Después de algunos meses de
intensa felicidad, todo andaba de lo más bien en el palacio y Penélope presentaba
un reverendo bombo con 8 meses y pico de gestación, cuando llegó una convocatoria con carácter de:
ipso-pucho presentarse ante la real escuadra griega, pues esta había declarado
la guerra a la inexpugnable Ilión, tan solo por un hecho fortuito: el esmirriado
príncipe troyano, Héctor, (digamos, la mitad de un Marc Anthony) se tiró, así dicen
las escrituras; bueno, se robó a la esposa de Menelao rey de Grecia, la
hermosísima Helena. Un asunto jotidiano en aquellos tiempos, pues todos se
tiraban (ojo, robaban o raptaban) a todos. Odiseo partió sin conocer a la
guagua y Pene (así sonaba en su trato íntimo) se quedó tirando cintura por
muchas noches, lunas y años, según nos relatan además Homero, Hesíodo y
Virgilio, el trío de chismosos y
lengua-largas más famoso de la historia del Período Clásico.
Como vos comprenderéis, ella
joven, guapa y sensual hasta la punta de las pestañas, trataba de ocultar sus
apetencias y deseos bajo gruesas y largas vestimentas, pero a pesar de ello, de
lejos se podía advertir la voluptuosidad de sus contornos, exacerbando mucho
más las insinuaciones de sus pretendientes: -Mamacita, rica… perdón, su
majestad, han pasado largos 20 años y de vuestro esposo… solo se sabe que ha
desaparecido for ever y Telémaco vuestro hijo, es muy joven para poder
gobernar… y además, nos hemos enterado que vuestra majestad, -en estos últimos
3 años-, se halla tejiendo una mortaja para vuestro suegro Laertes. Creemos que
el mencionado ya está muerto, pues despide un fuerte olor a cecina… que se
percibe a dos estadios de distancia y una mortaja para ese esqueleto se puede
terminar en tres horas; total solo es hacer una funda para almohada de bebé y
se acabó. Tenéis tres días para acabarla y a la mañana siguiente convocamos un
concurso de sapos… y el ganador ocupará el trono abandonado por vuestro difunto
espeso!
-No os preocupéis! Esta misma
noche la acabo y podéis propiciar el menguado concurso, pero, ojo, ojito: para
poder participar tendréis que tesar la cuerda del arco de Odiseo, calzar una
flecha y hacer pasar libremente por el mango de 12 hachas colocadas en hilera.
Pues… cúmplase! ¡Os lo manda vuestra inigualable top model de Ítaca!
Preocupada por tan infausto
acuerdo real se hallaba con la cabeza sobre la almohada cuando la puerta de sus
aposentos nocturnos sonó desesperadamente:
-Who is? What do you want? It´s
too late… but come in, chato!
-Su majestad, perdón… pero en la
puerta del castillo hay un mendigo de luengas barbas, quien dice ser Odiseo y
ya ha tumbado a 20 guardas… bueno, el único que lo ha recibido muy alegre en
sus ladridos ha sido Argos… ¿qué hago, SM?
-Bien… hazlo pasar! Pero que se
bañe, al toque!
Antes de hacerlo pasar al
mendigo, su intuición le dice: “dispón de manera diferente los gigantescos
pellejos de cabrón que conforman vuestro lecho y acuéstate del otro lado”.
-¿Cómo os habéis atrevido a
cambiar el orden de los colchones en mi ausencia? ¿Y por qué ahora ocupáis el
otro lado de nuestro lecho?
Despertó el nuevo día, se dio la
partida y arrancó el torneo; el único que pudo armar carpa, perdón, el arco y
hacer pasar su flecha sin tocar un pelo de los doce cabos de hacha fue Odiseo,
quien con la ayuda de Telémaco y sus criados Eumeo y Philoethius dieron de baja
a todos los deseosos canes empezando por Antinoo y terminando con Angelao,
Amphinomus, Oxipuss, Demoptulemos, Élato, Peisandros y otros viejos lobos… y vivieron felices por muchos años. Telémaco
tuvo un reinado exitoso. Y este hermoso mito se pierde en las páginas del
tiempo, dejándonos un sabor agridulce sobre la relación entre belleza femenina,
castidad y tiempo.
En pleno S XXI… podrá existir algún caso similar? A lo
lejos se escucha el leve rumor de una canción romántica muy… pero muy sugerente:
Melodía desencadenada (Unchained Melody).
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