domingo, 1 de diciembre de 2024

!MI NEGRITA LINDA!

 Dende siempre, mi corta vida m´iabiya enseñau qu´este koro n´uera del montón; es más, pareciba que y´uera  harina d´iotro costal... Y dig´üesto porque dende muy chico, sólo mi tata y mi mamitay me llamaban Jorge; y dispués tuita mi jamilla y pa´ mis vecinos era el Coco; mientras que pa´ los demás koros de mi lechigada seriya simplemente “el Gato”. ¿Y por qué seriya esto?

Solo jue, dispués d´ialgún tiempo que pude catiarme de lleno en el espejo y…la verdá… pues sí, señor,  y´uera medio colorau… Con mi pelo que pareciba com´uel cabello de choclo amariiillooo, maduro…y qu´iademás teniya un par de ojos…pero celestes; tal cual los de nuestra chanaquita… o seya, mi hermanita menor, La Carosita; anque mis otros tres hermanos eran como tuitos los demás. Pero este gatito marrullero se creció d´iadepronto y rapidito aprendió tuitas las de kiko y kako; Engreyido hasta el pescuezo, me sentiya el rey del rakay y patas me faltaban p´escaparme de la casa; según deciya el güeno de nuestro agüelo Benito, pues dende que tuve dos años cumplidos… me mandé a cambiar, trote por la callecita llenita de tojras y piedras de nuestro Callejón Ripacha; por el cual, con el tata de mi tata subíyamos cada semana hasta la Pamp´e Polanco pa´ bajar tacpiando junt´ual cequión que veniba dende La Tomilla y su bordo de puro pasto chascoso y salpicau de alegres y coquetas gallinitas naranjas d´ese caminito que nos llevaba hasta las tabladas largas y verdes de Chilina pa´ visitar a su compadre, el Fili; pero aquella de mi primera escapada, jui a parar al Puesto de la Guardia Civil de junto al lag´üiSelva Alegre.

Pasaba el tiempo, pero no se m´iolvidaba  tirarme mis escapadas para chapar, ocollos, bagres, ranas y sapos en los pocitos que quedaban en la lloclla o más allacito, en el mismo Río Chili, abajiti del Molino San Juan y este gatito patiperro se convirtió en todo un Gato Cimarrón.

Lo años pasaron unos tras otros junto con nuestra feliz Primaria que quedó atrás, ande tan solo nos juntábamos pa´jugar a l´esconde-esconde entre tuita la koriada del barrio y´así nos juimos conoshiendo; hasta formar la tira de koros medios maltones y pronto ya nos haciyamos insinuashones de tal o cual chica que nos iba gustando o que la malicia tan propia de la muchachada iba descubriendo en cada guaspiada que dábamos a determinada vecinita o en aquel rato colorau, cuando d´iun momento a otro, nos arrejuntaban d´iaporgusto con alguna d´ellas. A mí, casi shempre, m´aibiya tocau hacerme de pareja con la Uberlinda; y´una vez, apenas escuché su nombre, una cotimbiada m´ejondió el corazón; d´iaseguro me puse c´omún tomate y no sabiya el porqué o no quise que nadies lo supiera.

Sí, pueee…Habiyan dau en el clavo! Y aquellos ojazos inmensos y lindos como la noche, no me dejaban pa´nada. Tuito el diya m´iacordaba d´iaquella sonrisa que me pegó en la Capilla de la Luisa Barreda, dispués que me trompecé con el padrecito en ese cuartito qu´iasiya las veces de la Sacristiya. Un tantito apriocupau, lo seguí has´tel altar mayor y´otra vez lo choqué d´iadeveras; así pude ver que llevaba algún líquido oscuro que chorriaba de su sotana; pero, a pesar del golpe, no lo soltó y prefirió cayerse de rodillas antes d´iabrir su secreto ante tuitos los qu´iasistimos a la misa del diya domingo por la mañanita… ¡Seguro q´uera su queriu vino!.

Durante la comida estuve muspo y casi ni dije esta boca es miya. Mi hermanita, la chanaquita, aseguró que miabiya kaikau la visita al cementerio; mi hermano mayor, mientras se reyía con la cuchara en la mano, comentaba que estaba empachau. Solo mi mamitay me miraba de rato en rato y no sabiya si esa mirada era de pena o d´iapriocupashón; pero mi tata, el muy trejo, adivinaba lo que m´estaba pasando y dijo: ¡Tan solo es una cuestión de los chicos! ¡N´uay de qué apriocuparse! Mañana mismo, a las cinco de la mañana, con un güen baño en la cequia…se le pasa toda esa jedequeríya! No les hice caso y me jui a dormir, sin saber que al diya siguiente, la cosa se pondriya de color escuro…sí, muy escuro.

En pleno salón de clases estábamos escuchando acerca de la importancia de los sentimientos y los buenos comportamientos y supuestamente todos estábamos atendiendo a la profesora, cuando de pronto, el Chihuanco López, mi compañero de asiento, estaba verde porque no guantaba de tanto reyirse. No pude más y le pregunté disimuladamente por el motivo; que no seya tan perro y me participe del chiste qu´iaciya reguir a media clase. Se puso medio serio y, con mucho esjuerzo, me entregó un papelito bien arrugau: -Mejor lo leyes en el recreyo, me dijo.

No supe nada más de la clase y tan solo esperaba, desesperau que seya el recreyo. Tocó la campana y salí volando y me jui debajito de las gradas pa´leyer bien solito aquel papelito qu´estaba hashendo reguir a tuita mi clase. Sin esperar un tantito más, cogí el papelito qu´estaba bien aprietau en mi bolsillo. Lo saqué rapidito. Lo abrí, desesperau y sentiya qu´el corazón se me saliya por la boca y pude leyer:

¡Esos gatitos del Gato y L´Uberlinda van a salir chejches!

 

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