miércoles, 23 de enero de 2019

VERANO



Época por demás caliente cuya función natural es levantar todos los miembros… de cualquier repentina tribu o improvisada cofradía que en tales momentos (días, semanas o meses), forman sendas pandillas del-ve-ra-no… para planificar incendiarias ideas: a) Prender fogatas hechas con sus ropas de baño de las vecinas; b) Aseverar que el promotor de tal ideota resulta ser todo un Aquaman allí en el “tumbo”, donde se rompen las olas, sabiendo que su joven pareja no tiene ni perrito en su record natatorio; y c) Efectuar ese viaje acompañado por la chibola del grupo para gozar la incomparable tibieza de esa isla paradisíaca a tres días de navegación.
Sin embargo, y ya en otra cosa, gracias a un simple análisis semántico de este término podría decirse que, metido en el bulbo raquídeo, hay un mecanismo escondido (mataburros, urgente), que lo dispara al córtex como un compuesto perfecto de dos voces: ver y ano; así pues, pareciera que todo el mundo, obnubilado por el exceso de calor y chorreando feromonas a más no poder, tratará de perder el monokini, la bermuda o los dos, según el caso de la caliente bestia. Sin embargo, pareciera que, como reflejo, el escuchar la simple palabra ve-ra-no ejerce un hechizo bestial a nivel hipocampo, tanto que hasta la menos obediente de las fulanas tratará de hacer lo imposible “haciendo” que el otro, pueda concentrarse únicamente en ese lugar exacto donde pierde la existencia su minúscula tanga.
En cambio, el machísimo macho; el fulanazo de tal… el macho alfa…lfa o el aficionado a Tarzán de bolsillo, pese a la calentura del medio (ambiente), empieza siendo un congelado fosforito metido en una clásica caja denominada short o bermuda, siendo incapaz siquiera de levantar… la vista sobre alguna fulana en topless; porque, a la primera, o le llueve el puteo de su venerable,  escandalizada por las chichis al aire o los coscorrones de la abue; metiéndolo bajo ambas faldas hasta que cumpla los 40 años. Más tarde, con el pasar de los años, cuando llega otra vez el estío y las hormonas despiertan alborotadas -de la noche a la mañana- debido a esos sueños navegables que casi lo ahogan, su libido se hace llama, tea, fogón hasta volverse un incandescente crisol; y por tanto, en tan viril estado, al primote o al primate le resultará imposible que se le arrime -a un milímetro- cualquier forma de fulana, aunque esté con escafandra encima, ya que este jainacho en ciernes estará altamente inflamado de por vida y la puede meter en su fogón y hacerla combustible sin más ni más hasta volverla chicharrón al paso; es decir, que este creyente macho Al… cubo, no solo es un dechado de hirvientes feromonas y por lo mismo, solo te puede brindar megatones de calor, de gran afecto y  toneladas de comprensión. No, está perdido: pues lo primero que pierde es su ecuanimidad, su control y su vergüenza; luego, hay que cogerle el otro sentido al dichoso término de porquería.
Pero, aclaro, antes de poder precisar las ideas plasmadas líneas arriba sobre el verano y sus formas de apreciarlo, entenderlo y vivirlo, tuve que consultar con mis dos expertos colegas graduados, recibidos y titulados en la Universidad Autónoma de Huaranguillo; porque no quiero que se vaya a dudar en lo mínimo de estas eminentes lucubraciones; puesto que tanto el Dr. Nicolayev Paredes como el Dr. Peter Gamboa, aparte de ser chamanes, brujos y magos, tienen especialidades en Sexología Medioambiental.
Y porque mañana, después de leer de estos párrafos, dentro de los miles de confiados seguidores a mi blog, pudiera aparecer gratuitamente algún envidioso que nuca falta y me califique de ignorante, improvisado o predicador de nuevas tendencias libidinosas del inocente verano; asimismo,  y ante el posible surgimiento de algún caso extraño de escondida felonía por no haber tenido algún verano aforro, no sepa todavía canalizar sus ardores y yo pueda ser acusado de temerario especialista en el uso y abuso de mi lengua.

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