La verdad… la
verdad verdadera es que realmente me encontraba no solo pateando latas, aguja o
en la cochina calle, sin un puto cobre en el bolsillo y, solo así, pude
aprender, después de larguísimas semanas en postura de faquir, que todo se
puede aguantar: que no tengas dónde dormir (ni con quién), que estés casi
calato y con un frío de -3°; que te hayan botado de la chamba como un perro
porque le tiraste hueso a la Directora de Relaciones Humanas (?) o que no halles amigo
alguno que te haga la taba, prestándote unos 500 cocos para pasar esos ingratos
momentos mientras, al San Antonio, Patrono de los Imposibles, lo has decapitado
30 veces por ponerlo de cabeza tantas
veces para que escuche tus plegarias; pero recién reparé que el tipo, no solo
es sordo, sino, que además es ciego, mudo y amarrete: pues no te ve en los
momentos desesperados; no te contesta ni siquiera los buenos días (será porque
ya sabe que no tendrán nada de bueno; y, lo “pior”, se hace el cojudo cuando le
pides que te mande siquiera un pan de tres cachetes para mitigar los hambrientos
leones que te rugen a cada rato por los bajos y se han tirado toda tu
existencia de proteínas, carbohidratos y minerales; es decir, que estás tan
flaco y famélico que debe haber perdido tu inocente cara de bueno y ahora
semejas un pobre y triste vagabundo que más tira a choro suelto en una playa
desierta.
Pero el hambre
es muy hombre y en uno de los pocos momentos de lucidez, me había imaginado
saboreando un pedazo de keke de La Lucha (tradicional pastelería local) y no
aquel que tú juras, por todos los santos, que no lo agarrado nunca en tu perra vida;
cuando en el barrio tú le pusiste la chapa de JLo Charapa, después de haberlo
comprobado en toda su magnitud. Pero ese momento resultó ser el inicio de mi
buena suerte. Se me prendió el foquito con semejante bocato di Cardinale y
pensé: -uno de los stands que más ganancia tuvo el festejo de la Cruz en
nuestra cuadra, sin duda fue el de Amparito, dedicado exclusivamente a la
repostería con la especialidad de la casa: otro fabuloso keke.
-Ampárame,
Amparito… que enterito me tiro tu keke… y me lo tiré… por solo un solano.
Bueno, en ese
pequeño lapso de claridad mental, solo me quedaba dos cosas: una, que me
inscriba en un comedor popular… y aseguraría el combate por toda la eternidad;
dos, prestarme un celular para hacer una publicación en las redes, proponiendo
el inicio de un curso-taller de elaboración o mejoramiento de Kekes.
Rápidamente el
aviso se viralizó y a los tres días, el gimnasio de mi brother Pablo estaba que
reventaba. Tuve que separar damas de varones señalando que primero trabajaría
con las bellas aspirantes; pero dada su cantidad, las separé en tres turnos y
por edad.
Al día siguiente
y después de haber cobrado 500 cocos por matrícula, las formé en cinco columnas
de diez alumnas y me coloqué delante del grupo…
-Doctor,
ingeniero o maestro… ¿cómo lo llamamos?
-¡Instructor
Pepe!
-Qué lindo
nombre… instructor Pepe, ¿Y las mesas, los aparatos y los materiales? ¿Por qué
no tenemos mandiles ni gorritos para el cabello? Acaso…
-Pero yo les
dije que vinieran con buzo y zapatillas… Bueno, y es que yo tengo una rutina
para sacar y mejorar kekes… que van a ver ustedes, tengo unas manos… que son
una maravilla… A ver… usted señorita, usted de la primera fila… que parece
haberle caído la guillotina por atrás… ¡Venga¡
Solo recuerdo
que mi compadre Pablo trató de salvarme de aquella estampida que me cayó
encima.
Hoy, desde La
Clínica de las Hermanos Cristianos, estoy a la espera que vengan los alumnos
practicantes de Medicina Veterinaria, porque me declararon animal en riesgo;
pero al primer descuido me escapo, porque a dos de los estudiantes les escuché
comentar:
-Este pata, allí
donde lo ves, más parece un esqueleto de burro… el que está postrado en la cama
666 y con camisa de fuerza… vamos a tener que hacerle una vasectomía, para
quitarle sus instintos de violento acosador y solo esperamos la confirmación
del jefe de la sala de operaciones…
Otra vez en la
miserable calle…y sigo hasta el poto. Mas tengo que pensar en otra posibilidad:
-Mejor preparo
un WhatsApp y ofrezco un taller acelerado de panetones… ahora que se acerca la
Navidad y todo el mundo quiere chapar su panetón… y si no tengo acogida, me voy
por el arte culinario… aunque no tengo la certeza de qué se trata… me suena a
buen negocio ese potable nombrecito…culi… nario.
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