Estimadísimo Dr. Chiro T. Fast: Ay, doctorcito, que estoy sumamente
preocupada, lo estoy; tanto así que me veo en la imperiosa necesidad de
recurrir a su prestigiado y prestigioso consultorio, el cual es muy ponderado
por mis amigas de promoción, con quienes me reúno todos los martes “femeniles”
en el Spa de nuestra/o amigo Marco Antonio.
La razón esencial de mi desazón radica en la aparición de
un indeseable en mi delicado, rosadito e inmaculado pechito: acabo de descubrir
esta nefasta venganza del destino. Sí, efectivamente, creo que es un defecto
esta inexplicable situación que me está carcomiendo el alma. Resulta, pues,
doctorcito, que hace exactamente 29 días brotó, justo en el medio de mis cuidadas
e inmaculadas chichis una manchita rosada, la que poco a poco se fue tomando
forma de un granito cualquiera, tan natural y compresible como el surgimiento
de un cabello en la cabeza; Ay, pero esto es inadmisible… me quiero morirrrr,
ay¡ pero cuán grande fue mi sorpresa cuando se convirtió en un inocultable granote
de tamaño exportación, oye; para luego explotar en un repugnante volcán y con
la posibilidad impostergable de convertirse en la tercera chichi. Me duele mi
pechito, pero el dolor era más grandote en mi alma porque nunca, nunca me había
salido alguno de tales proporciones, ni siquiera en mi cu…tis.
Si la cosa hubiera quedado ahí, en una simple y vulgar
espinilla, todo habría sido lo normal y comprensible, mas esta glándula sebácea
terminó con mi tranquilidad cuando dicha erupción marcó el nacimiento de un desafiante pelo, el que solo lo he visto en pechos masculinos,
¿Será que me voy a pasar al otro equipo? Todos los días me levanto y lo primero
que hago es mirarme mi cosita y ver si no se ha transformado en un adefesioso
adminículo varonil. Yo soy hembra por los cuatro costados, pero constantemente
me toco el pecho y la herida me duele más y más. ¿Doctorcito, tengo cura? O de
una vez llamo un cura? Respóndame que estoy a un paso de suicidarme como todo
un macho¡
María José, El Cardo
Querida José Ma.
Perdón, quise decir María José, tal vez no lo vayas a creer, pero la aparición
de vellos en el pecho no es únicamente parte de los caracteres que singularizan
al género masculino; ya ves, por ejemplo, los orientales, especialmente la raza
amarilla, la cobriza y mayormente la negra (no la Mercedes Sosa, que Dios la
tenga en su Coro Celestial), ni la Negra Rosa, tu vecina que es una real y
auténtica bitch, carecen de pilosidad pectoral y sin embargo dejan de ser
machos; o por el contrario, la caucásica y alguna que otra etnia masculina eurocentral
tienen y mantienen un pellejo de chimpancé que les cubre ambos pectorales como
un vago recuerdo de nuestros antepasados simiescos con los cuales podían tapar
hasta cuatro monas a la vez y dos más de repuesto, por si se producía otra era
del hielo.
La aparición de
alguna pilosidad en la zona pectoral, si bien es característica preferente del
género masculino, no significa de manera alguna que sea exclusiva y excluyente.
Son muy contados los casos en que aparecen en el otro bando, es decir, en las
hijas de Eva, quienes como tú, carecen del manto capilar propio de otras
latitudes: cara, axilas e ingle, etc.etc. Tan solo es una mala pasada que te ha
jugado las hormonas y la melanina. No hay ninguna peligro de modificar tus
caracteres, tus gustos o preferencias sexuales; salvo que a estas alturas del
encuentro tengas desarrollada toda una pelambre pectoral, te estés afeitando
todos los días el bigote y la barba y hayas empezado a tener principios de
tortícolis por voltear la cabeza cada que se te cruce en el camino un buen
derrier, en cuyo caso será necesario que
acudas a un psicoanalista, a un nutricionista y a un endocrinólogo. Con el
nutricionista, para que te mida el aceite , el aceite del colesterol malo,
porque a estas alturas debes estar con las presión en 150; pídele recomiende una nueva dieta y puedas
cambiar de mariscos: deja las tolinas y busca los locos.
Con un buen
endocrinólogo y te pueda bajar con moderación la cantidad de testosterona y
dejes de estar jugando a las pulsadas con todos los machos del barrio. Por
último, con un psicoanalista para que busque en el fondo de tu subconsciente el
ello que te corresponde, porque pareciera que es ella quien quiere darse unas
vacaciones por el consciente a través de estas jugarretas que se producen una
de cada ciento cincuenta mil. Rompe el chanchito y buena suerte!
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