miércoles, 15 de julio de 2015

DESPRECIABLE PROMETEO

Mis indignos vástagos:

Aunque no os hubiera querido dirigirles palabra alguna a ninguno de vosotros (hijos de la guayaba), debido a esa mataperrada que me hicieron, junto con tu hermano Epimeteo (regalar mis preciados atributos a los otros animales de la tierra). Según me enteré: la supermemoria, destinada para el extraviado de tu tío Hefestos, quien no encuentra, hasta la fecha, sus pedernales para encender sus avernos, llora al tropezar continuamente con cada pedrón incandescente y pronto va a tener hasta los cuernos rostizados, se la regaló a los elefantes y hoy estos animalotes matan a sus hembras por no reconocerlos públicamente como únicos amos y señores de la manada conyugal. De otro lado, la volátil astucia, encargada por el taimado de tu abuelo Cronos, se la quiso otorgar graciosamente a las tortugas que parecían morirse de risa hasta el pataleo cuando les daban vuelta; pero gracias a  que tu abuela me pasó el tufo, pude guardarla para los iguanodontes que están a punto de desaparecer porque se entregan solitos al primer llamado del Tiranosaurio Rex . Igualmente, el deseo insaciable de comer carne, pedido por tu vieja a pesar de cambiar, por tercera vez, esas prótesis tomadas de los orangutanes, las hizo polvo en tres noches; ya que no entendía todavía la diferencia entre chupar y masticar; se la entregó, de a gratis,  a las hienas, tan solo porque él creyó haberles caído bien; ya que lo miraban y se morían de risa.

Mas me dirijo a vos, Prometeo: -Para poderos resarcir de  este desbalance celestial, solo os queda coger vuestro escudo y espada para dirigiros hacia abajo, la morada de los otros animales, que son un poquito más inteligentes; sin embargo, siguen de cuatro patas, no piensan para nada, solo gruñen y las manos solo les sirve para caminar. Hay que hacer un cambio inmediato y tú eres el elegido si es que logras impresionarme con algo diferente a lo hecho por tu hermano.

Indudablemente que este joven dios era de otra época porque era muy pilas. Presentó dos carcasas de buey, tan bien cebados que parecían chanchos; en uno colocó en su interior huesos y pellejos y, en el otro, lo rellenó con vísceras y lo completó con  grasa animal. Luego, lo invitó a escoger cuál era el que correspondía a los dioses y cuál, a los desdichados mortales. Zeus escogió el de la grasa porque supuestamente allí estaba  la mejor carne.

El dios, olímpicamente burlado, se puso rojo de ira y disimulando su gran enojo, dijo a Prometeo: -Bien sabes que allá, en la tierra, esos seres desvalidos aún no tienen fuego ni conocen su luz, motivos por los cuales se siguen multiplicando como chinos y voy a tener que mandarles un diluvio para limpiar tanta mermelada; además, ojalá que  logres meterles un poco de entendimiento entre los sesos; asimismo, que puedan comunicarse aunque sea en griego y, por favor, reduce el espesor de su cráneo que hoy en día pesa como una arroba y las ideas no pueden salir.; es decir, siguen tan animales como siempre!  

-Bien, padre, así será y así lo haré! Pero este mancebo se fue riendo maliciosamente, pues ya se frotaba las manos porque conocía a la perfección el relajo terrenal que por estos lares se vivía desde siempre. Bajó a este valle de las trampas, las amiguitas y las damas de compañía…  perdiéndose for three weekends! Durante esas tres semanas vividas a full time en el más famoso pub del momento: El Olimpo, se enamoró de sus tres máximos modelos: Safo, Dalila y JLo (simples coincidencias onomásticas). Solo cuando reparó en el nombre de la discoteca de ambiente, se acordó de su misión. Fingió necesitar de una visita protocolar a su tío Hefestos o Vulcano. Se tiró el fuego sagrado y lo metió en su bolsa de dormir. A su regreso, quiso impresionar a sus recientes amigos y les enseño a comunicarse, caminar erguidos, limpiarse los oídos para poder oxigenar aquellos vestigios de neuronas y así poder aprender, pero hasta la fecha las cosas no han cambiado: pues este chisme milenario se ha convertido en un mito grandioso e imperecedero: el dios del olimpo engañado, castiga a su propio hijo a ser encadenado en una roca por toda la eternidad y cada día vendrá un águila para devorarle las entrañas, pero a pesar de la crueldad manifiesta y del castigo perpetuo, Prometeo y su fuego sagrado del conocimiento seguirá persistiendo en su afán por cambiar al género humano; sin embargo, a estas alturas debe estar convencido que se pelean hasta el fin de los siglos por seguir siendo los mismos animales de siempre! 

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