Metido en la vieja bufanda que
hoy más que nunca parece una piedra helada arremolinada en mi largo y estirado
cuello, pugno infructuosamente por estirarla hasta cubrirme los ojos y
así, toparme con algo caliente que me
saque de este frío maldito que me convierte en una risueña calavera helada que,
además por el cansancio, de rato en rato, cierro los ojos e inclino la cabeza
mecánicamente; y con ello, parezco saludar burlonamente a todos los viandantes durante
todo el trayecto. Pero a pesar de todo ello, sigo avanzando penosa y
sigilosamente con la esperanza de hacer un par de “carreras” más e irme a
descansar por un buen rato.
-¡Taxi, taxi!
Un par de brazos estirados salen
de la vereda. Me despabilo un tanto y arrimo el coche hasta estar junto a ellos.
Se suben presurosos y él parece más apurado que su pareja. Da la dirección de
su destino. Toma asiento y volteando el rostro hacia su acompañante le dice:
-¿Vamos a mi hato o al hotel?
-¡A tu casa, que está más cerca
que la mía! Pero… ¡No corra, maestro, que tenemos toda la madrugada!
-¿Cómo que toda la madrugada?
¿Acaso tu marido no vuelve en unos minutos?
-¡Sí! Pero le digo que fui a
recoger a la bebé de la casa de mi madre…
-Bueno, bueno, pero… ¡Vamos… solo
un poquito más rápido, maestro, para ganar tiempo!
-¡No, maestro! Tiempo hay de
sobra. Lo importante es llegar tranquilos y seguros…
Miro por el retrovisor y esos
rostros llevan grandes ojeras tras una marcada palidez que a pesar de las
premuras comentadas reflejan ansiedad.
-Hasta ese asentamiento… ¡Son ochenta
soles! Está bien lejos la vaina y nos va a demorar…
-¡No importa, maestrito, aquí
tengo para pagarle! Solo queremos llegar enteritos y con muchas ganas de matar…
Doy la vuelta hacia la izquierda
y una imagen uniformada con un silbato en la boca sale a la pista, levanta la
palma derecha y me indica detenerme.
-¡Tus papeles, choche!
-Pero, jefe, usté no está bien…no
está en condiciones de…
-¡Eso solo depende de mí! Yo
estoy más zanahoria que tus tres pasajeros, así que…¡Papeles!
-Pero, jefecito… solo hay dos;
pero… si quiere me lo llevo gratis… ¿Dónde vive?
-En la Comisaría del Puente de
Piedra, en el asentamiento de los cachacos… pero lo que quiero son los papeles…
tus papeles verdes… ¿las paras? O… ¿hacemos un trío?
-¡Lo hacemos pero con tu hermana!
¿Quién te has creído tú?, ¡yo soy comandante de la FAP, así que hazte a un lado
y déjanos, marine de piscina!
-¡Está volando bajo, piloto de
sillas voladoras! Aterriza y vamos a mi hato…
Y el uniformado, abriendo la
puerta del taxi, empujó a la pareja y socarronamente gritó:
-¡Al abordaje, mi renombrado
Barba Negra que aquí la carne está botada!
El imprevisto sofocón me hizo
sacar la chalina y arrojarla inconscientemente hacia atrás. Allí, furtivamente
pude ver que la mujer trataba de cubrirse con la tira de lana despedida,
mientras un ataque, cual pelea de pulpos, le caía por todos los frentes. En
previsión de cualquier rotura de las lunas, opté por abrirlas antes que las
prendas de ambos atacantes empezaran a ser despedidas por los aires.
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