¿Por qué hasta el momento, a pesar de estar en permanente evolución (el famoso Homo Faber) no ha cambiado su personal “encanto” de padrillo ególatra, convirtiéndose en el súper flash erótico del reino animal? (Aunque hay muchos que nos superan en milésimas de segundo: el gato, p.e. el que apenas trepa sobre su presa ya está arañándose los bigotes buscando escapatoria segura y recontra inmediata, teniendo que guardar su afilado serrucho en medio camino del gran escape. Asimismo, el pequeño macho de la Viuda Negra sabe que, por ser tan flash, no figurará en el próximo censo por aguantado, razón suficiente para ser condenado a postre para que aprenda a hacer bien las cosas con sus ancestros. ¿Hay solución en perspectiva o estamos condenados a seguir buscando aquella presa que sea súper sensible; aquella que tan solo con sentir que le están metiendo una mirada penetrante, ya estemos tocando las puertas de su punto G?
Jaime
Pendavis, La Coruña, es.
Inquieto Jimmy: solo la tibieza de mil gratos encuentros
habidos con chicas “malas” te pueden permitir formular estas lucubraciones sobre
algo que resulta ser tan esencial y existencial: la conservación de cada
especie. Si bien, en cada filum las condiciones vitales están determinadas por
leyes naturales que, por su perfección, permiten mantener el equilibrio
biológico; en cambio, la propia evolución del ser humano (impelido por los
permanentes ruegos de la inteligente hembra -a punta de combo y bajo la amenaza
de cierre permanente de su Bormix, lo ha empujado, con largos empellones, a
tener, gozar y disponer de otras formas, modalidades o poses “más inteligentes”
o más refinadas, llegando, tal sofisticación del asunto, en miles de posturas
que parecen aseverar: a mayor grado de dificultad, mayor goce sexual.
-Negrita… ¿Hacemos el arco y la flecha?
-Pero…Pedro… ¿por qué no dejas el celular y vienes a mi casa?
Sin embargo, todavía el goce sexual masculino sigue ignorando hacer
llegar al muere ( aunque sea arrastrándose) pero junto con su hembra. El moderno
macho sigue siendo tan animal como al inicio de su existencia coital. Tanto así
que hoy va camino a constituirlo en un deporte mundial: solo interesa el
disponer de un harem, generando –desde el otro lado- grandes actuaciones
histriónicas para hacer creer al animal de encima que es todo un real amante.
Mas también estoy convencido que la liberación sexual femenina está jugando un
papel extraordinario:
-¿Y qué tal lo estoy haciendo, negra?
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