domingo, 28 de abril de 2024

POR CULPA DE ESTE VUELO

 Sin lugar a dudas, este había sido un día de miércoles a pesar de estar metido en pleno fin de semana; ya que era domingo y me encontraba recontra ido, perdido y jodido, deambulando en un espacio por demás puerco e infinito; sobre todo, viviendo la maldita resaca que se me chorreaba por todos los poros del mundo; es más, seguía sudando espantado al creer estúpidamente que permanecía recontra atrasado y que debería retomar inmediatamente mis postergadas obligaciones; pero seguía nublado hasta el coxis; pues, desde el saque, digo, desde anoche, me había quedado tan tieso como un tronco, obviando el baño de reglamento y el desayuno de esta mañana; para, finalmente, salir volando a la calle y no poder encontrar una maldita movilidad disponible a esa hora de la madrugada, ni después de las tres horas que anduve plantado como un poste junto a mis dos maletas; y lo peor, tener la seguridad de estar a punto de perder mi vuelo.

En suma, había pasado una serie de cosas increíbles como nunca: arribar al aeropuerto antes de la hora señalada; para…acomodarme en una butaca y quedarme dormido en la sala de espera no sé por cuanto tiempo. Solo la incesante bulla desatada por los miles de ajetreos propios del embarque me despertaron violenta y sumamente asustado; luego, traté de buscar, a como dé lugar, aquella manga de ingreso sin saber mi número de asiento; y lo peor, atracarme feo en la primera escalera de acceso, para tropezar luego con una azafata que se encontraba en pleno chape con otro uniformado y me quiso chapar también, como disculpa. No le acepté a pesar de su insistencia, pero sí, en cambio, cambió de color y me detuvo el equipaje adicional que cargaba desesperadamente.

Una vez dentro de la nave y al hallar mi número de asiento, no me di cuenta de una minúscula viejita en la fila y me senté, aplastando sus huesos al tiempo que le arrancaba un alarido tan espantoso, que los demás pasajeros acudieron en mancha para reanimarla. Encima, me cayó una maleta de lleno sobre la mitra, justo cuando, reconfortado, creí encontrar mi sitio; ya seguro que tal equipaje era de puro acero y lleno de pesada carga, porque tuvieron que improvisar una UCI para poder recuperarme. Finalmente, me dieron 20 puntadas en la sien izquierda, me cosieron la oreja y trataron de colocar la mandíbula en su lugar después de meterme una doble Nelson entre las tres azafatas.

Al instante, juré por toditos mis santos no subirme jamás a un avión; sin embargo, al rato, como una forma de lavar tanta desdicha junta, me regalaron un pasaje a la increíble y milenaria China.

Después, no sé cómo lo hicieron, pero pude sentir al capi en persona, quien me parecía un poco avergonzado, junto con dos de sus secuaces también uniformados que me cargaban en vilo y me depositaron junto a la puerta de emergencia para terminar de recuperarme (supongo). Desde el sitio, pude ver uno de los gigantescos motores y me pareció algo extraño: permanecía detenido y ni siquiera emitía ruido alguno -creo que no funciona...o será mi imaginación- Y en ese momento el avión empezó a girar bruscamente para, después hacerlo en forma de inmensas espirales y los pasajeros entusiasmados, al inicio, aplaudieron frenéticamente.

De pronto, una voz venida de ultratumba nos sentenció: “Aviso de último minuto, estamos perdiendo un motor…pero lo vamos a encontrar, digo, lo vamos a recuperar… !Pasajeros…abróchense sus cinturones! Que vamos a tratar de hacer un aterrizaje forzoso en una trochita carrozable metida a lo lejos…que apenas se divisa; sin embargo, no hay que preocuparse…solo es cuestión que recen un rosario completito a San Antoñito, patrono de los imposibles…y al minuto, estaremos en manos de Dios.  Aprieten los dientes y cuiden los calzoncillos, por siaca; y no se olviden, que los invitamos a volar por esta, la más segura línea aérea…del mundo”

El piloto, seguro que le metió primera dado el esfuerzo del motor acelerado. Mientras, una de las azafatas, se quedó a medio camino con su prendita íntima entre sus delicados dedos pulgar e índice tratando de improvisar un varieté para calmar a la gente; fue entonces cuando, en coro, las diez cucufas que venían en los asientos de adelante, protestaron por el espectáculo o mejor dicho, amago de streep tease; y la más atrevida se quitó su gigantesco velo, lo abrió de par en par y se colocó delante de la chica voluntaria; entonces, se vino el Coliseo Romano y sus bravos leones masculinos, quienes quisieron linchar a la veterana.

 

 

 

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