Hermana
Minerva:
No os pongo querida porque ya no guardo ni la mínima muestra de tal
sentimiento por vos. Pues, os pregunto, ¿cómo es posible que hayáis posteado en
las redes sociales de este nuestro mundo antiguo que nuestra madre Latona tuvo
mellizos varones, sabiendo que soy toda una damita por los cuatro costados,
sino dignaos preguntaros a nuestros primos y demás amigos de nuestra amada isla
Delos; pero, especialmente al vouyerista (mirón, por siaca) de Acteón, quien no solo se contentó con verme
en pelotas, es decir, calatita; se mandó y quiso comprobar las medidas
olímpicas de esta suscrita pero, pasando su wincha por debajo de mi inmaculada túnica,
a las doce de la noche y detrás del altar mayor del templo levantado en honor de
nuestro ´fidelísimo´ padre Júpiter; sabiendo que a esa hora no hay ni una miserable tea
encendida. Así que opté por lo más puro y virginal (como es la mayor parte de
mi mente). Lo convertí en un hermoso ciervo; pero, para que aprenda a
respetarme, le solté mis mastines castigados por tres días a dieta estricta y
se dieron un banquete. Ya vos veis que únicamente trato de ser recta y si
nuestro padre me dio un arco gigantesco y un carcaj de una brazada de largo
solo lo hizo para que me viera más dulce y angelical. Sin embargo, os debo
revelar que también tengo mi carácter bien cargadito, y la prueba de ello fue
la reprimenda que le metí al guapetón de
Orión a quien lo chapé flirteando con Egeria, mi comadrona. Él, consciente de
haber cometido una falta de respeto, se ofreció voluntariamente como un buen
blanco móvil para mis prácticas de tiro al arco. El ejercicio no salió tan mal
porque ese día amanecí con una resaca de la gran lira y mi amado Orión terminó
con 20 flechas en el mero mero y se fue derechito al averno. Como veréis, mala
decisión la suya; sin embargo, os voy a brindar otra muestra de mi inacabable
bondad: a las 100 ninfas otorgadas graciosamente por nuestro gentil padre, les
prohibí tener relaciones con varón alguno a fin de que se conserven puras y castas
como nosotras (pues, confío en vos). Sin embargo, para no olvidar los chapes
que hacíamos en nuestra juventud --hace miles de años- os puedo recomendar un
secreto que lo vengo practicando hace unos cuantos siglos: resulta que me
enamoré perdidamente del pastor Endimión (un papacito de la Gran Troya) pero
como no podíamos ni tocarlos, traté de darle la mayor cantidad de ósculos
mientras dormía. Ojo, si esto quieres ponerlo en práctica con el mancebo
Adonis, no lo hagas; ni siquiera lo intentes: es muy vulnerable y puede chismearle
a nuestro páter familias; además, con cualquier otro mortal, nunca roces
siquiera sus labios pues perderías tu calidad de diosa. No te olvides que somos
las vírgenes blancas, que estamos en aras de la eternidad y así debemos
permanecer invictas; caso contrario, por si lo olvidas, aquí está tu sister que
te puede castigar y convertirte en una zorra y ahí vas a saber lo que es rico!
Dianita tu hermana
que siempre cuida tus espaldotas.
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