martes, 21 de julio de 2015

A LA CAZA DE MINERVA

Hermana Minerva:


No os pongo querida porque ya no guardo ni la mínima muestra de tal sentimiento por vos. Pues, os pregunto, ¿cómo es posible que hayáis posteado en las redes sociales de este nuestro mundo antiguo que nuestra madre Latona tuvo mellizos varones, sabiendo que soy toda una damita por los cuatro costados, sino dignaos preguntaros a nuestros primos y demás amigos de nuestra amada isla Delos; pero, especialmente al vouyerista (mirón, por siaca) de  Acteón, quien no solo se contentó con verme en pelotas, es decir, calatita; se mandó y quiso comprobar las medidas olímpicas de esta suscrita pero, pasando su wincha por debajo de mi inmaculada túnica, a las doce de la noche y detrás del altar mayor del templo levantado en honor de nuestro ´fidelísimo´ padre Júpiter; sabiendo que  a esa hora no hay ni una miserable tea encendida. Así que opté por lo más puro y virginal (como es la mayor parte de mi mente). Lo convertí en un hermoso ciervo; pero, para que aprenda a respetarme, le solté mis mastines castigados por tres días a dieta estricta y se dieron un banquete. Ya vos veis que únicamente trato de ser recta y si nuestro padre me dio un arco gigantesco y un carcaj de una brazada de largo solo lo hizo para que me viera más dulce y angelical. Sin embargo, os debo revelar que también tengo mi carácter bien cargadito, y la prueba de ello fue la reprimenda que le metí al  guapetón de Orión a quien lo chapé flirteando con Egeria, mi comadrona. Él, consciente de haber cometido una falta de respeto, se ofreció voluntariamente como un buen blanco móvil para mis prácticas de tiro al arco. El ejercicio no salió tan mal porque ese día amanecí con una resaca de la gran lira y mi amado Orión terminó con 20 flechas en el mero mero y se fue derechito al averno. Como veréis, mala decisión la suya; sin embargo, os voy a brindar otra muestra de mi inacabable bondad: a las 100 ninfas otorgadas graciosamente por nuestro gentil padre, les prohibí tener relaciones con varón alguno a fin de que se conserven puras y castas como nosotras (pues, confío en vos). Sin embargo, para no olvidar los chapes que hacíamos en nuestra juventud --hace miles de años- os puedo recomendar un secreto que lo vengo practicando hace unos cuantos siglos: resulta que me enamoré perdidamente del pastor Endimión (un papacito de la Gran Troya) pero como no podíamos ni tocarlos, traté de darle la mayor cantidad de ósculos mientras dormía. Ojo, si esto quieres ponerlo en práctica con el mancebo Adonis, no lo hagas; ni siquiera lo intentes: es muy vulnerable y puede chismearle a nuestro páter familias; además, con cualquier otro mortal, nunca roces siquiera sus labios pues perderías tu calidad de diosa. No te olvides que somos las vírgenes blancas, que estamos en aras de la eternidad y así debemos permanecer invictas; caso contrario, por si lo olvidas, aquí está tu sister que te puede castigar y convertirte en una zorra y ahí vas a saber lo que es rico!

Dianita tu hermana que siempre cuida tus espaldotas.   


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