lunes, 4 de diciembre de 2023

LA MATEJLLO

 Sin lugar a dudas que esta palabrita, matejllo, resultará todo un desafío tanto para los cuatrojos, los ciegos o los miopes; así como pa´los chismosos metetes empeñados hasta las tapas en destapar su malicioso significado. Y esto será peor cuando se enteren de la verdadera historia que se esconde bajo esta denominación, mote o chapa asignada a la mejor chica del barrio. ¿Pero qué es un matejllo o más propiamente una matejllo?

Con este raro término que más pareciera aludir a un mate preparado con alguna hierba escondida entre los viejos remedios caseros de la abuela y cuyas propiedades las tiene bajo siete llaves debajo de sus tres faldas; ya sea pa´ calmar una dolencia en los bajos fondos por estar con la huacha suelta a nivel huayco, con unos imprudentes retortijones acompañados de truenos y relámpagos en pleno chape o finalmente, soportar un inesperado estado cataléptico ante una bulliciosa ruptura amorosa en pleno tono por cumplir el tercer aniversario de sonado noviazgo; pero no. El caso es que dicho término está asignado al Texao, flor heráldica de Arequipa y esta popular “gallinita” siempre linda, lozana y fresca, la hallábamos junto al “borde” de una chacra o de aquella cantarina “sequia” que juguetona, discurría alegrándonos aún más la vista con sus vivos tonos entre rojos intensos y deslumbrantes penachos anaranjados.

Pero volvamos al querido barrio, cuando en plenas noches llenas de bullicio por las infaltables conversas, cuitas y rajes de horas y horas en nuestra clásica esquina, eran de nunca acabar bajo la tenue luz del viejo poste compañero, donde estábamos con las orejas prestas para festejar el último chiste de Quevedo o comentar de aquellas chicas convertidas en lomos y lomazos muy lograditos, o de aquellas otras lindas maltonas camino a ser hermosas muchachonas.

He aquí que calzan perfectamente nuestras vívidas reminiscencias. Eran pues aquellos años donde las alborotadas hormonas se escapaban por todo el cuerpo, pero casi exclusivamente por los ojos y nuestras inquietas manos. Es así que, cuando pasaba por nuestro lado una linda y juvenil vecina se nos agudizaba todos los sentidos y le disparábamos una metralla de piropos al cual mejor…aun corriendo el riesgo inminente de ser apanado por el hermano, ayudado los celosos primos presentes en dicha reguñón; pero primaba la integridad de la tira, cuerda o manada de inocentes forajidos:

-¡Preciosa… ¿Cómo te han dejado salir tus viejos si saben que esta misma noche nos escapamos?

-Marita, seguro que vas a comprar huevos… ¡Yo te los regalo! Tengo una granja esperando por ti.

-Chinita, abre bien tus ojitos…que aquí te espera tu príncipe azul…

-¿Azul? Si te has puesto granate… ¡Oye Rocoto Colorau!

-Ja, ja, ja…

Y la collera toda rompía en sonoras carcajadas que, con toda seguridad, resonaba en toda la cuadra, haciendo palidecer tanto al inventor de la lisonja como su azorada damita, quien parecía pisar huevos, rompiendo con pasos inseguros, tambaleando más rápido que nunca. Más volvamos a nuestra materia. Ella, La Matejllo, era una hermosa chicoca entre 15 y 17 añitos muy bien distribuidos por todas partes y, cuando pasaba frente a la collera, siempre ligera, apuraba fuerte cada uno de sus nerviosos pasos haciendo retumbar nuestros sufridos pechos y parecía que su pantalón hablaba mientras se alejaba contoneando sus ampulosas caderas como nadiess…dejándonos con la miel entre los dedos y queriéndonos escapar detrás de ella. Esta angelical visión solo tenía un pequeño detalle, su carita. Era una pelotita toda blanca y redondita la que trataba de afinarla colocando su largo cabello en los costados. De allí su chaplín, obra del chato Víctor, quien alguna vez se atrevió a lanzarle una lisonja muy picante:

-Mamacita estás tan hermosa como esa luna llena…¿No quieres que te acompañe al mercado?

-¡No! Y no necesito la compañía de un vago…quédate con los otros vagos…

Y su respuesta fue como una feroz cachetada en pleno rostro que resonó feo entre todos nosotros.

Herido en su amor propio, por más que intentamos disuadirlo explicándole que ella era una mocosa. Él se puso como un tomate y solo comentó al respecto:

-Esa hermosa carita…no me parece tan linda… pues parece un matejllo y con matejllo se quedará…

Pasaron muchas lunas y como siempre, las siete de la noche sonaba en las campanas de la Recoleta y uno a uno íbamos llegando a la esquina que nos vio crecer, vivir y amar a toda la collera.

-¡Ojo, muchachos, que ya viene nuestro matejllo...

-¿Y está más redondita de arriba o de atrás?

-Eso no importa. Solo veamos cómo habla ese su pantalón.

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