miércoles, 23 de septiembre de 2015

PROMETEO



Nunca una obra ajena –como en este caso- ha sido capaz de inmortalizar a un fabulador de talla universal como es considerado graciosamente  el gran dramaturgo Esquilo, a quien se le atribuye 79 tragedias más una trilogía denominada Prometeica y de la cual tomaremos la más representativa: PROMETEO ENCADENADO.

Gracias a Prometeo, todavía siguen maldiciendo labradores, profesores, filósofos; amén de otros animales que estaban en el paraíso terrenal de lo más bien gozando su mayúscula ignorancia, cuando por orden celestial llegaron dos hermanos para efectuar cambios porque los saberes mundanos se revolcaban en una “cochina inmundicia”. Para efectuar semejante limpieza fueron encargados: el juicioso de Prometeo y su hermano Epimeteo, el irreflexivo.

Cuenta esta tragedia que los dioses del Olimpo encargaron a los brothers repartir cualidades, atributos o condiciones ventajosas que singularicen a cada especie animal: así, p.e. Prometeo, hizo que los insectos incesantemente reiterativos y espesos como las moscas y moscardones,  las indecorosas pulgas amantes de meterse en sitios impúdicos o aquellos diminutos zancudos nocturnos cargados con motor a chorro y que todos ellos se pasaban noches enteras creando montañas de insomnios, sean castigados volviéndolos chupadores, vividores y con camuflaje incorporado; para ello, tomó como modelo a los bichos del Aerópago (ver diccionario) y  que hoy todavía pululan en los parlamentos. A  las aves, no solamente les enchufó alas para poder volar, sino que además les incorporó una sordina y así podían piar, cantar o graznar para mostrar júbilo, arrebato o intimidades propias de su ardiente celo. A los reptiles, con perdón de las  serpientes, cuya lengua sibilina, que desde siempre envenenaba con descarada bajeza, los hizo arrastrados cuan largos e incapaces eran de mostrar seña alguna de grata complacencia. En cambio, Epimeteo, fue más práctico: llamó a todos los mamíferos y les confirió placeres por los cuatro costados aunados con algunas formas de goce placentero; pero se guardó algunos excesos de bondad para sus más fieles paradigmas hedonistas: la gracia inmensurable del burro, el regalo bicolor del caballo o la otra trompa del elefante que fueron los más aventajados en cuanto a presentes se refiere.

Mas apenas pasaron tres noches y empezaron los reclamos: la mona no estaba contenta con el color ni el tamaño del instrumento otorgado a su mono; quería hacer un cambio con el elefante; en cambio, la jirafa se quejaba por la postura tan incómoda que sufría durante el acto lo que no le permitía andar naturalmente durante un largo mes y, lo peor, que las hienas se burlaban con interminables ataques de risa que contagiaban a todo el reino; la pata y la chancha miraban un tirabuzón y se les hacía agüita la… boca; la cigarra macho solicitaba un protector de amianto para su herramienta; hasta la gata pedía a gritos que el serrucho que le había tocado no tenga los dientes en dirección contraria, pues la retirada de su consorte la hacía vibrar como un viejo y destartalado violín.

Apenas Zeus se enteró de los cientos de reclamos efectuados y los miles que faltaban escuchar, dispuso celebrar una asamblea urgente para eliminar la competencia, cuya orden del día rezaba: tratar el grave caso de aquel mono lampiño que hablaba; además, era el más promiscuo por ser copia fiel hecha a  imagen y semejanza del mismo dios... mas lo cierto de la orden era: eliminar al atrevido de Prometeo, pues  había otorgado al ser humano los peores excesos: caminar erguido, cambiar de dieta: dejar de comer plátanos a cambio de tener predilección por la leche que tenía a la mano y en doble ración; además le enseñó a dominar el fuego; pero lo que más les dolió fue que les enseñara a pensar puesto que se creía tan solo era una facultad propia y única de los dioses. Para colmo, Prometeo para ofrecer un sacrificio al dios de dioses, mató un buey y lo llenó con piedras simulando brindarle una pieza única por su gordura y presentación. A Zeus solo le quedó chupar los huesos y simular degustar buenos bocados para no verse burlado ante su corte celestial. Finalmente, este dios menor se negó a revelarle cuál sería el hijo que superaría al Padre del Olimpo, razones más que suficientes para castigarlo a través del tío Hefestos a quien Perseo lo tenía de lorna, pues a él le robó el fuego sagrado y se lo dio a la especie humana en el supuesto que aprendería a razonar, pero sigue tan bestia como siempre.

El dios del averno lo encadenó a una roca frente al Cáucaso y junto al mar por toda la eternidad y cada día descendía un águila del Olimpo que le devoraba el hígado, propiciando sus ingentes clamores que hallaron eco en el amor de su madre quien se permitía reparar el daño efectuado con el despertar de cada aurora; hasta que un día sus lamentaciones también fueron escuchadas por Heracles o Hércules quien de un flechazo mató al buitre y el joven titán pudo liberarse para seguir complicándole la vida a Zeus y a todos los demás mortales, creando  el firme convencimiento en esta animal especie que existe un mesianismo pendiente que proclama: hagan cola, que ya les va a llegar graciosamente el conocimiento. Y desde el Olimpo, este Titán, se sigue riendo por la estupidez frustrante de nuestras propias mentiras a causa del espesor no calculado de nuestra corteza –debe estar cerca a la pulgada-, con el agravante de una creciente desaparición de neuronas por falta de uso!
                                                                              


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