Una vez que salí de terapia por los graves sucesos acaecidos con Siri y luego de haber permanecido preso por tres interminables semanotas, que se hicieron tres siglos; todo porque en este renovado Centro Psiquiátrico el tratamiento recibido por los desalmados galenos era por demás cruel y exigente. Sí, pues, consistía en despertarme a las tres y treinta para levantarme en vilo a las 4:00 de la mañana, porque tenía que esperar a que me quiten a jalones, mordiscos y patadas la interminable camisa de fuerza; además, porque siempre pensaban que me había fugado y algunos días después me encontraban encogido y temblando debajo de la cama.
Luego, tenías que meterte; mejor dicho, te
metían debajo de la inclemente ducha helada y allí tenías que permanecer 15
minutos exactos sin chistar. Bueno, tampoco podías hacer otra cosa porque
apenas te caía el primer disparo en el centro de la mitra, te quedabas todo tú,
hecho un chupete de hielo y únicamente te quedaba hacer señas con las pestañas
porque todo lo demás permanecía congelado en el tiempo, tan inerte como una burda
réplica de Olaf en Frozen. Después, para reanimarte, te metían un par de violentos
chorros con las más gruesas mangueras de bomberos y si no lograbas mover una
vez los congelados párpados, al toque, te ponían en baño María, metiéndole
fuego hasta que la agüita parecía hervir; resultando, la mayor parte de veces, con
todo el lomo ampollado, así como otras partes más íntimas y sexsibles…
Enseguida te calzaban la bendita camisa, previa
untada con vaselina en todo el puerco, solo que la famosa camisita siempre resultaba
un par de tallitas menos; ganándote otra pateadura hasta que por fin penetres a
puro golpe en esa prenda que además parecía metálica. Posteriormente tenías que
recibir un especial tratamiento que, en mi caso y dado mi grave estado confirmado
de demencia, requería de continuos electroshocks, largas sesiones de hipnotismo
impartidas por un experto lechuzón de un metro, que te destrozaba la cabeza
cuando no cerrabas los ojos. Para luego, seguir con otra serie de sesiones de
inmersión en tinas con hielo flotante que realmente te volvían loco.
No pude más y un día de tantos, durante una
celebración que incluía a todo el personal médico, les metí unos 5 kg molidos
de Diazepam mezclado con Alprazolan y Chuchuhuasi en cantidades navegables;
mezclándolo con todas las bebidas del personal del centro. Y me mudé, solapa, a
un espectacular y delirante sitio… el cual, por necesidad vital, solo yo lo conozco
y no puedo señalar el menor indicio que acerque a cualquier hijo de vecino a
menos de 5 km so pena de aplicarle el mismo tratamiento recibido, fielmente
guardado y contenido en el fondo de mi inconsciente. Felizmente aquí he
encontrado La Paz tan deseada y solo me dedico a escribir mis memorias en el
Inolvidable Centro de supuesta Rehabilitación. Lo único malo de todo esto, es
que en varias noches tengo un sueño recurrente que me está volviendo más crazy
que de costumbre.
Sueño que domino el ChatBot y, cosa increíble,
puedo mantener una conversa con los todos artefactos y muebles que allí me
acompañan en esta amada soledad. Y todo empieza con una madrugada; cuando al
encender la licuadora, de pronto escucho un chirrido espeluznante que me eriza
toda la piel; se para la maquinita, disparó su tapa a boca de jarro y… me
espetó en plena cara:
-¡Oeee, won... ¿Qué te pasa? ¿Cómo diablos se
te ocurre meterme grandes trozos de hielo a esta maldita hora… me vas a
reventar el vaso?
-¡Tienes mucha razón!
Y, de pronto, se prende una fosforescente
hornilla:
-¡Eres todo un desconsiderado de miércoles!
Ruge el cuchillo mayor que más parece un
amenazante machete. No puedo más y me meto tres vasos de puro hielo para bajar
a mi estado natural. Me quiero sentar y aquella silla me juega el papel más
sucio de su vida, al moverse y hacerme el quite, ¡Suácate! Toda mi alta
dignidad se viene al suelo… Y por Dios, que veo partirme en cuatro, no sin dejar
de maldecir y jurar hacerla leña para calentarme un poco. Pero lo peor viene
cuando veo que la silla parece volar como un corcel espantado sobre sus cuatro
extremidades y se va relinchando y carcajeando a más no poder mientras se aleja.
Solo, triste y partido en cuatro, trato
inútilmente de vendar mis cachetes posteriores… Mas sólo consigo quedar
completamente enredado y tullido al no poder desplazarme ni un pasito por
propia iniciativa. Bueno, solo me queda estúpidamente estar en pura iniciativa
y ahora tengo que ver la TV. Así como el tratar de dormir boca abajo. Pero es
lo de menos, solo espero esta noche poderme desquitar, empezando por la metiche
de la TV que me amenazó con declararme un evadido reo con esquizofrenia en sumo
grado, mientras citó a todos sus demás compinches de la línea blanca para
preparar una sentencia a Cadena Perpetua, además de su declarado silencio
perpetuo.
A estas alturas, creo que lo mejor es
entregarme a cualquier institución de Salud Mental…aunque, la verdad, creo que
extraño aquellas discusiones interminables que me pegaba con ese teléfono
antiguo y malogrado, metiéndole silencio a la plancha que se calentaba hasta
ponerse roja de indignación.
-¡A mí, ¿ponerme de rodillas para aceptar sus
locas ideas? ¡Ni que estuviera loco!
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