domingo, 5 de julio de 2015

AL MAESTRO, CON CARIÑO


Dávase una canícula de aquellas en la que el astro rey se hallaba descargando toda su ira en las desiertas y calcinantes arenas  de Sacaco, Qhispikay, Acarí; pues hasta las sandalias importadas hechas en cuero de camello macho, reforzado con forro de chivo viejo, se esfumaban entre las brasas  del llameante suelo. Lugar donde también JC, El Maestro, se había soplado 40 días con sus respectivas noches meditando cómo hacer para alejarse de su collera compuesta por su docena de íntimos (aunque, Él sabía que solo eran once) y así poderse alejar de las tentaciones: chismes, vino, y desconsoladas viudas.

Estaba piensa que te piensa, cuando de improviso sintió un profundo hedor a azufre y el calor se triplicó, apareciendo una figura infernal: don Mefis, quien al verlo flaco, demacrado y muy preocupado, le dijo: -Profe, ¿qué te ha pasado? ¿Acaso te han abandonado tus alumnos? ¿O ya no te da bola la de Magadala? Dime! Que yo, ipso factum, un pase mágico por aquí otro por allá y te la traigo listita para un encuentro face to face… y sanseacabó, my dear teacher!

-Un momentito, diablo de m…(perdón, Tata Lindo), pero este demonio de miércoles ha traído a mi mente mis temores, mis anhelos y mis pesares… aumentando mi dolor; tanto así que… en este mismo momento, tiro al toalla y no dejo que se cumplan las escrituras y se joderá el Vaticano…! Y como suelo decir a los espesos del barrio, también te digo: no me Judas! Per saecula saeculorum, amén. 

Además has cometido otro sacrilegio al llamarme profe, por dos elementales razones: 1) No puedo darme el lujo de tener una mula de alumno como tú… bien sabes; 2) Mi grado académico es de Maestro en cualquiera de las ciencias que tú imagines. 

Pero, obviamente que con ese cerebro de iguanodonte que te manejas es imposible que entiendas ello,  aunque te creas el Ángel de las Bolas de Fuego; sin embargo, como todo lo  puedo, voy a explicártelo mediante una parábola: Una vez, en un camino que iba a Lima se hallaba tendido y moribundo un hombre al que todos los conocían como Cholifornia. Pasó por allí un sumo sacerdote, lo miró, criticó su estado, se arrodilló, lloró desconsoladamente para que todos lo oyeran. Se puso en pie, siguió su camino y continuó hablando y hablando; prometiendo santificaciones e indulgencias…

Luego siguió un uniformado. Ni siquiera se le acercó; fingió que tenía mucho que hacer en las próximas votaciones y solo atinó a decir que a su vuelta se encargaría de cuidarlo, protegerlo y acompañarlo, pero carecía de humanidad.

Después pasó, por ese mismo sitio, un juez del Tribunal, quien solo trató de aproximarse  para tenderle la mano, mas, al darse cuenta que padecía del síndrome cadáver; sobre todo, que vestía andrajoso y que no podía pagarle sus servicios; retiró la diestra y siniestramente se embozó en su manto de seda y prosiguió su camino.

Finalmente, pasó otro pordiosero como él y se compadeció: cogió un pedernal y se lo clavó en el pecho para acabar con sus sufrimientos… Dime, espíritu infernal ¿Cuál de los 4 obró como un verdadero prójimo?


-El último, pues, enemigo mío! Pues le hizo una caridad: acabó con sus sufrimientos!
-No cabe dudas que sigues siendo una mula… pero una mula y media. En todos los casos, la ausencia de fraternidad era manifiesta por carencia de un  maestro; pues para ser tal, se sigue  requiriendo de una sola condición: obrar con amor.  

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