lunes, 24 de septiembre de 2018

SIEMPRE APUNTANDO AL MAÑANA


Presumo que por todas las ideas plasmadas a lo largo de las publicaciones en los diversos bloggs –al margen de su calidad, intención y mensaje- que ustedes ya pudieron esbozar una idea, darle una imagen y hasta posiblemente forjarse un concepto integral sobre este, su amix; es decir que ya lograron clasificarme como: un vago; es decir, una vago intento de acciones, suspendido en un tiempo anacrónico, sumamente conservador e iluso que se ha quedado postergado en los inicios del SXX; y que además pretende dar lecciones de moral, no sabiendo la suya; acaso escasa o tal vez pretendiendo remplazarla tras la palabra escrita para disimular su constancia en todo lo que acomete; que reclama o quiere hacerlo exigiendo a grandes voces lecciones de compromiso y entrega con nuestra patria chica, Arequipa; que lo ejecuta mediante reiteradas y caducas ideas metidas en una solapada buena intención en su escaso verbo y nada más; que tan solo todo es debido a un exceso de patrioterismo anclado en el fondo de su mar de inacción y punto!
Pero no, para nada. Pretendo vivir  y hacer convivir plenamente a todos, en esa nube de ficción formada a lo largo de increíbles fábulas, nuestros bucólicos cuentos o el pactuy de recuerdos asuraynaus (detenidos) en una comarca idílica, blanquísima y hecha de sillar, señorial cual su campiña y simplemente sana. Creo ser consciente y maduro; que vivo a plenitud este SXXI, sabiendo que existe junto a mí una inmensa mayoría muy tierna y joven, que solo se siente arequipeño cuando llega cada 15 de agosto; que hoy casi no le importa su color, ni su procedencia; mucho menos el saber respetar cánones extraños, propios de otros congéneres vecinos que lo siguen maltratando y se perpetúan matando a su sangre; y que muy a pesar de todo, sus miembros siguen metidos en la postergación, tras la maldita indiferencia y la mortal segregación y tal vez, por ello mismo, solo le quede mostrar una mirada torva, indirecta, renegada y desafiante; la misma que siempre es mal conducida, sumiéndolo en el alcohol, el sexo a mansalva y la droga supuestamente salvadora; vagando por entre fáciles escapes disfrazados de falsos cariños y de amistades inmortales capaces de curarles sus abiertas y sangrantes llagas del desamparo, del abandono y su perdida ubicación dentro de esta urbe de fierro, cemento y smog.
Y no es que uno siga rindiendo pleitesía a la expresión: “Todo tiempo pasado fue mejor”. No, estamos a poco de completar el primer cuarto de este nuevo siglo. La inmigración, hoy como nunca, es más fuerte cada segundo; hay una tendencia inexorable: desaparecer las fronteras geográficas y con seguridad, en el más corto tiempo, tendremos otras demarcaciones territoriales identificables solo a través de códigos y señales, apareciendo obligatoriamente por necesidad otros signos de convivencia, manejando nuevos idiomas con diversas pautas de conducta para poder sobrevivir de acuerdo a las exigencias fugaces del momento.
Entonces, ¿todo este vano intento caería en saco roto? Porque, como se ha visto –sin querer ser el Nostradamus de Characato City, la evolución y el progreso impostergables necesariamente, harán desaparecer muchos signos de nuestra cultura, como ya ocurrió con aquellas creencias, conocimientos, sentimientos y pasiones en los primeros siglos de nuestra sociedad; a tal punto que hoy tan solo son reliquias, hechos y vestigios propios del desván, de museos o del olvido y su paulatina desaparición.
Tal vez algunos hechos culturales propios de nuestra Patria Chica podrán ser catalogados como referentes para, en un futuro próximo, nombrarlos solamente, pero sigo convencido que sin conocer el pasado no se podrá vivir a plenitud el futuro. Todo esto resulta un axioma en las ciencias sociales, sobre todo para no repetir yerros, aunque somos el único animal que se tropieza en la misma piedra; es decir, que tampoco queremos aprender de los mayores, pues pareciera que el ser humano debe experimentar por sí mismo para poder asimilar.
Finalmente, trato de proseguir con esta tarea sumamente grata de buscar el horizonte, pero sin perder el derrotero que nos pueda llevar hacia una convivencia integral, donde las vidas que vaya a hollar estos suelos, sigan orgullosos de provenir de una raza indomable, justa y por demás solidaria; pues tengo la seguridad que, como el sillar, distintivo nuestro, permaneceremos fuertes y altivos como nuestros viejos y fieros alfiles: Misti, Chachani y Pichupichu… por los siglos de los siglos, amén!

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