viernes, 23 de octubre de 2015

LA NIETA DE MI JEFE

                                                                                                              

Era las ocho de la mañana y concurría, puntualmente, a la oficina para dar inicio a mis labores como auxiliar de costos en el CCC -Centro de Control de Compras- dentro de aquella inmensa empresa nacional, cuya trayectoria en el ámbito local era de mucho prestigio y solidez institucional.

Allí estaban en mi departamento: “Concreto López” el más duro de los compañeros; el “Suspiro de Mosquito” cuya figura era tan esmirriada que ya no reflejaba en el espejo; la “Popotota Juliana” o “la Ponderosa”, cuyas caderas agitaban hasta los papeles cuando pasaba a la oficina de “Jefe”. Frente a mi escritorio estaba Polito “El Badilejo” para quien no había rajadura capaz de forrarla y detrás de mí, “El Kingkong” Perico Pérez quien todos los días hacía horas extras con la Pochita so pretexto de poner al día los inventarios de su sección enchufes.

Algo raro flotaba esa mañana a pesar que ni se presentía novedad alguna; es más, parecía que iba a ser, igualmente, otro día de miércoles. De pronto, una figura juvenil y voluptuosa concitó todas las miradas sobre aquella veloz estampa desinhibida, desenfadada y casi des…nuda que atropellaba raudamente cual torbellino en camino hacia la Gerencia General.

Mostraba una sonrisa desafiante tras unos ojazos que entornaban aquella su mirada tan pícara que barría con los ansiosos espectadores, pues ella estaba toda descubierta con una mini-mini de 10 cm. de largo por 90 de ancho. Estábamos rogando que se le caiga algo y se pueda agachar para ver su… reacción del personal masculino que ya se andaba babeando por el piso. Pero siguió rauda y atrevida dejando una jauría ávida de expectaciones. Entró cimbreante en la oficina y desapareció tras esa maldita puerta.

En eso, sonó mi anexo y la voz imponente de siempre espetó:
-Aló, Manuel? ¿El de Compras?...
-Sí, el mismo, Jefe… ¿en qué puedo servirlo?
-Esta es una urgencia… deja lo que estás haciendo y ven rápido a mi despacho!
-A la orden, Ingeniero , voy enseguida!

Ingreso a la Gerencia General exquisitamente decorada y allí puedo apreciar en toda su magnitud aquel ejemplar celestial: sentada con las piernas cruzadas, la mini recogida en la cintura y una sonrisa maliciosamente escondida detrás de unas pestañas largamente entornadas… Cerró tres veces sus ojazos como diciéndome: ven, ven, ven!

-Hola, Manuco! Necesito que lleves a mi novia hasta mi casa de campo… porque, como recordarás, tengo que presidir la reunión del Directorio en 15 minutos y yo…
Claro, Ingeniero Mayorga, como usted diga…

-Bueno, entonces, toma las llaves de mi Porsche y me la cuidas! Dejas allí el carro  y te tomas el resto del día. Ah, Ahhhh… casi me olvidaba, en el trayecto, compras tres botellas de vino, llenas el tanque con gasolina de 95… y que todo lo carguen en mi cuenta…La llave de la casa, ya sabes dónde la dejo. Vayan de una vez!

Estábamos bajando las escaleras hacia la cochera y un alud de curiosos ojos disimulaban silbidos que me volvían más nervioso y presentía estar con el rostro granate. Ya con las manos en el volante, sentí una delicada mano sobre el hombro y luego una voz muy sensual que me decía:

-Manolito… ya estarás más tranquilo aquí… que en la ofis; fue por la envidia de  tus compañeros… Dime, ¿qué vas a hacer ahora?
-Este… bueno, yo… en verdad, señorita; voy a regresar a la oficina porque tengo mucho trabajo pendiente y…
-No seas zonzo y… nada de señorita! Llámame Sofi, a secas! Porque somos de la misma edad… o no?
-Sí, claro… aunque usted… digo tú debes tener…
-Diecisiete añitos!
-¿Diecisiete? Y el Ingeniero…
-Sí, más de setenta; pero en cosas del amor no hay edad… ¿o no?
-Por supuesto, Sofi… Paro un momentito… porque tengo que llenar el tanque!
-Sí, me gusta lleno… para que esté full empuje y me lleve hasta el cielo!

Llegamos a las afueras de la ciudad. Era un campo con apacible encanto por la variada tonalidad verde que asomaba por todos lados. La agradable luminosidad del día y todo el ambiente hacían presagiar el despertar de una jornada incomparable.

Llegamos al lugar. Ingresamos en la acogedora vivienda. Coloqué las cosas en su sitio y ya me iba a retirar, cuando nuevamente sentí, como una caricia junto al cuello y el mismo tono sensual que me arrullaba: -Quédate un momento! Si no tienes nada más que hacer…quédate a mi lado!

Y se repitieron por mucho tiempo las llevadas a “La Nieta del Jefe” hacia “nuestra casa de campo”. En la oficina pude descubrir que se había producido un cambio: todos los compañeros ahora me saludaban con más efusión, inclusive, ahora, entre ellos me llamaban “el subgerente general”. Hasta que un día, justo en la celebración del 50 aniversario y con unos traguitos demás, el “Mosquito Lozano” me dijo: -Salud, señor subgerente y …buen provecho!

-Subgerente? Y ¿por qué provecho?
-No te hagas! Por tu nueva casa… que además ha venido con un Porsche y la nueva dieta!
-¿Cuál nueva dieta?, si sigo comiendo lo mismo! 
-Claro, tacacho con la nieta!

Ahora, cada vez que me llaman de la Gerencia General todos me dicen:
-Manuco, te llaman de tu casa… es tu abuelo! 
                                                                                

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