Mil disculpas, mis estimados Choches, si las siguientes ideas no logran distinguirlas con plena nitidez ni enterarse de su real contenido porque todavía las pobres siguen temblando como una gelatina; todo por culpa del reciente sorpresivo movimiento telúrico cuyas características, pensé, serían las de siempre; sobre todo en esta parte del mundo metida en la movida zona del eruptivo Anillo de Fuego del Pacífico; pero, al que sólo le hice caso cuando “vi que no paraba” y, por lo contrario, parecía que esta movida iba resuelta y apurada en un interminable sacudón y lo peor, se me vino encima toda una columna; digo, la columna completita de mis libros dispuesta sobre una repisa colocada provisionalmente justo sobre mi cabecera, donde el más pequeño ejemplar era un “pequeño” Diccionario Enciclopédico Larousse como de mil hojas y tres kilos de peso, empastado en cuero de chancho y decorado con un sinnúmero de adornos metálicos (regalo de una vieja amistad y en edición exclusiva), haciendo con todos los demás ejemplares una pila de metro y medio de alto por 30 kilos de peso aprox. Es decir que toda esta ruma de papel, cartón y cuero la hacían tan contundente como una inmensa columna de cemento y fierro.
Como lo acabo de mencionar, solo me agazapé y
me puse en estado de gran escape cuando dicha tonelada hecha de reliquias
bibliográficas se me vino encima sobre mi angustiada cabeza...pero en lugar de
causarme un nocaut técnico en el acto y quedar totalmente tieso y perdido sobre
mi endeble catre de palos, herencia de mi abuelo, aclaro; al percatarme que
dicho sismo también disparaba gigantescas olas que iban desbordando mi taza de
café e inundaba mi pequeño cajón de manzanas que hacía de momentánea mesita de
noche. Más alterado que nunca por tales sacudones, esta grave situación me hizo
presagiar inminente terremoto. Entonces,
cogí lo primero que estuvo a mano, mientras volaba como alma que lleva el
diablo, camino al patio vecino.
Metido hasta las orejas en plena desesperación
y sin pensarlo dos veces, tomé al vuelo una prenda colgada sobre el espaldar de
una de las sillas a fin de cubrir mi total desnudez, sin darme cuenta que se
trataba de un diminuto brasier, el que solamente taparía una ínfima parte de mi
tembloroso puerco. Sí, era eso; sí puesss, era aquel moderno sostén de mi prima
Nelly, quien, muchas veces al ver mi desesperada fijación siempre clavada sobre
su poderosa delantera, me había dicho que nunca le tocara parte alguna…porque
no sabía cómo iba a responder ante tal “posible ultraje”. Sin embargo, cosas
del destino, ella, ahora me pidió que le
frotara su inmaculado pecho con el Vicvaporub, porque se sentía extremadamente
resfriada, con mucha fiebre; por lo tanto, requería atención inmediata y qué
mejor si me tenía a mano; entonces, sin pensarlo dos veces, se quitó todas sus
prendas y quedó con su puerco totalmente al descubierto… de toditos mis
sentidos; tan sentidos que estaban a punto de explotar; sobre todo cuando la
contemplé todititita de cúbito dorsal sobre aquella mullida alfombra que
destacaba aún más esa obra de arte en vivo y en directo.
Antes de ser expulsado en la familia sólo
recuerdo tres hechos sucedidos antes del juicio sumario que me hizo el maldito
consejo de familia integrado por toda la serie completita de viejos elementos
caducos, conservadores e incapaces de comprender los afanes de un muchacho
joven, puro y casto:
El primero, aquel estridente alarido que pegó
mi prima cuando en un acto de plena obediencia, consideración y estima…de la
oportunidad expuesta ante mis locos sentidos puestos a prueba; justo cuando coloqué
mis quemantes manos sobre su feroz delantera; (y juro por Dios que lo hice solo
con mucho entusiasmo)…aunque más les pareció
a todo el celoso mundillo familiar, que fue un asalto a mano armada; aunque la
verdad no fue una mano, sino las dos...y hasta las cuatro, diría yo;
Segundo, el síncope de mi vieja al verme calato
de cuerpo entero…el que seguía prendido con garras y dientes del blanco y no
tan recatado puerco de mi queridísima y resfriada prima, cubierto tan solo por
el diminuto brasier…que poco a poco se quedó tirado sobre el piso debido al
trance en pleno desarrollo;
Tercero: finalmente, los escalonados desmayos de
mis primas y la sorpresa de los demás varones cuando me vieron inicialmente
asustado y cubierto sólo uno de los hombros con el minúsculo brasier. Pero
estoy convencido que fue solo por envidia de haber llegado hasta esos puntos.
Sin poder explicarlo, ahora me hallo llamando
desesperadamente frente a la puerta de mi casa con una piedra en mano, pues
cuando la toqué como de costumbre, no hubo respuesta alguna. Han pasado tres
horas del maldito temblor y no entiendo el porqué de tanto alboroto en la
familia; ahora, inclusive, las personas que pasan frente a mí, se quedan
mirando absortos y algunas cucufatas,(supongo), se persignan dos y tres veces
seguidas después de contemplarme de pies a cabeza y exclamar a viva voz:
-¡Dios mío, qué tal sinvergüenza…totalmente calato
y en plena calle…pero si hace 12 horas que ya pasó el temblorcito!
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