Efectivamente, y para tener un encuentro más cercano del primer tipo, embalado, me mandé hasta el mismo aeropuerto a fin de poder tener entre mis brazos anhelantes a mi querida y esperada primota venida desde los yunaites.
Estuve esperando por más de media
hora, parado como un poste, en medio de una serie de rostros ávidos por saber
acerca de sus recién llegados. Pasaría como quince minutos más y por fin aparecieron
en el fondo del embarcadero un grupo desordenado de pasajeros apurados que
pugnaban por salir cuanto antes. Busqué ese rostro guardado entre nuestros
juegos infantiles; sobre todo, aquella vez que coincidimos en el mismo ropero
vacío donde nos escondimos y pasamos casi toda la tarde sin querer que nos
descubran; ya que estábamos muy ocupados en reconocernos solo tocándonos algunas
partes. Era tan vívido este recuerdo que quise cerrar los ojos y tenerla
nuevamente tan cerca como aquellas otras veces cuando nos encontrábamos en el
mismo sitio “sin proponerlo” tal como aclaramos posteriormente… Cuando, de
pronto, todas las miradas circundantes se clavaron en una de las pasajeras: una hermosa rubia de cadencioso y seguro
andar, provista de unas gafas intensas, una cartera gigantesca y su maletón,
donde podía caber un par de camionetas llenas de ropa, se desplazaban
abriéndose paso por entre el gentío arremolinado y solo me quedó acercarme para
ver aquel monumento.
A pesar de todo, parecía que el
tiempo no pasaba, pero sí, un viento muy helado y me imaginaba ser un completo
muñeco de nieve con todos sus apéndices alicaídos; es decir, mis longas orejas
estaban congeladas, semejando inmensos radares,
mi griega y todos los demás colgandijos, sumidos en su más mínima expresión; más,
una pequeña lucecita apareció en el fondo de esa inmensa soledad en medio del
gentío que iba y venía alrededor mío: ¡Por fin la vería después de tantos años!
Pasaría como quince minutos más,
al cabo de los cuales aparecía en el fondo del embarcadero una fila desordenada
de pasajeros que pugnaban por salir cuanto antes. Cuando, de pronto, todas las
miradas se centraron en una de las pasajeras: era una hermosa rubia de
cadencioso y seguro andar, provista de unas gafas intensas, una cartera
gigantesca y su maleta, donde podía caber un par de camionetas llenas de ropa,
se desplazaba contoneando las caderas sobre esos tacos altísimos, abriéndose
paso por entre el gentío arremolinado y solo me quedó acercarme para ver aquel
monumento.
Me acerqué y pronto descubrí que aquel
remolino de gente no era para admirar su belleza, ni contemplarla más de cerca.
Seguramente alguien había derramado algún líquido y ¡Zas! La imponente rubia
perdió el equilibrio, se vino toda abajo, puso las manos en el piso para
amortiguar el golpe, pero ya sus imponentes cachetes recibieron sendos golpes y
ella solo atinó a distender su magullado cuerpo por todo el piso. Un grito
retumbó en todo el ambiente después del golpe característico en una inusual
caída; sin embargo, todo el mundo corrió a ver en vivo y en directo aquellas poderosas
bondades y no para mostrar su ayuda… ¿Se había roto aquel monumento?
Pero he aquí que llegó Supermán,
Batman y Flash juntos; o sea yoni. Quise alzarla en brazos como cuando antes lo
hacía con la mayor facilidad. Intenté una, dos y tes veces… Abrió sus ojazos,
mi miró con mucha ternura y me dijo con cargada sorna:
-¡Oyeee… por más que lo sigas
intentando…han pasado diez años… y son muchos kilos más…Si quieres, yo te
cargo, Zonzo!
-¡Zonzo, tu viejo!
La tomé entre mis brazos y
temblando, pude llevarla hasta la butaca más próxima, depositarla de la manera
más suave y luego sentí un suave beso en pleno cachete.
Inmediatamente, vino el personal
de asistencia y la llevamos a la Unidad de Atención Médica. Pero para suerte
mía, la depositaron en una camilla y fueron al llamar al personal asistencial.
Pasó como media hora y se olvidaron de nosotros.
-¿Gatita, cómo están tus
siete vidas? ¿Crees que puedas caminar? ¿Tienes mucho dolor? ¿Qué puedo hacer
por ti?
-¿Cómo están los cocos?
-¡Oye, en este momento
preguntas por ellos? ¡Están en su sitio, esperándote!
-¿Tu padre y tú no se llaman
Jorge? ¿Ahhh…? ´Tas lentito! ¡Ya te pondré a tono! Solo me duele la espalda…
-¿Te la sobo? Soy todo un
profesional… ¡Voltéate!
-¿Qué cosa? ¿Cómo has
cambiado?
-Ya pues, Gatita, date la
vuelta… que estas manos hacen milagros…
-¡Nada en el cuello ni en
espalda… es en la cintura o…
-¡Aquí va el Rey de Reiki! ¡Muéstrame
ese cachete rosadito!
-¡Otra vez! ¡No vayas tan a
prisa! Calmantes, montes…
-Me refiero al color de tu
cintura que es un adorable rosadito… ¡Malpensada!
-¡Ahhh…! Cómo que no te
conociera…
-Sana, sana, sana, colita
de rana… aunque esta colita no es de rana…
-El dolor es más intenso un
poco más abajo…
-Calmantes montes, que voy
bajando y ya llego al punto…
-Deja que me baje la ropa para
que tengas mayos disposición…
-Mi disposición está en su
punto máximo…mejor ni lo intentes que…
-Amo del Reiki, ¿nunca has
visto otros?
-¿Así como el que se maneja
vuestra merced? ¡Ni en sueños!
-¡Oye, Coco, que soy como tu
hermana…
-Pero no lo eres y yo no
soy de fierro… Ya no tengo nada para limpiarme el sudor…estoy mojadito…
Abro los ojos y me veo en un
cuartito sumamente pulcro y lleno de aparatos…médicos.
-¿Ya se recuperó, señor? La
señorita está esperándolo con su equipaje listo.
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