jueves, 1 de diciembre de 2016

CURSO TALLER DE KEKES


La verdad… la verdad verdadera es que realmente me encontraba no solo pateando latas, aguja o en la cochina calle, sin un puto cobre en el bolsillo y, solo así, pude aprender, después de larguísimas semanas en postura de faquir, que todo se puede aguantar: que no tengas dónde dormir (ni con quién), que estés casi calato y con un frío de -3°; que te hayan botado de la chamba como un perro porque le tiraste hueso a la Directora de  Relaciones Humanas (?) o que no halles amigo alguno que te haga la taba, prestándote unos 500 cocos para pasar esos ingratos momentos mientras, al San Antonio, Patrono de los Imposibles, lo has decapitado 30 veces por  ponerlo de cabeza tantas veces para que escuche tus plegarias; pero recién reparé que el tipo, no solo es sordo, sino, que además es ciego, mudo y amarrete: pues no te ve en los momentos desesperados; no te contesta ni siquiera los buenos días (será porque ya sabe que no tendrán nada de bueno; y, lo “pior”, se hace el cojudo cuando le pides que te mande siquiera un pan de tres cachetes para mitigar los hambrientos leones que te rugen a cada rato por los bajos y se han tirado toda tu existencia de proteínas, carbohidratos y minerales; es decir, que estás tan flaco y famélico que debe haber perdido tu inocente cara de bueno y ahora semejas un pobre y triste vagabundo que más tira a choro suelto en una playa desierta.
Pero el hambre es muy hombre y en uno de los pocos momentos de lucidez, me había imaginado saboreando un pedazo de keke de La Lucha (tradicional pastelería local) y no aquel que tú juras, por todos los santos, que no lo agarrado nunca en tu perra vida; cuando en el barrio tú le pusiste la chapa de JLo Charapa, después de haberlo comprobado en toda su magnitud. Pero ese momento resultó ser el inicio de mi buena suerte. Se me prendió el foquito con semejante bocato di Cardinale y pensé: -uno de los stands que más ganancia tuvo el festejo de la Cruz en nuestra cuadra, sin duda fue el de Amparito, dedicado exclusivamente a la repostería con la especialidad de la casa: otro fabuloso keke.
-Ampárame, Amparito… que enterito me tiro tu keke… y me lo tiré… por solo un solano.
Bueno, en ese pequeño lapso de claridad mental, solo me quedaba dos cosas: una, que me inscriba en un comedor popular… y aseguraría el combate por toda la eternidad; dos, prestarme un celular para hacer una publicación en las redes, proponiendo el inicio de un curso-taller de elaboración o mejoramiento de Kekes.
Rápidamente el aviso se viralizó y a los tres días, el gimnasio de mi brother Pablo estaba que reventaba. Tuve que separar damas de varones señalando que primero trabajaría con las bellas aspirantes; pero dada su cantidad, las separé en tres turnos y por edad.
Al día siguiente y después de haber cobrado 500 cocos por matrícula, las formé en cinco columnas de diez alumnas y me coloqué delante del grupo…
-Doctor, ingeniero o maestro… ¿cómo lo llamamos?
-¡Instructor Pepe!
-Qué lindo nombre… instructor Pepe, ¿Y las mesas, los aparatos y los materiales? ¿Por qué no tenemos mandiles ni gorritos para el cabello? Acaso…
-Pero yo les dije que vinieran con buzo y zapatillas… Bueno, y es que yo tengo una rutina para sacar y mejorar kekes… que van a ver ustedes, tengo unas manos… que son una maravilla… A ver… usted señorita, usted de la primera fila… que parece haberle caído la guillotina por atrás… ¡Venga¡
Solo recuerdo que mi compadre Pablo trató de salvarme de aquella estampida que me cayó encima.
Hoy, desde La Clínica de las Hermanos Cristianos, estoy a la espera que vengan los alumnos practicantes de Medicina Veterinaria, porque me declararon animal en riesgo; pero al primer descuido me escapo, porque a dos de los estudiantes les escuché comentar:
-Este pata, allí donde lo ves, más parece un esqueleto de burro… el que está postrado en la cama 666 y con camisa de fuerza… vamos a tener que hacerle una vasectomía, para quitarle sus instintos de violento acosador y solo esperamos la confirmación del jefe de la sala de operaciones…
Otra vez en la miserable calle…y sigo hasta el poto. Mas tengo que pensar en otra posibilidad:
-Mejor preparo un WhatsApp y ofrezco un taller acelerado de panetones… ahora que se acerca la Navidad y todo el mundo quiere chapar su panetón… y si no tengo acogida, me voy por el arte culinario… aunque no tengo la certeza de qué se trata… me suena a buen negocio ese potable nombrecito…culi… nario.





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