domingo, 4 de mayo de 2025

SANMARTINCITO

 Habiya amaneciu tuito nublau y diadepronto tronó una voz  alta y muy aguda en la sala:

-¡Oíte Benooo… Benitooo… Benooo…Decíme, por Dios, ¿Ande estáisss…?

-¡Qué pasa contigo, mujer! ¡Maver… decímeee…¿Qu´ia pasau… por qué estáis tan alborotada?

-¡Ni t´imagináisss… Beno!  Tu wawa, tu wawa, puesss…

-¿Qu´iaycho mi wawa?

-¡Ha metiu la mano a mi faltriquera y ´iasacáu la plata…!

-¡No puede ser! Este koro es sano… Redepente, t´ias equivocau…él no puede hacer eso… Por más que me lo digáis…!No lo creyo!

El día anterior; tamién por esa mañanita escura, jui a comprar el pan, como tuitos los diyas. Ya sabiya que teniba que dentrar al dormitorio, coger la faltriquera de mi agüela y sacar d´iallí una peseta. Con esa peseta era sufishente pa´ dir a la tienda de doña Clara, saludarla en la mañanita y pedirle:

-Doña Clara, güenos diyas… como shempre, d´emusté diez centavos de pan… de tres cachetes, peee…

-¿Q´uia pasau hoy diya… solo vais a llevar diez centavos? Si t´uagüela, la Mariya, shempre manda a pedir los veinte centavos de tuita su vida…

-¡Nooo… por ahora,solo m´iadicho que compre diez centavos… es sufishente…porque m´iagüelo Beno, va tener que yir a´utro sitio…

-¡Ahhh… güeno… s´ies así…! Ya pues, pero, mirá, lo que te tengo en esta cajita… L´uacabo de comprar…

Aquicito nomá, delante miyo, pareciban llamarme dende aquella primorosa cajita de madera, esos chillantitos trompos ricién sacaus del taller. Tomé uno entre mis manos y allí pareciba estar durmiendo yesperando que lo dispierte con mi dietra mano derecha, que era la que nunca fallaba un tiro.

-Como estáis viendo, estos trompos son de lloque, y´están esperando que te llevéis, por lo menos un parcito… Andá, decíle a tu agüelo -que te quiere tanto- que te los compre… porque están muy baratos… a diez centavos cada uno… diez centavos nomá… porque sois nieto del Beno Paderes, por eso te digo Beno Chiquito…

Llegué a la casa más feliz que nunca agarrando fuerte mi trompo dentro del bolsillo, casi acariciándolo a ratos. Por la noche estaba contemplando mi nueva adquisición, aquel trompo que para mí, era maravilloso y ya pensaba decirle a mi agüelo que me ayude a sacarle punta a la púa que me pareciba estaba loncca. Él d´iaseguro que m´eliba a dejar como navaja y lista pa´ser el mejor de los trompos.

Yíbamos a almorzar, cuando redepente escuché una voz que tronaba en tuita la casa:

-¡Benooo…Benito… Benooo… Creyo que tu wawa s´aiequivocau y ha comprau solamente diez panes… y lo peyor, el güelto no l´ua puesto en la faltriquera… Pero…! S´ia fregau conmigo… porque yo l´uago cantar…!Pasáme el sanmartincitooo!

Ya sabiya que aquel mentau sanmartincito, n´uera otracosa quel chicote de tres ramales que lo teniya allí shempre colgado en la pader de la sala c´omuna alvertencia pa´todos nosotros, cuando  hacíyamos algo malo o dejábamos d´iacer un mandato de la mamitay y arreglaba el asunto: -Voy a llamar a sanmartincitooo… y vais a ver cóm´uarreglo la cosa en un santiamén…

En un decuido de mi mamitay y creyendo que ya s´aibiya olvidau, jui d´iajunto el batán y allí empecé a sacar punta a mi hermoso soldadito preparándolo pa´ser el mejor del barrio; de pronto, sentí unos pasos detrás de mí y una voz enérgica que me preguntaba:

-Maver…¿qué tenís entre las manos? Maver… mostrámeee… ¿D´iande has sacau eso? Oíte, zamarrooo… ¿Con qué plata habís comprau eso? ¿A quién has pediu permiso? ¡Eso no s´iace nunca… Que ya nos ha contau la comadre Clara lo qu´ias hecho, bandiu… ¡Yo te gua enseñar…

Y patitas pa´qué las quiero…

Efectivamente, apenas habiya escuchau esa amenaza, jui esconderme debajo mi catre, en la seguridá que allí no m´encontrariya…Pero más sabe el diablo por viejo o por vieja; porque jue el primer lugar ande me chapó. Solo sentí quialgo cruzaba en el aire y´una juerte quemazón que me partiya el lomo y después, apenas quise salir de mi escondite, otro más juerte en ambas piernas y sentiya que se me calchaban las patas… Salí volando en busca de m´iagüelo y no lo pude encontrar.

A la mañana siguiente, muy tempranito, sentí la presencia de mi viejo protector, quien me dijo:

-Con esto aprenderá usté a no tomar nunca una cosa ajena… y peyor s´ies dinero. ¡Tomá estos diez centavos… andá decíle a tu mamitay que l´uas degüelto el trompo y pometéle que nunca más vais a sacar un medio de su faltriquera… Yo sé que te quiere tanto como yo y qu´ella está sufriendo más que tú… Y que te va perdonar… Y dejáme tu trompo… que le gua sacar una punta pa´que nunca la olvidís…

Y el cielo empezó a llorar.

 

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