Dávase una canícula
de aquellas en la que el astro rey se hallaba descargando toda su ira en las desiertas
y calcinantes arenas de Sacaco,
Qhispikay, Acarí; pues hasta las sandalias importadas hechas en cuero de camello
macho, reforzado con forro de chivo viejo, se esfumaban entre las brasas del llameante suelo. Lugar donde también JC,
El Maestro, se había soplado 40 días con sus respectivas noches meditando cómo
hacer para alejarse de su collera compuesta por su docena de íntimos (aunque,
Él sabía que solo eran once) y así poderse alejar de las tentaciones: chismes, vino,
y desconsoladas viudas.
Estaba piensa que
te piensa, cuando de improviso sintió un profundo hedor a azufre y el calor se
triplicó, apareciendo una figura infernal: don Mefis, quien al verlo flaco,
demacrado y muy preocupado, le dijo: -Profe, ¿qué te ha pasado? ¿Acaso te han
abandonado tus alumnos? ¿O ya no te da bola la de Magadala? Dime! Que yo, ipso
factum, un pase mágico por aquí otro por allá y te la traigo listita para un
encuentro face to face… y sanseacabó, my dear teacher!
-Un momentito,
diablo de m…(perdón, Tata Lindo), pero este demonio de miércoles ha traído a mi
mente mis temores, mis anhelos y mis pesares… aumentando mi dolor; tanto así que…
en este mismo momento, tiro al toalla y no dejo que se cumplan las escrituras y
se joderá el Vaticano…! Y como suelo decir a los espesos del barrio, también te
digo: no me Judas! Per saecula saeculorum, amén.
Además has cometido otro sacrilegio al llamarme profe, por dos elementales razones: 1) No puedo darme el lujo de tener una mula de alumno como tú… bien sabes; 2) Mi grado académico es de Maestro en cualquiera de las ciencias que tú imagines.
Pero, obviamente que con ese cerebro de iguanodonte que te manejas es imposible que entiendas ello, aunque te creas el Ángel de las Bolas de Fuego; sin embargo, como todo lo puedo, voy a explicártelo mediante una parábola: Una vez, en un camino que iba a Lima se hallaba tendido y moribundo un hombre al que todos los conocían como Cholifornia. Pasó por allí un sumo sacerdote, lo miró, criticó su estado, se arrodilló, lloró desconsoladamente para que todos lo oyeran. Se puso en pie, siguió su camino y continuó hablando y hablando; prometiendo santificaciones e indulgencias…
Además has cometido otro sacrilegio al llamarme profe, por dos elementales razones: 1) No puedo darme el lujo de tener una mula de alumno como tú… bien sabes; 2) Mi grado académico es de Maestro en cualquiera de las ciencias que tú imagines.
Pero, obviamente que con ese cerebro de iguanodonte que te manejas es imposible que entiendas ello, aunque te creas el Ángel de las Bolas de Fuego; sin embargo, como todo lo puedo, voy a explicártelo mediante una parábola: Una vez, en un camino que iba a Lima se hallaba tendido y moribundo un hombre al que todos los conocían como Cholifornia. Pasó por allí un sumo sacerdote, lo miró, criticó su estado, se arrodilló, lloró desconsoladamente para que todos lo oyeran. Se puso en pie, siguió su camino y continuó hablando y hablando; prometiendo santificaciones e indulgencias…
Luego siguió un
uniformado. Ni siquiera se le acercó; fingió que tenía mucho que hacer en las
próximas votaciones y solo atinó a decir que a su vuelta se encargaría de
cuidarlo, protegerlo y acompañarlo, pero carecía de humanidad.
Después pasó, por
ese mismo sitio, un juez del Tribunal, quien solo trató de aproximarse para tenderle la mano, mas, al darse cuenta
que padecía del síndrome cadáver; sobre todo, que vestía andrajoso y que no
podía pagarle sus servicios; retiró la diestra y siniestramente se embozó en su
manto de seda y prosiguió su camino.
Finalmente, pasó
otro pordiosero como él y se compadeció: cogió un pedernal y se lo clavó en el
pecho para acabar con sus sufrimientos… Dime, espíritu infernal ¿Cuál de los 4
obró como un verdadero prójimo?
-El último, pues,
enemigo mío! Pues le hizo una caridad: acabó con sus sufrimientos!
-No cabe dudas que
sigues siendo una mula… pero una mula y media. En todos los casos, la ausencia
de fraternidad era manifiesta por carencia de un maestro; pues para ser tal, se sigue requiriendo de una sola condición: obrar con
amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario