Bien que m´iarecuerdo d´iaquellos interminables y fatales diyas, allá por el mes diciembre, cuando mi tata, diun momento a´utro, habiya siu despediu del trabajo qu´iaciya en el Molino de San Juan… Cóm´ues que me gu´olvidar d´iaquella friya noche cuando mi padrino, don Juan de Dios Llosa, habiya veniu hasta nuestro humilde racay ande casi tuitas sus paderes d´iaura habiyan quedau pircaus dende q´uentró la Lloclla de San Lázaro y nos dejó peladitos; solo con los trapos que teníyamos sobr´el lomo. Yo m´iarrecuerdo que dend´esos tristes diyas, y´alas tres semanas, mi tata s´iabiya metiu d´iayudante en la herrería de los Canachos, allá peee…en San Lázaro, pa´ganarse alguito que trujiese unos cuantos riales pa´ parar la olla en nuestro desventurau hogar.
Nunca l´uaviya vido tan así al compadre, qu´era
mi padrino…Pude catiar su cara y´estaba tuito descompuesto y teniya señas de
trayer alguito nada güeno. Sí, peee…apenas dentró a la sala, se quitó el
huacaly, s´iarremangó el poncho y, sin sentarse, lo tomó a mi padre del brazo,
muy apriocupau, y le soltó co´mún tacllanazo:
-Compadritoy…esto de l´entrada de la lloclla
nos ha dejau mal paraus…Se´lua catatau el puente del Molino ande trabajamos y
no tenemos por ande recebir las bestias ni al personal. La juerza de´lagua sia catatau
las tres compuertas y s´ianegau tuito el afrecho y la cutipa qu´estaba
preparaus y p´entregar, pero, lo peyor…compadritoy…lo peyor…
-¡Dígalooo…nomá, compadritoy! Qu´estoy decidiu
aguantar lo que se venga…que dispués de lo sucediu…no creyo que nada pueda ser
peyor…
-¡Cuánto lo shento…compadritoy Ángelo…! No
sabemos hasta cuándo v´estar cerrau el molino, puesto que s´ia parau tuita la
mollenda…
-¡Aura sí qu´esiá fregau del todo! ¿Diánde gua
sacar medios pa´parar la olla? Y´en esta época que mis koros recién están
creshendo y necesitan…
-¡No s´iapriocupe, compadritoy Angelito…qu´iaquí,
en corral viejo no falta huano y´además, pa´questán los amigos.. y nosotros
somos más que amigos… !Semos hermanos!
Según pude fijarme, los grandes ojos de mi
padre se entrecerraron porque esos oscuros nubarrones se venían de golpe y se
le pusieron vidriosos…Solo vi que después de pegarme una aguaitada de reojo…llevó
su brazo hacia arriba y con el dorso trató de limpiarse disimuladamente toda su
angustia acumulada. Casi al instante, los dos queridos compadres se dieron un fuerte
abrazo y después, unos adoloridos pasos se alejaban tocpiando las chambas que acompañaron
aquellas malas noticias dejadas en aquel racay que tanto queriba.
Bien que m´iarrecuerdo que mucho antes, cuando
tuitas las cosas andaban bien y sentíyamos que habiya felicidá, soure todo, cuando
llegaba octubre, espeshalmente en cada 21, habiya alo menos un desayuno
diferente. Mi padre, como nunca, s´ialevantaba con los chihuancos madrugadores
y´esa mañanita, poniya en la mesa un mantel blanco y nos serviya grandes jarros
de leche y nos conseguiya bizcochos callentitos; pa´l almuerzo, habiya el mejor
chupe de la semana por ser el santo de su compañera, mi mamitay. Si bien
n´uabiya una fiesta, alo menos, cuando, estabámos sentaus a la mesa, mi tata, dend´esa
mañanita se poniya serio como nunca y´ofreciya una cuantas palabras pa´su
annegada mujer ya los cinco, solo nos quedaba terminar abrazaus y llorando a
moco tendiu…
Sí, peee…aurita, en estas vísperas navideñas, nos
pareciba que seriya un diya de dijuntos; pero algo cambeyó, pues el compadre
Juan de Dios Llosa, trujo escuendius entre los cerones de su carga, dos
cuycitos maltones y se los entregó a mi padre en una bolsita vieja de tocuyo.
Al ver tuito aquello y como y´uera e´lermano mayor, ya pude catiar nuestra mala
situashón y me quedé mascando una juria repentina entre dientes tuita esa noche
del 23. Seriya part´imañana del 24 y solo me quedaba una idea fija en mi
torocma: mis hermanitos no podiyan quedarse sin regalo, ni con las manos
vaciyas.
Ya en esa noche del 24, después de soncar mis
largas penas soure l´almuada, me levanté bien despacito y, patacala, sin mis
querius caucachos, me jui a l´autra sala y metí los conejitos en unas
canastitas y golví a mi cuarto pa´colocar, dejunto a sus pequeños catres un
cututito con harta alfalfa pa´que n´uagan ruido.
A la mañana siguiente, apenas vieron sus
canastitas se moviyan, las chaparon y´al ver su conteniu, no cabían de felicidad.
Los sacaron y los abrazaban como nunca a sus tiernos peluditos que, asustados,
trataban de buscar afanosamente cualquier rinconcito donde meter sus asustadas
cabecitas.
A pesar d´ello, d´ia de pronto, y´estando bien acobijau
en mi catre de palos, sentiya qu´iabiya un´estraña sensashón dentro de m´ialma;
ya que mi pecho pareciba reventar de tanta alegriya po´raquellos felices koros,
pero…habiya algo que sentiya me faltaba…que no me dejaba tranquilo ni por un ratito…
y por Diosito, no podiya explicarme…
Sin embargo, antes de chapar el sueño, se me
vino una frase que se repetiya dale que dale; y daba güeltas y más güeltas
dentro de mi atormentada torocma:
¿And´estará mi regalito?
D´iaseguro qu´el Niñito Jesús m´iabiya puesto a
prueba, aun sabiendo que yo hariya cualquier sacrifisho por los miyos…Y si bien
en el momento sentiya una nostalgia infinita venida dende el jondo de mi
ser…dos gruesas lágrimas se chorriaban a la gana-gana por mis cachetes y
d´iaseguro que tamién estaban llenas de bondá y alegriya y por eso corretiaban
pa´llegar lo más rápido hasta juntarse con los agradables sueños que vendriyan
en esa feliz noche de Navidá.
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