El recreyo nos habiya resultau muy chico y n´uabiya n´iun tantito pa´tener más discushones. El Cuche Roncal, mi compañero de clase, avispau como shempre, lajló voz en cuello: ¡La campana ya´sonau tres veces, vamos! Chapó tuitas las bolas y se las catató en el bolsillo d´iatrás, porque era su sitio preferiu pa´ acolpachar las shete canicas plantadas pa´ser pelladas en el juego y nos gritó:
-La
seguimos a la salida…
El
Flaco Aguilar y yo, todavía sorprendidos, solo atinamos a mirarnos frente a
frente, pues todavía nos quedamos juntos e hincados sobre esa alejada parte del
patio especialmente escogida para rompernos el alma tratando de achuntar a
cualquiera de las bolas picadas anteriormente y caídas entre los mil recovecos
del pequeño lugar empedrado; allí, donde desarrollábamos uno de los juegos de
nuestra niñez. Ya callados y sentados sobre nuestras bancas bipersonales
seguíamos elaborando estrategias para ganar otra pactada batalla a la salida de
la escuela.
-¿Quién
puede señalarme los tres estados del agua? A ver… Paredes, ¿qué me dices?
-¿Me
puede repetir la pregunta, señor profesor? Estaba preocupao, pensando en mis
tareas…
-Las
tareas de conseguir más bolas… ¿nooo? Para jugar al pepo, al pepo y cuarta; al
pique o a la troya…¿nooo?
-(Pucha,
que se las sabe de todas, todas). No, señor profesor… Yo solo juego a veces…
Y
nuevamente mis pensamientos volvían al pique, donde cada uno, desde el primer
grado, tenía que aprender por simple observación: primero, saber escoger el
lugar correcto donde había un empedrado corto y, en él, una piedra redondita, especial por su mayor tamaño
y la suavidad de su superficie, tanto como aquellos otros lugares cercanos y
preparados a propósito donde podrían quedar las bolas después que cada jugador coja
su colorida arma de vidrio entre los dedos pulgar e índice para chocarla contra
la parte superior de la piedra escogida y después de un salto pueda salir
disparada tratando de darle a cualquiera de las bolas falladas que quedaban después
de cada intento dado. Antes, para empezar, se colocaba una canica un tanto
escondida cerca de la partida y cada uno tenía que procurar darle un toque o
caer lo más cerca posible de aquella. El orden de participación estaba sujeto a
la cercanía del lanzamiento o pique.
Los
campanazos anunciando la salida de clases, ahora sonaron más alegres que nunca.
Tomamos nuestros bolsones blanquecinos hechos con talegas de harina; los
colocamos cruzados sobre pecho y espalda y tan solo bastó una mirada entre los
tres para tomar las de Villadiego. El Cuche, como siempre fue el primero en
llegar, sin sacar la mano del bolsillo lleno de sus preciadas bolas; se hincó
de golpe con las piernas abiertas sobre la piedra principal. Con sumo cuidado y
con el dorso de su mano, limpió cuidadosamente esa querida redondez y la dejó más
chillantita que nunca:
-¡Seguimos
en el mismo orden y… soy el primero para plantar mi bola y darles una chance…
-Pero
no piques tan fuerte, que después vamos a quedar huacchos, sin una sola bola…
-Y
vamos a tener que capujarte unas cuantas…
-¡Nooo!
Ni de raspas… yo juego legal, legalcito… ¿nooo, Flaco?
-Que
diga el Paderes, él ya sabe c´omueres de malo jugando al pique… lo del recreyo,
creyo que jue pura chiripa… Maver…pica tu tirallo pa´que veyáis como te vais a
quedar más pelau qu´iun pollo de la recoba…
-Yo
solo sé qu´enesta media hora que nos queda… porque no puedo llegar atrasau a mi
casa, tengo que quepicharme tuitas sus bolas… qu´están bien chelitas…
-¡Cierren
el hocico! Q´iaquí va el más trejo de las bolas… el campión del pique…
Y
con una destreza infinita, chocó su bola principal y la disparó hábilmente en
un hoyito donde apenas se podía ver una pequeña parte de sus brillantes
colores.
-¡Hay
tenís! No creyo que seya tan difícil darle… Hast´ún shego le dariya con los
ojos cerrados… ¡Anda peee, Flaco… Achunta p´autro lau y dejamelá facilita
pa´meterle un cabis…
-¡Aguanta,
aguanta, Cuchillo! Que tuaviya me falta meterle su güen cocacho a sus dos
bolas… Aura van a ver al mejor piquero d´iarequipa… ¡Falla, falla,
falla…Flaquito! Y dejameláaa chalitaaa…
-Ya
peee… no l´iablís a la mano… que me gua luchir en este tiro… y si no l´iachunto
al Cuche, voy a tener que tirar d´aideveras otra vez…
-¿Qué
t´iapasau…espantapájaros? ¿De cuando aquí t´ias güelto tan reclamón? S´iel año
pasau no teniyas ni ganas pa´poder tincar una bolita d´iamedio?
-¡Dejalóoo
que tire el Flaco! Que ya lo vide… Se va luchir… se va a luchir y se luchóoo…
-¡No
Vale, no vale, son unos maricones! L´ian hablau a la mano y se m´ia luchiu…
como nunca!
De
pronto, sonó una de las sirenas que anunciaban la salida de sus trabajadores.
-¡Aura
sí que estoy fregau… d´iaseguro que me caye otra vez… anque lui escondiu ese
chicote de tres ramales y´esto s´está oscureshendo…
AREQUIPEÑISMOS: basado en el Diccionario de
Arequipeñismos de Juan Gmo. Carpio
Muñoz
Acolpachar: arrejuntar, cobijar
Cabis: toque, golpe
Capujar: quitar, arranchar
Catató: guardó, llevó
Chalita: fácil
Chillantita: nuevecita
Chiripa: casualidad, suerte
Huaccho: quedar solo uno
Lajló: habló
Luchir: fallar un tiro un disparo
Pelladas: peliadas, disputadas; jugadas
Pepo: acierto que se lograba al tocar una
bola enemiga
Pepo y Cuarta: distancia exacta que había
en tra la bola lanzada y la otra plantada
Pique: juego con bolas o canicas; lugar
donde se realizaba dicho juego
Quepicharme: cargarme un bulto
Recoba; plaza, mercado de abastos
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