La bestia tenía una decisión
incontenible cuando ingresó al departamento donde estaba el lecho conyugal,
avanzó como una fiera y, con los ojos desorbitados, estaba blandiendo un descomunal
bate de béisbol en la garra derecha. Lanzó
una mirada por demás inquisidora alrededor del ambiente que ahora olía a
condenado y pegó un grito infernal en plena entrada:
-¿Dónde está ese animal del
Eustaquio…? ¡lo quiero tener frente a frente al desgraciado!
-El señor no se encuentra en este
momento, señora… Agripina –contestó la empleada que vino corriendo desesperada
de la otra habitación y muy pálida, temblando de pies a cabeza-, mientras
miraba de reojo hacia los interiores de la casa, tartamudeó: ¿Qué, qué, qué es
lo, lo, lo que desea la señora?
-¡Nada que sea de tu incumbencia,
Pancha…! Es una cuestión de vida o muerte entre tu señor y este pequeño palito
que tengo en mi mano… Y levantó amenazadoramente el peligroso mazo que disponía
sobre lo alto de su cabeza. Luego dio una mirada escrutadora por los
alrededores de la habitación y volvió a preguntar a la desconcertada muchacha,
cuya tez se había tornado muy amarillenta, tirando a blanca y estaba a punto de
caer en el sitio:
-¡Co… como ya le dije, señora…
Agripina, puede usted revisar toda la casa y no lo va a encontrar a su yerno…
él creo que tiene una cita… sí, pero una cita de trabajo, con una señorita; no,
digo, con una señora que le propuso un trabajito personal en su casa… porque
dijo que su aparato estaba…
-¡No necesito saber intimidades de
sus clientas! Aquí lo espero hasta la maldita hora que regrese.
Se aproximó a la mesita de centro
y cogiendo un sofá violentamente, depositó toda su humanidad y el mueble dejó
escapar una serie de alaridos interminables hasta que la iracunda matrona terminó
de depositar los 120 kg metidos en su 1.89 de estatura, colocando
cuidadosamente a su lado aquel tronco gigantesco que estaba listo para cumplir
su castigadora misión.
-Señora, le puedo prender la
tele… mientras llega el señor… porque lo va a esperar ¿nooo?
-Puedes prenderla… aunque no
podré entender nada de nada… pero este desgraciado de m… no se me escapa. Sí,
puede ponerlo en el 2, porque ahora, a la seis de la mañana pasan noticias… y
de repente allí me entero de su fuga; pues me aseguras que no está en casa,
¿nooo?
Las horas pasaron interminables
para las dos personas que supuestamente se hallaban solas en toda la casa. La
mucama se había retirado con dirección a la cocina y efectivamente de allí
provenían algunos ruidos. Al rato se escucharon otros ruidos provenientes del
baño y para la corpulenta y atenta suegra no se le escapaba ni el vuelo de un
diminuto mosquito. Se puso en pie, blandiendo su arma mortal al hombro, se
encaminó hacia esa fuente inconfundible que ahora parecía que había apretado el
botón de desagüe y se colocó frente a la puerta del pequeño habitáculo de dónde
provenía el saliente chorro de agua. Ya estaba lista para descargar el
garrotazo antes de hacer la primera pregunta al seguro candidato a difunto y de
pronto cesó el llenado del tanque y otra vez el silencio volvió a tomar el
ambiente. Pasaron más de diez minutos y la furia se hizo ira y de un solo
empujón salió volando el frágil segurito y pronto se oyó un tintineo en el
suelo. Miró al interior y… ¡no había nada de nada!
¡Este cholito de porquería cree
que me la hizo! ¡Haz firmado tu sentencia de muerte! –pensaba-Pobre hijo de la
guayaba… conmigo no te vas a meter… Maldito, te escapaste por la ventana y te
jodiste… Fue directamente al dormitorio y su puerta no fue obstáculo alguno,
bastó un suspiro a fondo, contar hasta tres y zuácate, otra puerta al suelo.
Revisó todo su interior y tampoco; no había nada de nada. Finalmente buscó bajo
la cama y neli, tampoco encontró nada.
-¡María, María… Mary! A ver,
hija, dime ¿dónde puede haber ido este pobre hombre… mira que solo quiero
hablar tranquilamente con él; no sabes dónde? De repente…
-¡No, doñita; ya le dicho que el
señor ha salido antes de las cinco de la
mañana… Sí, puesss, se ha ido rapidito a su cita de trabajo… bien lejos… tenía
que tomar dos carros… -me dijo- se iba a demorar dos días… se llevó harta ropa…
y yo mismita le hice su maleta… hasta me hizo poner una foto de su esposa, de
su hija, pueee… y también otra de usté, ¡claro, otra de usté!
-¡Ahhh… ya! Sí, pueee… como me
quiere tanto… ¡Seguro que sí! Bueno, Mary, como te dije, yo solo vine a
conversar con mi yerno… aprovechando que mi hijita está de vacaciones y mis
nietos están en mi casa desde hace una semana… Ni modo, otro día será. Me voy a
retirar… ¡Chau!
-¡Chau, señora Agripina! Yo sé
que usté es muy buenita… Si lo veo, yo le digo que vino a conversar… ¿sobre
qué? Ahhh, ya, cosas particulares ¿nooo? ¡Chaucito!
Pero ese inmenso bloque de furia
contenida ya iba camino a la salida, cuando escuchó leves ruidos en el segundo
piso. Se detuvo, maliciosa y solicitó cortésmente un vaso de agua. Mientras la
empleada corría presurosa a cumplir el encargo, la doña pudo advertir uno
ligeros pasos que se deslizaban por encima de su cabeza y… sin perder tiempo,
subió presurosa las escaleras que conducían a los cuartos de servicio y se
plantó desafiante junto a la puerta del dormitorio de María y pegó los oídos
una y otra vez hasta cerciorarse que allí había una persona o era el diablo que
le hacía concebir una serie de alucinaciones dado su estado de ira
incontenible. Descargando fuertes palmazos sobre la puerta que retumbaron en
toda la casa, dio un paso hacia atrás y esperó a que saliese aquel engendro del
demonio. Volvió a llamar con más violencia hasta que rechinaron las bisagras y
la chapa ya estaba a punto de zafar. Se oyó una angustiada voz detrás de la
puerta y unos clamorosos ruegos descubrían de cuerpo entero a esa conocidísima y
disminuida figura que debería estar con un ataque de incontinencia:
-¡Lizardo! Dime, ¿qué diablos
haces aquí? Y yo que pensaba encontrar al maldito de tu…
-¡Yo también vine por lo mismo!
-¿Por lo mismo de qué o de quién?
¡No lo puedo creer! ¡Habla, ¿o quieres decir tus últimas oraciones?!
-¡Yo también vine a hablar con tu
yerno, con nuestro yerno! Pues tampoco podía permitir…
-Pero… ¿por qué estás en el
dormitorio de la María? ¿Acaso no has podido esperarme en los ambientes de
abajo? ¿Crees que soy una estúpida? Lo que pasa es que tú eres tan cochino como
tu yerno… pero deja que los tenga entre mis manos… y por Dios que me voy a la
cárcel… ¡porque lo voy a matar peor que al perro que ya está temblando!
-¡Escúchame, negrita…! Yo también
lo he buscado en toda la casa y no lo encontré; sentí tus pasos en la puerta;
subí… y no sabes… El desgraciado de tu yerno estaba escondido debajo de la cama
de la María…
-¿Y cómo sabes que estuvo allí?
- Porque apenas escuché tu voz,
subí las gradas de puntillas y también escogí el mismo sitio para esconderme…
-¡Así que el desgraciado está
aquí! ¡Sal de una vez, perro maldito! ¡Ahora sí que no te libras de esta! ¡Sal
inmediatamente, antes que yo entre y te saque de las mechas, hijo de… tu
mamita!
-¡No hagas eso, negrita! ¿Por qué
no esperas a mañana, que yo mismo te ayudo a cogerlo…
-¡Qué negrita, ni negrota! ¡Tú, también,
Eustaquio, sal de ahí, de una vez! Pa´matarte como el perro infeliz y
traicionero que eres con mi hijita… ¡Déjame pasar! ¡Hazte a un lado! Por Dios
que te chapo y te saco la c…
-¡No, negrita; no puedes pasar!
¡Sobre mi cadáver! Todo fue producto de un mal cálculo… porque él fue quien me
encontró primero debajo de la cama.
¡Plop!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario