Si bien nuestros predecesores,
con taparrabo incorporado en la piel, desde que tuvieron tiempo para tirarse
una siestecita y poder contemplar rayos, truenos y relámpagos; hasta el tratar
de explicarse la repentina desaparición
de las estrellas fugaces en el Siglo V. Todos, absolutamente todos estaban
convencidos que nuestras bolas, digo, las celestes, permanecían fijas; que eran
tan redondas como una esfera y que además nuestro mundo terrenal era el centro
del universo, sobre el cual giraban, -por disposición divina-, todos los demás
astros inclusive el sol y todas sus concepciones a favor; caso contrario, los
disidentes terminaban ligeramente asaditos como chancho al palo, incluyendo aquellos
posibles casos de “admitir pensamientos en contra”; cuyo castigo era “El
Anticucho”; es decir, que la cruel penetración empezaba por la parte posterior y
la puntiaguda estaca iba engrosando hasta hacer admitir (sin duda alguna), el estar
convencido con las posturas eclesiales. Con Mikolaj Kopernik se da la verdadera revolución científica,
trayendo por los suelos aquellas teorías imperantes sostenidas y defendidas (a
sangre y fuego) por los dogmas religiosos de la época; los que hasta ese entonces
siempre obtenían jugosas indulgencias.
Nació en una familia acomodada de
Torun, actual Polonia. A los 10 años se recibió de huérfano siendo acogido por
su tío materno, canónigo de la catedral, motivo suficiente para que a los 18
ingresara a la Universidad de Cracovia para seguir estudios de Derecho
Canónigo; posteriormente viajó a Roma y llegó en pleno Renacimiento Italiano
iniciando estudios de pintura, matemáticas, astronomía, filosofía, astrología y
medicina. Después de 10 años vuelve a Polonia y se fue a vivir en la torre de
la Catedral de Frombork. Sus familiares no podían aceptar tal ´desatino´ pues
pensaban que el religioso había adquirido algunas bacantes italianas de milésimo
uso; mas el devoto Nikolay había escogido su covacha debido a las condiciones
especiales que le brindaba el ambiente, ya que le permitía observar plenamente
el cielo nocturno. Después de estar muchos años mira que mira, descubrió las
contradicciones del sistema tolemaico las cuales sostenían que la distancia de
la Tierra a la Luna variaba por estar de cuarto en cuarto lo que cayó como
“lomo de hiena al ajillo” en la curia polaca, y de puro macho, se remangó la
sotana hasta el pecho, alistó sus chivas, se fue a la Bela Roma y llevó sus
hipótesis a la universidad y se doctoró brillantemente en astronomía en la mera
patria de Rómulo y Remo.
Después viajó a Ferrara y se
licenció en Derecho Canónico. Entre 1515 y 1517 escribió (a puño y letra porque
la imprenta estaba en pañales y todavía no contaba con todos los signos
matemáticos) su obra: COMENTARIOLUS,
pero como la mayor parte de los ferraris eran analfabetos no lo pudieron
comentar y solo circularon algunas copias (manuscritas, obvio) para los pocos
letrados. Durante los años siguientes le seguían las dudas… ahora, las de su
propia teoría; así que reculó un tantito y publicó La Octava Sphaera, donde sarcásticamente expuso: “Estos no son
artículos de fe, sino meros artificios para realizar cálculos”. Quince años
demoraría la culminación de su obra cumbre: DE REVOLUTIONIBUS ORBIUM
COELESTIUM o SOBRE LAS
REVOLUCIONES DE LAS ESFERAS CELESTES. La cual no fue publicada sino hasta
el 24 de mayo de 1524, días antes de su muerte.
Sin embargo, hay que aclarar al
vulgo que el propósito real de Miklaj Kopérnik no fue el acabar con la teoría
de Ptolomeo, sino proponer una tendencia a la simplificación del sistema
tradicional (vigente por XIV siglos) que proponía utilizar indefectiblemente 80
círculos para explicar el movimiento de los siete planetas conocidos; con su
propuesta heliocéntrica haría más simple el trabajo. Además su continua observación
hizo posible que Nicolás confirmara que Venus y Mercurio nunca se alejaban del
sol mostrando una distancia uniforme, generando una diarrea metal en los
opositores. Es considerado como el artífice para el nacimiento de la Astronomía
determinando las bases para que se dé la Revolución Astronómica; la magnitud
del cambio conceptual hizo que tal hecho se denominara: El Giro Copernicano,
pero también le costó haber terminado físicamente esmirriado, enjuto y con el
pellejo muy asesinado dando la impresión que ya estaba embalsamado por la
palidez mortal que lo acompañó hasta su tumba; todo por su extremada devoción a
los planetas, a las continuas amanecidas y por su cercanía al Mar Báltico, a
pesar de luchar contra algunos ´insignificantes´ condicionamientos de
trabajo:
En el momento, se vivía plenamente la reforma eclesiástica y Copérnico era canónigo de la Catedral de Frauenburgo, razón más que suficiente para reprimir sus hallazgos científicos, esconder sus manuscritos entre sus viejas sotanas y buscar editores del otro bando o sea, anticlericales;
En el momento, se vivía plenamente la reforma eclesiástica y Copérnico era canónigo de la Catedral de Frauenburgo, razón más que suficiente para reprimir sus hallazgos científicos, esconder sus manuscritos entre sus viejas sotanas y buscar editores del otro bando o sea, anticlericales;
La
carencia de un medio capaz de reproducir suficientes publicaciones en general y
sus tratados en especial; todo era manuscrito, o casi todo; porque la imprenta
recién aparecía y el autor ya había acabado con toda la población de gansos de
la localidad; ya que, al querer cambiar de stilus para escribir sus voluminosos
tratados, las plumas de gallina eran muy endebles y la letra gótica le salía
torcida y ni él mismo la podía descifrar;
La
matemática y el telescopio estaban hechos con lentes “poto de botella”.
Rethicus recién empezaba a desarrollar la trigonometría; sin embargo y a pesar
del gran esfuerzo físico y matemático, el gran
Niklas solo había perfeccionado el dominio de los senos gracias al
ofrecimiento de sus primas carnales.
Loor al genio
de la observación de nuestras bolas celestes, dueño de una intuición a
prueba de lentes y telescopios, gran precursor de la astronomía moderna además
de médico especialista en senos… y cosenos.
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