Todo el mundo, incluyéndote de paso, mi querido Choche, sabe perfectamente que hoy en día la tecnología juega un papel preponderante, hasta imprescindible diría, como lo son todas nuestras funciones biológicas, especialmente aquellas destinadas y mejor escondidas para la multiplicación de la especie, aunque muchos no lo merezcan y son los que más adictos a la maquinita de planchar; pero hoy, modernidad y actualización son dos términos que se deben tomar muy en cuenta si nuestra especie no quiere quedar aguantada de por vida.
Igualmente de reciente es la
domótica (que supongo, también la debes tener en el archivo), nueva palabrita creada
para significar todo lo relacionado con la automatización de nuestras covachas:
seguridad, comunicación, comodidad y energía en el nidito; además de su
correcta implementación tomando en cuenta la ergonomía, el feng-shui; la
platita guardada en el colchón y la decisión de la dueña y jefa del hogar;
quien siempre tiene la última palabra: ¡He
dicho que necesitamos una cama de agua y se acabó!
-Pero, Jefe, ¿cómo es posible que tú te dejes mandar…?
-Porque es la voz lacerante de la
larga experiencia guardada en millones de años, las normas aprendidas a golpes
y fundamentalmente, el instinto de conservación… de la especie, digo, de las órdenes
impuestas a sangre y fuego por esta especie de sargento que amablemente te
sugiere: “!Tienes que comprarla y punto!” Si es que no intento exponer
mortalmente mi precaria existencia.
Dentro de estas nuevas actualizaciones
cerradas, me llamó mucho la atención aquella referida a la irremediable postergación
o desaparición paulatina de las gradas o escaleras internas para subir al piso
inmediato superior y, al no poder lograrlo (como si fueras un chiguagua frente
a una San Bernarda). Entonces, esta posibilidad surge siempre y cuando haya la
instalación de ascensores o elevadores domésticos; lo cual resulta una
maravilla, sobre todo, después de contemplarte triste y totalmente vencido, con
tus pobres articulaciones hechas polvo, aunque consideres que a tus 60 añitos
no has subido tantas veces como lo deseabas y no te explicas el porqué de tal
situación tan penosa y solo te queda pensar en cambiar de dormitorio, de cama y
de… acompañanta; digo, el bajar al primer piso toda la cuestión, después de
comprobar por trigésima quinta vez que ya no puedes subir por tus propios
medios.
Mas vuelves a la carga, impertérrito,
estoico e irreductible; meditas y sufres porque tu masculinidad, tu carácter y
tu hombría están como alfombra persa después de haber sido mancillada, pisada y
repasada por las patas de Alejandro el Grande, quien calzaba 55 sin contar las
uñas y cada sandalia parecía una aplanadora; tampoco lo logras y todo tú estás
hecho un polvo inaguantable.
-¿Y un par de muletas… o una silla de ruedas autónoma, Choche?
-¡Bahhh… soy un tipo moderno y de
soluciones rápidas!
Me metí a las redes sociales a
ver si conseguía una enfermera, una auxiliar de enfermería o en último caso,
una pallapadora o mujer de campo que se manda al lomo 100 kg como si fuera una
plumita…y nada. Estaba por construir una escalera de caracol en el interior,
pero como su nombre lo indica era babosa y muy resbaladiza. Al mes, cayó mi
salvación: mi comadre Lucía, quien se lucía todavía muy potable, me dio la
solución:
-¡Oye compa, ¿acaso no lees noticias? ¿No te has enterado de la
existencia de los nuevos elevadores personales… son internos y muy discretos;
además son de un relativo costo… pues depende de lo que quieras levantar… del
tamaño, puesss…
-¿Y tú crees que en mi caso…?
-¡ De sobra! Ni que fueses un viejo, caduco y a punto de entregar el
alma y otras cosas al diablo…
-¡No, comadrita! Tú sabes cómo
soy de cumplidor… pero ya no puedo subir…
-¿Por falta de medios?
-¡Nooo…! ¡Pues estoy todito el
santo día… aguantado! Y no logro conseguir una elevación…
-¿Y por qué te has demorado tanto? ¿Para qué está tu comadre? Como
siempre, tú bien sabes que abres la boca y tu fiel servidora… ¡Al toque, Roque!
-Tonces?
-Mañana mismo te traigo tu elevador… ahora que todo tiene solución… En
ese sentido, nunca me descuido y a tu compadre lo tengo sin ningún problema
para subir… en el momento que quiera y cuantas veces lo desee…
-¿Así de bueno es?
-¿Mi remedio? ¡No tiene pierde! Vas a ver que me lo vas a agradecer…
cuando te veas arriba. ¡Como siempre!
-Tonces?
-¡Aguántate un tantito… que mañana es tarde! Inclusive te mando su
Manual de Instrucciones…
-¿Así de complicado es?
-¡Para nada! Solo lo tomas y al instante ¡Arriba, siempre arriba!
Efectivamente, al día siguiente,
por la mañana, la verdad me hallaba desesperado pues la motivación de mi
comadrita había sido muy efectiva y ya contaba los minutos para un urgente
arribo. Minutos después, sonó el timbre de la calle y cuál no sería mi sorpresa
cuando un agente delíbery me entregó una cajita… Ahora sí, mortificado por la
curiosidad en aumento, la abrí violentamente y allí pude ver un par de
pastillitas azules que parecían reírse maliciosamente.
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