Tal vez las evaluaciones
efectuadas por la prueba PISA, en los últimos 15 años, nos haya señalado que
aún permanecemos en los últimos lugares y que, del otro lado, sus detractores
digan que para que esos resultados tengan un real significado, las muestras
tomadas como referentes deberían tener similitud de condiciones: económicas y personales;
con sistemas educativos orgánicos, materiales y, hasta espirituales. Si bien
los resultados siguen mostrando nuestras deficiencias en comprensión lectora
(esencialmente) y por consecuencia, una proyección sombría y poco agradable de
nuestras próximas generaciones; tal es el resultado de lo que acontece en este
mismo momento y a nivel nacional.
De otro lado, he venido expresando
que el sistema educativo peruano acusa un estancamiento que se sitúa allí por
los 70s. Sin embargo, son los mismos agentes: alumnos, padres de familia,
profesores, directores; autoridades del MINDE que permanecen indiferentes. Del
mismo modo aquellas que son las más obligadas: las facultades o las escuelas
superiores de formación pedagógica y más, la Universidad Peruana; nunca han
publicado los resultados de sus investigaciones efectuadas (en las tesis de pre
y post grado), pudiendo precisar la problemática hallada en cada nivel o
modalidad. Menos, alguna propuesta de renovación, modificación o cambio a
efectuarse en el vetusto sistema educativo. Y es que en realidad la universidad
sigue actuando a espaldas de nuestra realidad social, política y solo se da
prelación a lo económico, preferentemente en su aspecto utilitario o mercantil.
De allí que sigamos priorizando los ingresos económicos que producen las
academias o los centros de preparación universitaria.
La prueba más palpable de esta
deficiencia secular se puede ver en lo que está ocurriendo en esta
conflagración social: inoperancia oportuna de las autoridades del Minde;
disimilitud en las remuneraciones de sus actores; reclamos (justos) de los
profesores, pero actitudes indebidas que, desgraciadamente resultan ser las
demostraciones más efectivas para el aprendizaje de los actuales alumnos: 1.
Que la única forma de hacerse escuchar es a través de la violencia; 2. El
memorismo se sigue repitiendo –aun siendo profesionales en ejercicio- la
reiteración de arengas, cánticos y respuestas que repiten la lección a pie
juntillas, sin tener un ápice de conciencia, análisis o apreciación personal
del docente (?); 3. Carencia de vocación magisterial (nunca el profesor es bien
remunerado por los siglos de los siglos) y esto del haber miserable por
recibir, se conoce antes de asumir los estudios de pregrado (dicho sin asumir
un espíritu derrotista, menos de inducción); 4. El exceso del trámite burocrático
en el aula y su control documentario, en detrimento del valor pedagógico y
didáctico, así como el no saber cómo lidiar con el desplazamiento que la
tecnología lo acusa como un accesorio vivo pero extemporáneo; tan solo un
factor de acompañamiento (por su falta de investigación y real preparación); lo
margina y lo hace ver como “algo no necesario” (porque la misma información la
encuentra en las redes mejor presentada) ocasionando que el profesor se sienta
postergado, abandonado y no necesario; 5. Así, se refugia en peticiones del
tipo remunerativo (que son ciertas), pero sin conocer reales resultados de su
labor, dando prioridad a sus necesidades remunerativas, a manera de
justificación interna y tranquilidad familiar. 6. Una vez más se aprecia su
formación castrense (lo castran), tiene espíritu de borrego y tan solo basta
una voz disidente y altisonante que, bajo la monserga de recuperación
remunerativa se deja poner una argolla en la nariz y, en manada, marcha cabizbajo
y envuelto en muchos reclamos incomprensibles pero que necesitan de su apoyo,
porque es tiempo de hacer escuchar su voz, aunque sea detrás de las de sus
compañeros de lucha y reivindicación. Es decir, seguimos persiguiendo un
caudillismo o un mesianismo inexistente, sustituyéndolo por una conducta que
soterrada por milenios buscando cualquier camino para mostrar una lucha ya cíclica
por alcanzar mejores metas y como siempre, oportunistas y sin mostrar una cabal
convicción del reclamo.
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