lunes, 16 de mayo de 2016

NICOLÁS COPÉRNICO


Si bien nuestros predecesores, con taparrabo incorporado en la piel, desde que tuvieron tiempo para tirarse una siestecita y poder contemplar rayos, truenos y relámpagos; hasta el tratar de explicarse  la repentina desaparición de las estrellas fugaces en el Siglo V. Todos, absolutamente todos estaban convencidos que nuestras bolas, digo, las celestes, permanecían fijas; que eran tan redondas como una esfera y que además nuestro mundo terrenal era el centro del universo, sobre el cual giraban, -por disposición divina-, todos los demás astros inclusive el sol y todas sus concepciones a favor; caso contrario, los disidentes terminaban ligeramente asaditos como chancho al palo, incluyendo aquellos posibles casos de “admitir pensamientos en contra”; cuyo castigo era “El Anticucho”; es decir, que la cruel penetración empezaba por la parte posterior y la puntiaguda estaca iba engrosando hasta hacer admitir (sin duda alguna), el estar convencido con las posturas eclesiales. Con Mikolaj Kopernik se da la verdadera revolución científica, trayendo por los suelos aquellas teorías imperantes sostenidas y defendidas (a sangre y fuego) por los dogmas religiosos de la época; los que hasta ese entonces siempre obtenían jugosas indulgencias.

Nació en una familia acomodada de Torun, actual Polonia. A los 10 años se recibió de huérfano siendo acogido por su tío materno, canónigo de la catedral, motivo suficiente para que a los 18 ingresara a la Universidad de Cracovia para seguir estudios de Derecho Canónigo; posteriormente viajó a Roma y llegó en pleno Renacimiento Italiano iniciando estudios de pintura, matemáticas, astronomía, filosofía, astrología y medicina. Después de 10 años vuelve a Polonia y se fue a vivir en la torre de la Catedral de Frombork. Sus familiares no podían aceptar tal ´desatino´ pues pensaban que el religioso había adquirido algunas bacantes italianas de milésimo uso; mas el devoto Nikolay había escogido su covacha debido a las condiciones especiales que le brindaba el ambiente, ya que le permitía observar plenamente el cielo nocturno. Después de estar muchos años mira que mira, descubrió las contradicciones del sistema tolemaico las cuales sostenían que la distancia de la Tierra a la Luna variaba por estar de cuarto en cuarto lo que cayó como “lomo de hiena al ajillo” en la curia polaca, y de puro macho, se remangó la sotana hasta el pecho, alistó sus chivas, se fue a la Bela Roma y llevó sus hipótesis a la universidad y se doctoró brillantemente en astronomía en la mera patria de Rómulo y Remo.

Después viajó a Ferrara y se licenció en Derecho Canónico. Entre 1515 y 1517 escribió (a puño y letra porque la imprenta estaba en pañales y todavía no contaba con todos los signos matemáticos) su obra: COMENTARIOLUS, pero como la mayor parte de los ferraris eran analfabetos no lo pudieron comentar y solo circularon algunas copias (manuscritas, obvio) para los pocos letrados. Durante los años siguientes le seguían las dudas… ahora, las de su propia teoría; así que reculó un tantito y publicó La Octava Sphaera, donde sarcásticamente expuso: “Estos no son artículos de fe, sino meros artificios para realizar cálculos”. Quince años demoraría la culminación de su obra cumbre: DE REVOLUTIONIBUS ORBIUM COELESTIUM o SOBRE LAS REVOLUCIONES DE LAS ESFERAS CELESTES. La cual no fue publicada sino hasta el 24 de mayo de 1524, días antes de su muerte.

Sin embargo, hay que aclarar al vulgo que el propósito real de Miklaj Kopérnik no fue el acabar con la teoría de Ptolomeo, sino proponer una tendencia a la simplificación del sistema tradicional (vigente por XIV siglos) que proponía utilizar indefectiblemente 80 círculos para explicar el movimiento de los siete planetas conocidos; con su propuesta heliocéntrica haría más simple el trabajo. Además su continua observación hizo posible que Nicolás confirmara que Venus y Mercurio nunca se alejaban del sol mostrando una distancia uniforme, generando una diarrea metal en los opositores. Es considerado como el artífice para el nacimiento de la Astronomía determinando las bases para que se dé la Revolución Astronómica; la magnitud del cambio conceptual hizo que tal hecho se denominara: El Giro Copernicano, pero también le costó haber terminado físicamente esmirriado, enjuto y con el pellejo muy asesinado dando la impresión que ya estaba embalsamado por la palidez mortal que lo acompañó hasta su tumba; todo por su extremada devoción a los planetas, a las continuas amanecidas y por su cercanía al Mar Báltico, a pesar de  luchar contra  algunos ´insignificantes´ condicionamientos de trabajo:

En el momento, se vivía plenamente la reforma eclesiástica y Copérnico era canónigo de la Catedral de Frauenburgo, razón más que suficiente para reprimir sus hallazgos científicos, esconder sus manuscritos entre sus viejas sotanas y buscar editores del otro bando o sea, anticlericales;

     La carencia de un medio capaz de reproducir suficientes publicaciones en general y sus tratados en especial; todo era manuscrito, o casi todo; porque la imprenta recién aparecía y el autor ya había acabado con toda la población de gansos de la localidad; ya que, al querer cambiar de stilus para escribir sus voluminosos tratados, las plumas de gallina eran muy endebles y la letra gótica le salía torcida y ni él mismo la podía descifrar;

      La matemática y el telescopio estaban hechos con lentes “poto de botella”. Rethicus recién empezaba a desarrollar la trigonometría; sin embargo y a pesar del gran esfuerzo físico y matemático, el gran  Niklas solo había perfeccionado el dominio de los senos gracias al ofrecimiento de sus primas carnales.

     Loor al genio de la observación de nuestras bolas celestes, dueño de una intuición a prueba de lentes y telescopios, gran precursor de la astronomía moderna además de médico especialista en senos… y cosenos.
                                                                         

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