(CONTINUACIÓN)
-“ N´uay que
mirar p´atrás… N´uay que mirar p´atrás… N´uay que mirar p´atrás…”
M´iba repitiendo mientras
queriya salir d´ese sitio maldito y tan escuro ande no podiya ver ni siquiera
una gota… Mas solo confiaba en mi fiel bayito:
-¡Anda…anda,
anda hijito; así, así, dale, dale, avanza… que y´astamos sallendo d´este misterioso
y pesau atolladero.
Y efectivamente, ahora ya en
medio de la trocha totalmente cubierta de arena, pareciba que los cascos
enteritos de mi cabalgadura se metiyan más y más; n´uavanzaban ni gota. Volví a
acarishar la chorriante crin y l´iba sobando el pescuezo…
-¡Tranquilo…tranquilo…hijitooo…!
¡Vamos, vamo, vamooo…!
Y de tanto en tanto, sentiya
q´uel trote s´iaciya d´iapocos y, d´iadepronto, pude adivinar que estábamos
avanzando, que el Bayito n´uacesaba tanto, pero seguiya sudando como nunca.
Creyo que habiyamos avanzau
como tres cuadras, porque un tanto que empezaron a desfilar borrosas sombras
d´iárboles; interminables paderes, altos bordos y tapiales mil; de tanto en
tanto d´iseguro habiyan casas pero no queriyamos detenernos pa´veriguarlo. Jalé
le rienda sin pensarlo y pronto el fiel animal se detuvo y trató de respirar
d´iapocos. M íarremangué el poncho con la mano izquierda, mientras con el dorso
de la otra mano me limpié la cara cubierta de sudor, más sentiya que tuito mi
cuerpo estaba empapadito y seguro y´astaba chorriando d´iamontones. El pantalón
estaba mojau hasta la cintura, lo mismo que tuito el cuerpo que teniya entre
mis piernas.
No sé cuánto tiempo nos tomó
este descanso ni dónde habiyamos parau…pero aquella terrible noche no queriba
aclararse; por el contrario, pareciba que más avanzaba y más escura se poniya y
el temor, creciya y creciya; d´igual modo sabiya que mi bayito oliya mi temor.
Saqué juerzas d´iande seya. Golví a sobarle el lomo y me dije patitas pa´qué te
quiero. Una pata delante de l´autra y así tratamos d´iarrancar otra vez la
marcha en forma muy lenta, pero, en la seguridá que pronto estariyamos a mitá
del camino.
Todo iba de lo más
tranquilo, y las bocacalles nos esperaban con mucho silensho y´aquel camino se
mostraba dispuesto a ser tomado sin ninguna dificultá; sin embargo, sin saber
por qué, otra vez un viento helado empezó a silbar desesperadamente y´a chicotiarnos
las orejas, a surcarnos la cara y´a levantar el poncho y mi huacali queriba
salirse. N´uentendiya qué pasaba, pero pronto pude reparar que se sentiya un
lejano y misterioso trote que, dende haciya mucho rato, d´iaseguro nos había
estau sigiendo dende qu´iabandonamos el perverso estanque. Me detuve un
instante y pude escuchar con más claridá ese trote desesperau qu´ialgo estaba
persiguiendo y persiguiendo. Sabiya que no debiya voltiar p´atrás y solo pujé
cuanto pude pa´dar inisho a un trote más lijerito. No pasariya n´iun par de
minutos y… más pudo mi curiosidá y voltié la cara: a lo lejos, creyí huaspiar un
bulto negro q´uiavanzaba y avanzaba; luego, luego, pude notar más asustau q´uialgo
como dos carbones encendidos acompañaban esa espantosa vishón que s´iacercaba y
s´iacercaba más y más.
Piqué espuelas dos veces
seguidas y´aquel fiel caballo aura pareciba espantau y por Dios que lo vide
volar otra vez. M´iasenté más juerte el huacali y m´iagaché lo más que pude
pa´vanzar largo y tendiu… Pero mientras iba avanzando com´uel viento, golví a
pensar en aquella espantosa sábana blanca que no nos dejaba pasar y después de voltiar,
en cada esquina creyia toparme con ella nuevamente.
Y´astaba p´entrar derechito
a las Tres Cequias, según el tiempo q´uiabiya pasau y con más confianza, piqué
doblemente las espuelas y el pobre animal respondiya. Sin querer otra vez,
voltié la cabeza pa´ver aquel bulto que nos estaba siguiendo. De pronto, no la terminé
de girar del todo, cuando en mi atrás, muy cerquita, aquella cosa negra y´estaba
detrasito miyo…No pude más, piqué d´adenuevo, pero ya sentiya que su resuello
m´iaquemaba el pescuezo y sentiya arder hasta d´iadentro de mis entrañas…
A pesar de todo el miedo que
sentiya, quise mirar aquella cosa… y solo pude distinguir una forma de jinete
totalmente negro que aurita se confundiya con las sombras de mi poncho y… lo
más horrible, no tenía cabeza alguna…Pero, lo más estraño vino al ratito: aquel
murmullo infernal q´uiaciya con su hocico, rechinando mortalmente sus dientes ahuecados,
mientras gritaba aquicito, de´junto a mi oreja:
-¡Desgraciadooo…caíste! ¡Te llevooo… caíste…caíste!
En aquel momento de los mil
demoños ya no pude aguantar tuitos mis miedos acolpachaus en mi pecho y d´iun
momento a otro me sentí volar, reventar … y luego, luego… cayer, cayer…y cayer.
Entonce, solo me quedó pensar que mi pobre y´exijiu animal trató de brincar
alguna tranca que se cruzó en su desenfrenau trote; que s´encabritó, perdió el
control y ¡suácate! Cayó en los mismos infiernos… junto con tuito lo que llevaba encima.
Entonce… Apenas pude abrir
los ojos, mi hermana mayor estaba pendiente a mi lado y solo atinó a decirme:
-El tiyo Serafín t´iencontrau esta madrugada botau d´ejunto a la liña del
tren… y´el bayito se vino solo…triste y temblando…
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