ACLARACIONES:
Solo por un pedido especial y
espacial –redes sociales- de mis asiduos lectores (2,365 según las estadística
del INEI), cuya lista onomástica no puedo adjuntar solo por otras razones
espaciales –las del blog- es que me veo en la imperiosa obligación moral de cumplir con sus
abrumadores pedidos en los cuales solicitan insistentemente que también me
ocupe de averiguar sobre la vida, obra y milagros de los Titanes de la
Mitología Universal y les pase el dato cargado con estos célebres personajes
50% humanos y 100% mito; es así que voy
a implorar a la diáfana Aurora de los rosáceos dedos para que guíe mis veloces
corceles de la imaginación y pueda hacerles llegar -vía internet-, varias
reseñas autobiográficas.
Para tal propósito me sumerjo
en las misteriosas profundidades de la laguna Estigia para tratar de encontrar
algunos restos perdidos entre los
vericuetos del Averno y también personalmente, a punto de hacer agua hasta el
fondo, por no llevar ni un céntimo del vil metal que pueda aplacar el
cobro mortal que efectúa el espectro de
Caronte apoyado en su gigantesco y amenazante remo. Quien, apenas divisó mi
silueta, me advirtió totalmente embozado, horriblemente agachado y con una mano
llevándosela a la altura de lo que sería sus fauces: -Nada que me olvidé…
extraño! Pagas o vas a reunirte con
Sófocles y Homero! Tomé el único talento que me quedaba y tuve que
entregárselo…calladito.
Para dar inicio a esta serie
de reportajes –porque vamos a entrevistar en vivo y en directo a los
protagonistas de cada chisme universal, desde nuestra Centralota, obsequio del
Doc. Vladi, quien mandó trasladarla recientemente y aunque se resiste a pasarme
el dato exacto de su nueva ubicación; hoy, tengo mi propia DINI (pero esta
funciona) y ya sé que se halla en las profundidades del Lago de Tingo.
Utilizando un reciente equipo
de buceo con propulsión atómica, voy directo al Egeo y de allí, por la misma
vía, hasta el Asia Menor y al toque, empezaremos las indagaciones hasta dar con
el Olimpo; allí, después de beber unas cuantas copas de ambrosía, pedirle a
Zeus –con sumo cuidado- un par de sus divertimentos amatorios: musas y nereidas
(porque las bacantes griegas a uno lo pueden dejar vacante) y así, ponernos a
redactar los chismes más saltantes de la Mitología Griega que han podido
trasuntar el tiempo y la historia.
Luego,
pues, empezaremos contándoles la historia de uno de los gloriosos escogidos de
todos los tiempos: Aquiles.
Acudo a ti, hermosa
Calíope, para que, montado en el Pegaso, me lleves a través de las ondas del tiempo, me permitas ver a
Aquileo, “El de los pies ligeros”.
Corría el año, 1
120 a C. y la hermosa diosa Tetis (sí, estimado lector; la de las teresas más
hermosas) resulta embarazada después de haber disfrutado de un inolvidable
weekend donde el relajo duraba, por lo menos, un mes completito. Después de la
embriagadora pachanga, ella no tenía ni
la menor idea de cómo había logrado regresar al Olimpo, ni quién la había
acostado; mucho menos del que le había volado el velo, el manto y la túnica; y
lo peor, desconocer la paternidad de su
guagua. Sumamente alarmada por la pérdida de su regla –cosa que en ese tiempo
era un delito contra la Geometría, pidió una audiencia para hablar con Zeus,
pero este zamarro cogió una nube hecha polvo y se la tiró; es decir, le disparó
una tormenta de rayos. La encegueció y se hizo el loco por tres largos siglos,
aclarando que solo esto lo hacía por la merecida atención que le deparaba la
serie de asuntos propios de la corte celestial: tenía que despachar, en forma
satisfactoria, unas diez diosas, semidiosas y dioses por día.
Tetis, la de las
hermosas chichis, no pudiendo ocultar su encarguito por más tiempo, dado que
este se veía a 500 codos de distancia, supo que el dios supremo se ponía
colorado como un tomate cada vez que escuchaba la palabra, cinta, en bola o
Llerena; solo fingía una obligada sonrisa y se retiraba con otras tres diosas
para el postre.
Nació el príncipe.
Tuvo una esmerada educación a cargo del Centauro Quirón: ejercicios físicos,
estrategias de combate y prácticas de lucha cuerpo a cuerpo con unas flacas
venidas de Ilión (Troya) y que eran las top models del mundo antiguo conocido:
(90-59.120). En suma, este mocetón resultó ser un tigre en el ataque y un macho
cabrío para las conquistas.
Pero quien le paró
los machos fue su esclava Criseida de apetitos insaciables; lo tenía preso de
la cintura para abajo y a pesar que él fue su mentor la alumna le salió muy,
pero muy aplicada y lo hacía tirar la esponja en cada encerrona que se metían.
Pero él solo quería
seguir metido en sus peleas cuerpo a cuerpo y nada que ver con la conquista de
Troya; mas cuando raptaron a su batidora portátil, se sintió un simple mortal y
recién conoció el atraso, la sacada de vuelta y fue el creador de la letra y
música de El Venao.
Una vez envuelto en los brazos de la
lucha –la de Troya, of course-, desembarcó en Ilión, destruyó el Templo de
Apolo y cuando estuvo a punto de hacer lo mismo con recinto de las vestales, apareció una túnica rosa que olía
a sándalo y mostraba un delicioso color de piel argentada, pegadita y metida
allí un hermoso ejemplar de 1.80m, quien coquetamente, pero con mucho aplomo le
preguntó:
-Dulce mancebo de allende la
grandiosa Hélade, dime, ¿quién sois vos?
-Aquileo!
-Pero yo no leo nada… No sé el
griego… dime, en Spanish ¿cuál es tu gracia?
-No la puedo mostrar porque…hay mucha
gente… y se pueden espantar…
-¿Así de grande es?
-Ah… El de los Pies Ligeros, y… a
quién tienes por padre?
-Elemental, mi estimada… mi pater es
Júpiter Kaxo
-Ah… ah… ah… entonces tú te llamas…
Aquiles K… Y si ello es tan cierto, ¿por qué no empezamos por la priora que…
that's me!
Y por tres jornadas tuvo que ser, no
solo el de los pies ligeros, sino, de otros menesteres más “huevos” también.
Luego, un poco recuperado de la anemia fulminante debida a la falta de calcio,
fósforo, pero no de potasio porque los tenía a la mano, se enteró de la muerte
de su primo Patroclo Empédocles, expirado por engullir tres platos de frejoles
troyanos más nueve huevos fritos en aceite de lagarto –para darle una mejor
presentación- y siete litros de leche de cabra para combatir la inflación.
Dicho ágape fue discretamente elaborado por la princesa troyana Andrómaca quien
–en su defensa- dijo haberlo confundido con su mismísimo primo Aquiles, de
quienes se comentaba eran el uno para el otro. Tras la necropsia –hecha por el
propio Aquiles- dentro del occiso pudo descubrir cuatro dagas y una espada
tamaño familiar metidas en las entrañas de su choche quien se había puesto su
armadura por quererse ganar una triple jornadita con aquel selecto cuero marca
Briseida.
Este singular Héroe llora y, lleno de cólera, mata a
Héctor, al enterarse de la confusión propiciada por consejo de los dioses,
parcializados con los del otro bando. Ata el cadáver a su carro y lo despide
de sus amados familiares y amigos dándole vueltas por nueve días seguidos
alrededor de las murallas. Escena por la cual fue muy aplaudido hasta caído el
velo infausto de la noche sobre las solitarias naves que esperaban mejores
vientos para volver a la Hélade después de nueve años con nueve meses y nueve
días de batalla tras batalla.
Termina este mito
perdido entre los cantos de Virgilio: La Eneida, con la violenta toma de Troya,
gracias a la estratagema de Odiseo, quien escondido entre la panza de un
caballo gigantesco hecho de madera, junto con una veintena de sus mejores
soldados, abren las inexpugnables murallas de Ilión y arrasan con toda la
ciudad. En el fragor del combate, Paris, hermano del sacrificado Héctor,
descubre al asolador Aquiles, coge su arco, calza una flecha y le dispara al
corazón, con tan mala puntería que el mencionado dardo, guiado por el celoso
Apolo, da en el talón del arrogante griego, única parte vulnerable de este insigne
guerrero quien así ingresa en los rebuscados anales de la mitología como uno de
los más excelsos paladines al que deparan sus extraordinarios relatos y los
aedas cantan su gloria inmortal por ser un
verdadero hijo de Tetis, la de las teresas más turgentes. Es el héroe más
cantado y recitado por los rapsodas de todos los tiempos en honor a sus
sollozos más sentidos en toda la Hélade, ocasionados por su permanente lucha
interior: atenerse a ser solo un simple mortal o de vivir entre los
brazos amantes que lo esperan en la eternidad del Olimpo: los de su adorada
madre.
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