lunes, 19 de febrero de 2024

TEMBLOR

 Mil disculpas, mis estimados Choches, si las siguientes ideas no logran distinguirlas con plena nitidez ni enterarse de su real contenido porque todavía las pobres siguen temblando como una gelatina; todo por culpa del reciente sorpresivo movimiento telúrico cuyas características, pensé, serían las de siempre; sobre todo en esta parte del mundo metida en la movida zona del eruptivo Anillo de Fuego del Pacífico; pero,  al que sólo le hice caso cuando “vi que no paraba” y, por lo contrario, parecía que esta movida iba resuelta y apurada en un interminable sacudón y lo peor, se me vino encima toda una columna; digo, la columna completita de mis libros dispuesta sobre una repisa colocada provisionalmente justo sobre mi cabecera, donde el más pequeño ejemplar era un “pequeño” Diccionario Enciclopédico Larousse como de mil hojas y tres kilos de peso, empastado en cuero de chancho y decorado con un sinnúmero de adornos metálicos (regalo de una vieja amistad y en edición exclusiva), haciendo con todos los demás ejemplares una pila de metro y medio de alto por 30 kilos de peso aprox. Es decir que toda esta ruma de papel, cartón y cuero la hacían tan contundente como una inmensa columna de cemento y fierro.

Como lo acabo de mencionar, solo me agazapé y me puse en estado de gran escape cuando dicha tonelada hecha de reliquias bibliográficas se me vino encima sobre mi angustiada cabeza...pero en lugar de causarme un nocaut técnico en el acto y quedar totalmente tieso y perdido sobre mi endeble catre de palos, herencia de mi abuelo, aclaro; al percatarme que dicho sismo también disparaba gigantescas olas que iban desbordando mi taza de café e inundaba mi pequeño cajón de manzanas que hacía de momentánea mesita de noche. Más alterado que nunca por tales sacudones, esta grave situación me hizo  presagiar inminente terremoto. Entonces, cogí lo primero que estuvo a mano, mientras volaba como alma que lleva el diablo, camino al patio vecino.

Metido hasta las orejas en plena desesperación y sin pensarlo dos veces, tomé al vuelo una prenda colgada sobre el espaldar de una de las sillas a fin de cubrir mi total desnudez, sin darme cuenta que se trataba de un diminuto brasier, el que solamente taparía una ínfima parte de mi tembloroso puerco. Sí, era eso; sí puesss, era aquel moderno sostén de mi prima Nelly, quien, muchas veces al ver mi desesperada fijación siempre clavada sobre su poderosa delantera, me había dicho que nunca le tocara parte alguna…porque no sabía cómo iba a responder ante tal “posible ultraje”. Sin embargo, cosas del destino,  ella, ahora me pidió que le frotara su inmaculado pecho con el Vicvaporub, porque se sentía extremadamente resfriada, con mucha fiebre; por lo tanto, requería atención inmediata y qué mejor si me tenía a mano; entonces, sin pensarlo dos veces, se quitó todas sus prendas y quedó con su puerco totalmente al descubierto… de toditos mis sentidos; tan sentidos que estaban a punto de explotar; sobre todo cuando la contemplé todititita de cúbito dorsal sobre aquella mullida alfombra que destacaba aún más esa obra de arte en vivo y en directo.

Antes de ser expulsado en la familia sólo recuerdo tres hechos sucedidos antes del juicio sumario que me hizo el maldito consejo de familia integrado por toda la serie completita de viejos elementos caducos, conservadores e incapaces de comprender los afanes de un muchacho joven, puro y casto:

El primero, aquel estridente alarido que pegó mi prima cuando en un acto de plena obediencia, consideración y estima…de la oportunidad expuesta ante mis locos sentidos puestos a prueba; justo cuando coloqué mis quemantes manos sobre su feroz delantera; (y juro por Dios que lo hice solo con mucho  entusiasmo)…aunque más les pareció a todo el celoso mundillo familiar, que fue un asalto a mano armada; aunque la verdad no fue una mano, sino las dos...y hasta las cuatro, diría yo;

Segundo, el síncope de mi vieja al verme calato de cuerpo entero…el que seguía prendido con garras y dientes del blanco y no tan recatado puerco de mi queridísima y resfriada prima, cubierto tan solo por el diminuto brasier…que poco a poco se quedó tirado sobre el piso debido al trance en pleno desarrollo;

Tercero: finalmente, los escalonados desmayos de mis primas y la sorpresa de los demás varones cuando me vieron inicialmente asustado y cubierto sólo uno de los hombros con el minúsculo brasier. Pero estoy convencido que fue solo por envidia de haber llegado hasta esos puntos.

Sin poder explicarlo, ahora me hallo llamando desesperadamente frente a la puerta de mi casa con una piedra en mano, pues cuando la toqué como de costumbre, no hubo respuesta alguna. Han pasado tres horas del maldito temblor y no entiendo el porqué de tanto alboroto en la familia; ahora, inclusive, las personas que pasan frente a mí, se quedan mirando absortos y algunas cucufatas,(supongo), se persignan dos y tres veces seguidas después de contemplarme de pies a cabeza y exclamar a viva voz:

-¡Dios mío, qué tal sinvergüenza…totalmente calato y en plena calle…pero si hace 12 horas que ya pasó el temblorcito!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario