lunes, 23 de octubre de 2023

UN DIABLO METIDO EN MISA

 Sí, pues, la imagen de este párroco que yo recordaba nos acompañaba desde muchos años atrás; ahora, era tan escaso de vista como de pelos en su brillosa cabeza y nunca le molesta mostrar a sus fieles devotos unos inmensos lentes que semejan los de un mecánico electricista siempre opacos y, por lo mismo, apenas puede divisar las cosas en su lento caminar, arrastrando ambos pies con mucha dificultad; entonces, sí que sufría un huevo al tratar de subir las pequeñas gradas conducentes al altar mayor. En cuyo caso, dejaba  escapar rabiosamente fuertes maldiciones para sus adentros; más en los últimos meses, las suelta a plena voz dejando atónitos a sus fieles oyentes, de tal modo que en sus continuas y obligadas celebraciones, nosotros, como oyentes casi nunca caemos en brazos de Morfeo, porque nuestra asistencia es, precisamente, para poder disfrutar de sus sonadas palabrotas que retumban en toda la iglesita y todos nosotros emocionados gozamos desde nuestras bancas que también rechinan como aunándose al jolgorio; aunque generalmente queremos hacerlo en forma disimulada o tapándonos la boca, porque, entonces, las palabrotas suben de tono y la risa es por demás, inaguantable.

Es así que en algunos momentos, cuando parecía reparar en los sapos y culebras sueltos y nuevamente se le escurrían aquellos tropiezos verbales, se detenía momentáneamente y apuntando sus ojos al cielo, quedaba absorto y muy turbado, seguramente al recordar su función y cargo de buen guía y pastor; al instante, quedaba como clavado en el sitio y hasta tenía muchas dificultades para levantar el copón de las hostias con ambas manos. En suma, a él ya no le preocupaba tanto llevar una conducta muy distinta durante la celebración del santo oficio; pues se había vuelto un sacerdote muy Sui Géneris, ya que, en muchos casos, se permitía dejar la puerta abierta para que fugaran inconscientemente aquellos diablos que luego, le rascaban con rastrillo sus contadas canas y multiplicarlas… hasta que, finalmente, las lanzaba a viva voz aún en pleno santo sacrificio de los domingos, sin percatarse que, ahora, por su galopante sordera, estaba gritando más y el eco hacía temblar inclusive las arrumadas bancas y las orejas de sus espantados oyentes.

Pero, cosas del destino, en este Domingo de Pascua había sido muy anunciado como un domingo de resurrección y todo el pueblo pareció reventar la pobre capacidad de la modesta capilla y ya no cabía ni un alfiler. Como era una fecha muy especial, nuestro sacerdote había asistido con sus mejores galas: una casulla de estreno, alba sumamente pulcra y estola muy bonita; se diría pues que estaba ricamente vestido para la ceremonia. Pausadamente se colocó en medio del Altar Mayor apoyándose en un reclinatorio. Saludó a su grey asistente y dijo solemnemente:

-Queridos hermanos…El día de hoy estamos de fiesta… y no una fiesta cualquiera… Para dirigirnos a Dios…!Tomarse de las manos y empecemos este sagrado sacrificio cantando: ¡Aleluya, ¡aleluya, Señor mío!  

Todo estaba OK, pero al rato, empezaron los problemas… cuando el viejo cura dijo:

-Ahora, hermanitos, repetir… ¡Ora pro Nobis…! 

Pero de pronto, desde el fondo, se escuchó fuertemente: ¡Ora pro nobis, tú, bolsillo duro!

Y el ofuscado sacerdote levantó frenéticamente la cabeza y, muy enfadado, cogió la casulla, la alzó violentamente hasta el péctore, agarró el evangelio con ambas manos, lo alzó iracundo… Amenazadoramente vociferó: -¡Oye, hijo de la madona...! Perdonadme lo Dios mío, pero no puedo pasar esta imprecación escuchada. En un esfuerzo supremo, respiró profundamente y prosiguió:

-¡Hermanos, repitan: Ora pro Nobis!

-¡Ora pro nobis, tú; bolsa repleta!

-Hermanos en Cristo, traedme al dueño de ese cochino hocico de miér…coles… y no digo lo que corresponde porque… si lo agarro, por Dios que le zampo un sopapo…para que nunca más vuelva a manchar la Iglesia con sus atrevidas mentiras…

-¡Ora pro Nobis… padre desnaturalizado!

-¡Traedlo, traedlo, rápido de las verijas…aunque sea! Que yo lo mato…aunque me vaya derechito al mismo infierno…

Los asustados fieles de las primeras bancas, se levantaron presurosos y corrieron para auxiliar al desubicado pastor y le rogaban:

-¡Padre, padrecito…Tranqui…tranquilo. Seguro que se trata de un alma descarriada… ¡No le haga caso…y continuemos con la misa de fiesta…

-¡Qué fiesta ni fiesta! ¿Cómo vamos a tener fiesta con este alboroto causado por ese diablo o por alguno de sus enviados del averno…

-Padre, ¿qué podemos hacer para que recupere su buen talante y prosigamos con las celebraciones de la comunión y de paso poder recibir su santa bendición?

Y mirando de reojo, se acercó y muy quedo dijo al oído:

- Si es que me traen en vivo y en directo a mi hijo, digo, a ese hijo de… del Padre Nuestro… !No, no! Digo, si es que me empujan pan y vino y una que otra prenda…que se ofrezca… a nuestro Dios, se me puede pasar un tantito; pero para iniciar esta fiesta de miéchica; digo, de la mejor manera y olvidarnos de este maldito; perdón, digo, bochornoso altercado…les sugiero un corderito, o una res…; digo, una respetable presa. Pero una presa de aquellas que a uno lo ponen en fa…en facultad de olvidar enconos, yerros y mentiras, pero no vayan a pensar que deseo una presa cualquiera. En tal caso, prefiero una de Socabaya…para hacerla confesar; ya que me las conozco de memoria…porque soy su guía espiritual…!Amén!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario