domingo, 30 de agosto de 2015

PENÉLOPE


Este singular portento de mujer aún persiste, en una versión imperecedera de nuestra primera JLo, como símbolo excelso (salvo algunas mentes retorcidas de algunos amantes pajónicos) de lo que significa vivir –siendo casada- en total abstinencia carnal, pues ella estaba a régimen dietético por decisión propia, de los dioses y del inexorable Hado. Tal como lo pintó nuestro caserito Hesíodo, pudimos verificar que, efectivamente, Penélope era un material súper A1 –el más potable de Ítaca- donde su rey Odiseo, tuvo que hacer gala de toda su astucia para hacerla totalmente suya… hasta los aretes; pero, por sobre todo, para justificar su enlace con una doncella de 14 veranos y 00/Km. de recorrido, pero como su palabra era ley… todo el mundo –inclusive los suegros- tuvieron que dar el sí, so pena de quedarse mudos para siempre e inmediatamente ataviarla con una mini-mini para una mayor disposición… y cumplimiento de las normas y caprichos reales.

Después de algunos meses de intensa felicidad, todo andaba de lo más bien en el palacio y Penélope presentaba un reverendo bombo con 8 meses y pico de gestación,  cuando llegó una convocatoria con carácter de: ipso-pucho presentarse ante la real escuadra griega, pues esta había declarado la guerra a la inexpugnable Ilión, tan solo por un hecho fortuito: el esmirriado príncipe troyano, Héctor, (digamos, la mitad de un Marc Anthony) se tiró, así dicen las escrituras; bueno, se robó a la esposa de Menelao rey de Grecia, la hermosísima Helena. Un asunto jotidiano en aquellos tiempos, pues todos se tiraban (ojo, robaban o raptaban) a todos. Odiseo partió sin conocer a la guagua y Pene (así sonaba en su trato íntimo) se quedó tirando cintura por muchas noches, lunas y años, según nos relatan además Homero, Hesíodo y Virgilio, el trío de  chismosos y lengua-largas más famoso de la historia del Período Clásico.

Como vos comprenderéis, ella joven, guapa y sensual hasta la punta de las pestañas, trataba de ocultar sus apetencias y deseos bajo gruesas y largas vestimentas, pero a pesar de ello, de lejos se podía advertir la voluptuosidad de sus contornos, exacerbando mucho más las insinuaciones de sus pretendientes: -Mamacita, rica… perdón, su majestad, han pasado largos 20 años y de vuestro esposo… solo se sabe que ha desaparecido for ever y Telémaco vuestro hijo, es muy joven para poder gobernar… y además, nos hemos enterado que vuestra majestad, -en estos últimos 3 años-, se halla tejiendo una mortaja para vuestro suegro Laertes. Creemos que el mencionado ya está muerto, pues despide un fuerte olor a cecina… que se percibe a dos estadios de distancia y una mortaja para ese esqueleto se puede terminar en tres horas; total solo es hacer una funda para almohada de bebé y se acabó. Tenéis tres días para acabarla y a la mañana siguiente convocamos un concurso de sapos… y el ganador ocupará el trono abandonado por vuestro difunto espeso!

-No os preocupéis! Esta misma noche la acabo y podéis propiciar el menguado concurso, pero, ojo, ojito: para poder participar tendréis que tesar la cuerda del arco de Odiseo, calzar una flecha y hacer pasar libremente por el mango de 12 hachas colocadas en hilera. Pues… cúmplase! ¡Os lo manda vuestra inigualable top model de Ítaca!

Preocupada por tan infausto acuerdo real se hallaba con la cabeza sobre la almohada cuando la puerta de sus aposentos nocturnos sonó desesperadamente:

-Who is? What do you want? It´s too late… but come in, chato!
-Su majestad, perdón… pero en la puerta del castillo hay un mendigo de luengas barbas, quien dice ser Odiseo y ya ha tumbado a 20 guardas… bueno, el único que lo ha recibido muy alegre en sus ladridos ha sido Argos… ¿qué hago, SM?

-Bien… hazlo pasar! Pero que se bañe, al toque!

Antes de hacerlo pasar al mendigo, su intuición le dice: “dispón de manera diferente los gigantescos pellejos de cabrón que conforman vuestro lecho y acuéstate  del otro lado”.

-¿Cómo os habéis atrevido a cambiar el orden de los colchones en mi ausencia? ¿Y por qué ahora ocupáis el otro lado de nuestro lecho?

Despertó el nuevo día, se dio la partida y arrancó el torneo; el único que pudo armar carpa, perdón, el arco y hacer pasar su flecha sin tocar un pelo de los doce cabos de hacha fue Odiseo, quien con la ayuda de Telémaco y sus criados Eumeo y Philoethius dieron de baja a todos los deseosos canes empezando por Antinoo y terminando con Angelao, Amphinomus, Oxipuss, Demoptulemos, Élato, Peisandros y otros viejos lobos…  y vivieron felices por muchos años. Telémaco tuvo un reinado exitoso. Y este hermoso mito se pierde en las páginas del tiempo, dejándonos un sabor agridulce sobre la relación entre belleza femenina, castidad y tiempo.

En pleno S XXI… podrá existir algún caso similar? A lo lejos se escucha el leve rumor de una canción romántica muy… pero muy sugerente: Melodía desencadenada (Unchained Melody).





  

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