!ESTÚPIDO!
Preso entre mis interminables delirios de conquista, andaba ensimismado arrastrándolos de arriba para abajo metido en mi alborotado habitáculo mental, esperando y rogando nuevamente que aparezca, de una vez por todas, aquella excelsa desnudez que aparecía puntualita todas las noches, en la ventana enfrente de la mía, pero en el edificio de la otra acera. Ahora, siendo la misma hora, había urdido una estrategia acariciada por mis despertados instintos en las tres últimas noches de desvelos; pues suponía que ella sabía -adrede- que, tan puntual como un reloj suizo, la observaba de cabo a rabo; es decir, incluyendo su colita. Sin embargo, su deslumbrante espectáculo imaginario, me despertaba brutalmente con sus bien calculados giros sensuales que destapaba en su cotidiano striptease; mientras este pechito, empezaba a retumbar como un bombo de feria a mil por hora y me colocaba, absorto, con los diez sentidos clavados sobre mi ventana; como un viejo masoquista que ahora aguardaba que dé el inicio de su habitual tormento y yoni, agazapado bajo la luz de mi cuarto apagada empezaba babear a chorros. Entonces, maquinalmente acercaba mi temblorosa mano e iniciaba la comida afanosa de las uñas, creyendo estar presente allí, junto a ese voluptuoso cuerpo; quitándole apasionadamente cada una de sus de sus sujetadas prendas con una ternura y deleite increíbles.
En esta noche, el tiempo parecía haberse
detenido y la espera se estaba volviendo más dolorosa que nunca; pues hacia un
buen rato que había pasado las 9:30 de cada puntual exhibición, cuando, parecía
que, endiabladamente indiferente, daba inicio a su dulce martirio que me estaba
volviendo loco; metiéndome esta fijación en mi mente hasta que cayeron las últimas
sombras de la noche. A la mañana siguiente, empecé a devorar cuanta literatura romántica caía en
mis manos y luego, en mi atormentada espera empezaba el desfile de aquellos
personajes más sufridos y sacrificados como yoni, sacarificados en aras del
amor; es así que entre ellos aparecía la figura inconfundible del sufrido piña
de Romeo Montesco, jurándose envenenarse sino era acompañado en su desesperada
fuga; luego, al narizón de Cyrano de Bergerac, metiendo siempre su afilada y
eficaz lengua junto con su prominente griega o su filosa espada entre las
faldas de las doncellas que nunca se le escapaban; enseguida surgía las toses
interminables de Margarita Gautier, para pasar a la estampa engominada del templado Rodolfo Valentino; terminando por
figurarme las fáciles conquistas de los peloteros, para quienes sólo les
bastaba mostrar la billetera y el común de las musas faranduleras caían como moscas ante
un cofre de puros verdes.
En mi caso, modestia aparte y para ser honesto,
sólo disponía de un par de huecos en mis bolsillos, pero planchaditos al máximo.
A pesar de todo, yo, estaba convencido que las bondades de mi pepa, serían
suficientes para tener a todas mis escogidas, rendidas a mis pies. Entonces,
nuevamente, perdí los pocos tornillos que me quedaban y tomé otra loca decisión:
esperar tan solo esa semanita para empezar mi Operación Chapetex. Sabía que sería
infalible y para ello, volviendo a buscar su insinuante figura, ya grabada a
sangre y fuego, mentalmente me preparé concienzudamente con tres alternativas
bajo el brazo, dándoles un carácter de suma urgencia y de fijos resultados
infalibles:
1
Este próximo sábado, sabiendo con seguridad
que ella se desnudaba siempre a las 9:00 en punto; encendería la luz de mi
cuarto para que repare de reojo en mi presencia y así sabría que la estaba
observando;
2
En
caso de ver una nula reacción de su parte, seguiría insistiendo hasta que
pareciera pedir auxilio desde el camarote de mi supuesto barco a punto de
zozobrar en las aguas del amor;
3
En
caso de no ser observado, en la mañana del domingo, estando a su lado, vería la
forma de mostrar mi billetera y la invitaría a dar un paseo en una limusina que
estaba presta y sólo bastaba escuchar su aceptación para que pusiera su total disposición.
Con el cuchillo entre los dientes, esa noche la
esperé como nunca. Y ya se me hacía agüita la boca de solo imaginarla desnuda
nuevamente. De pronto, a las 9:00 de la noche y como nunca, no se prendió la
luz de su ventana y presa de la sorpresa recibida, ahora quería comerme no
solamente las uñas, sino, hasta los dedos de los pies, pues aquella espera,
estaba aguardando desde mucho rato su pronta aparición. Pero más pudo “mi loco amor”
y esperé, esperé y esperé con mayor desesperación y muy pasada la media noche,
aparecieron apresuradas dos figuras esta vez. Ambos se desnudaron violentamente
y se perdieron entre besos, apasionados abrazos y se apagó completamente la
luz.
Obviamente que con ello también desapareció la luz de mis primeras ilusiones y de mi entendimiento…pero, pensándolo mejor, no habían desaparecido totalmente; por el contrario, hasta ahora me sigo haciendo bolas, y todavía no puedo explicarme… cómo a mis 44 añitos podía haberme sucedido este descalabro amatorio; si yo, el héroe de mil batallas épicas y el amante más consumado había sido capaz de dar lecciones prácticas de infalibles conquistas sin dejar escapar las miles de faldas y polleras regaladas a los tantos sufridos amantes que habían desfilado por mis lecturas… y todos ellos me sabían como el más grande émulo de Don Juan Tenorio; de todos sus levantes y ensartadas obtenidas.
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